jueves, 29 de febrero de 2024
La importancia de mantenerse calma
domingo, 25 de febrero de 2024
Dos medias horas
viernes, 23 de febrero de 2024
La crisis de los 50
jueves, 22 de febrero de 2024
Frente a una copa de vino
Tenía desde la posadita de diciembre sin saber de Milli, hasta esta tarde que me ha pedido vernos en Las fronteras, un restaurante de música en vivo y cortes, muchos cortes y cero ensaladitas. Al llegar, apenas sentarme y Milli me acercó la copa de vino — Pedí por ti, espero no haber fallado, sonreí y me dispuse a jugar con la copa, Milli estaba inmersa en su caótica mente y empezó a relatar el motivo de nuestro encuentro.
— Maia, con frecuencia tengo la sensación de que algo me falta, no lo sé, es como si el día estuviera incompleto, como si de las cosas que hago me dejara a un paso de finalizarlo y algo se quedara abierto, a veces digo, quizás cerveza; y va la cerveza, otras pienso, quizás es sexo; y lo busco y él está siempre dispuesto. Después de un año de casados sigue siendo atento, generoso, varias veces al día me llama o me envía mensajes, -siempre los mismos- ¿Qué haces?, ¿Cómo va tu día?, Mándame un beso... como si al enviar un beso físicamente le llegara, porque pareciera que hasta lo siente, "Tu beso fue de una ternura indescriptible", "Tu beso fue una caricia para mi soledad". Maia, trabajo dieciséis horas al día, pero estoy disponible todo el tiempo 24/7; y él solo ocho horas cinco días a la semana, sé que tiene mucho tiempo libre, pero vamos, si me llama y me distrae de lo que estoy haciendo, prefiero que me hable de cosas importantes, que me cuente esos pequeños detalles que ha tenido en su día, a quién extraña, qué cosas pasan por su mente, si recuerda a su padre, si han cambiado los sentimiento hacia sus conflictivos amigos, no lo sé, pequeñas cosas que me acerquen, que me hagan meter velocidad al trabajo y llegar temprano y sorprenderlo, Maia, siempre lo escucho, hasta esas preguntas sosas de ¿qué haces? que nunca sé cómo responder porque me parecen ilógicas.
viernes, 16 de febrero de 2024
Xagerado
Después de haber guardado casi todo el material de invierno -ropa, frazadas, edredones, etc.- una nueva ola de frío y lluvia vino a recordarme que esta estación aún no termina. A media noche desperté con frío; y de nuevo a levantarme y encender el calentón.
Me coloqué frente a la ventana, el sonido de la lluvia proyectándose en el cristal me pareció relajante, veía las gotas caer en su danza sensual. Absorta en la noche, pude observar el vaivén de los árboles de la placita, los autos precipitándose bajo la lluvia y lanzando a su paso miles de gotitas a los autos estacionados; y al sacar las capas de sonido de esa melodía maravillosa reconocí el llanto de mi pequeño Gurrumino, fui corriendo a su habitación y lo encontré agazapado en una esquina.
— Ven, Gurrumino, creo que ya es tiempo que te mudes a mi habitación -acaricié su cabecita- solo debes prometer que no harás pipí, ¿si?, que es duela, cariño; y después tendremos un problemita por allí, ¿lo prometes? -Gurrumino recostó su cabecita en mi hombro y casi de inmediato empezó a roncar... vaya, lo debió pasar mal con tanto ruido extraño.
Coloqué una frazada y lo acosté en mi cama, Gurrumino seguía roncando, me acerqué a él y empecé a tocar su cabecita, un pequeño empujón con sus patitas me indicó que lo estaba molestando, le di su espacio y lo observé a distancia.
Libre de sueño cogí el móvil, tenía veintidós mensajes y once llamadas perdidas de Sarita, dudé en comunicarme, habían pasado casi dos horas desde su última conexión.
— Amiga, necesito una bodega
— ¿Qué pasa con la que tienes?