lunes, 29 de abril de 2024

"Puedes sacar a una persona de su barrio, pero nunca podrás sacar el barrio de la persona"



— ¿Te gusta el restaurante, Maia?
— Sí, es diferente 
— Y coincide con tu nombre, así, al natural
— ¿A qué viene eso?
— Me gusta que una escuálida letra cambia el sentido de todo; y Maia, tiene atención especial para veganos, vegetarianos, keto, low carb; y algunas más 

Me quedé observándolo, es un lugar acogedor e íntimo, cuelgan de sus paredes cuadros representativos de la civilización Maya, al igual que figurillas ocupado los distintos rincones.

— ¿Y qué celebramos?
— Te lo cuento después 
— Bien, Marcos, el lugar es interesante, están acaparando a todos los -in-deseables
Jajaja; y los que hagan falta, querida amiga, todas, todos, todes; y los demás son bienvenidos, por cierto, ¿mencioné que  las bebidas son espectaculares?, podrás pedir cualquiera con los ojos cerrados y no te decepcionaría.
— ¿Qué me dices de la comida, algo que me recomiendes?
— Vamos, Maia, tú eres mi carta más fuerte, tendrás que decirme cómo ves el menú 

Al terminar me ofreció un cuadernillo y un bolígrafo, pensé en mentir, pero también en la confianza que estaba depositando en mí. La comida era deliciosa, pero las porciones extremas e interminables, observé a los demás comensales y en cada mesa había una proporción exagerada de restos de comida...

A qué niño no le dijo su madre -Quiero el plato limpio-, -No te levantarás de la mesa hasta que hayas terminado-, -Hay muchos niños que no tienen qué comer y tú desperdiciando-, -Tu padre trabaja de sol a sol para llenar tu plato-, -Te acabas todo-, -Me pasé horas cocinando para que tú lo dejes-, -Si me quisieras un poco te comerás todo lo que te sirva- ... Y así, infinidad de frases características de las madres que fui recolectando en las visitas a casa de mis amigos a lo largo del tiempo. 

Mi madre era incapaz -conscientemente- de obligarnos a algo y solo me/nos decía -No tengas en cuenta el esfuerzo que hago en trabajar y atenderlos, come lo que puedas-; y ahí resumía las frases de todas las madres...

Seguía con el cuadernillo y el bolígrafo en la mano y solo me puse a escribir...

-Quizás solo hacer una acotación en el menú "Porciones para compartir"- ...





martes, 23 de abril de 2024

Bendito entre las mujeres

Una reunión improvisada entre las ocho habituales -y Marcos- que en esta ocasión ha sido la única diferencia, llegó buscando cervezas; y consciente que no encontraría mencionó 
— Ya lo sabía, por eso he traído algunas artesanales; y unos vinitos, para ti agua, Maia
— Prefiero té

Y así dio inicio esa loca reunión sin un tema concreto, solo reír mucho y fuerte, hablar de todo, o solo escuchar y tratar de seguirnos el hilo -sin lograrlo del todo- a cada una de nosotras, incluidas las tonterías, el sexo o los sueños, una comida nada pretenciosa que en manos de Marcos terminó siendo una delicia.

Terminar el día con una película que abordaba las formas sencillas de buscar y encontrar, sino la felicidad, la paz en lo cotidiano.

Una larga noche jugando y bromeando; y un desayuno en pijama, dentro de una íntima naturalidad, sin formas; y volver al sofá escuchando música en volumen alto, con ganas de permanecer así por siempre.

Y en esos minutos de silencio, cuando todo está en calma; y el tiempo parece detenido, se percibe el aroma de Marcos impregnando la habitación... sí, definitivamente, imposible obviar su naturaleza.

miércoles, 17 de abril de 2024

Siguiendo la línea

Viendo una miniserie coreana -Con tacto especial- de 16 capitulos -sí, muchos capitulos- en el episodio 6, minuto 34:40 aproximadamente, la protagonista y su amiga -ambas de nombre impronunciable- al enterarse que hay en la ciudad un ladrón de ropa interior femenina se asustan y corren a una tienda de lencería a comprar unos hermosos tanguitas de encaje en colores brillantes, ¿Por qué hacen eso?, es simple, ellas aluden que si el ladrón llegara a  robar sus prendas íntimas, morirían de vergüenza si viera los andrajos que visten. ¿Episodio de telenovela?, diría que no.

Sucedió hace un mundo, estaba en mis -casi- veintes. Paulina, una amiga estudiante había tenido un accidente en motocicleta llevando la peor parte su tobillo derecho prácticamente desprendido, tuvieron que reajustarlo con unos torniquetes -clavos, cincel, martillo o lo que  hiciera falta- para volverlo a unir, los cuales llevaría por el resto de su vida.

Al contarnos su experiencia, Paulina no mencionó los detalles del accidente, tampoco el dolor sentido o las múltiples operaciones a las que fue sometida, solo se enfocó y enfatizó en la ropa interior que portaba en ese momento — Les di batalla porque no quería que me vieran así; y morí de vergüenza cuando rompieron mis jeans y se dieron cuenta que traía unos calzones de abuelita; y desde ese día prometí que siempre estaría preparada.

Laura, otra amiga que estaba en su proceso de fertilidad, cuando acudía a sus citas médicas iba maravillosa desde dentro y hacía afuera, aunque regresase derrotada su lencería bonita no faltaba. Me alegró saber que años después tuvo un pequeño que complementó su familia.

Había estado todo el día en la clínica, me movía lento y el trabajo se estaba acumulando, al final me di por vencida cuando el dolor se volvió -casi- insoportable y hubo necesidad de reagendar a un par de chicas.

Regresé a casa de noche, JM me recibió cálido y acolchado, sabía que en algún momento acudiría a urgencias pero me resistía a hacerlo, aún así me preparé para el momento, ducha, lencería bonita y cómoda... ¿cómoda?, en aquellos años ¿cuántas veces eliminé esa palabra de mi vocabulario?, incontables, para ser exacta -Mujer bonita va incómoda- decía mi madre. 

Stiletto aunque estés cansada, vestido o falda, no importa si tienes frío, cinto para definir la cintura -y sobre la piel un cordel ajustado para marcarla- body control para mantener todo en su lugar, medias o pantimedias sin importar la temperatura; y siempre depilada, aromatizada, peinado con secador, tenazas, rulos eléctricos o lo que hiciese falta; y estilizado con spray en ciertas áreas, maquillada, sin olvidar el carmín en los labios, si mi madre me viera...

Fue un cálculo renal el que me mantuvo retenida un largo fin de semana; y poco más. Ah, por cierto, así como yo, la lencería bonita y cómoda pasó los días guardada en un cajón del hospital -sin ser tocada-.


martes, 9 de abril de 2024

Va de sustos



Hace semanas y para dar por finalizado el contrato con los especialistas -aquellos que vinieron a solucionar el problema con los inquilinos- y por seguridad de Gurrumino, les pedí que hicieran una inspección y retiraran todo lo que habían colocado -si es que dejaron algo-. Ellos llegaron a hacerse el tonto y minutos después me aseguraron que ya no había peligro para Gurrumino, les creí al verlos sacar un contenedor de cosas.

Sábado
Aún con rezagos de la intoxicación, agotada y torpe; y Gurrumino calladito y fuera de mi vista... Algo pasa -sentí- y empecé a llamarlo, sí, lo reconozco, a la voz de mando, Gurrumino es medio socarrón y cavernícola, pero cuando le hablo tierno, el cachorro se derrite y le sobran segundos para llegar a mi lado.

De repente se escucharon sonidos extraños, corrí asustada y Gurrumino tenía su carita metida en una bolsa con tapas, algodones y cosas de los especialistas, lo levanté y le lavé su carita y boca mientras le llamaba a Sarai -Sarai es veterinaria y atiende a Gurrumino- llegó en minutos, lo revisó y medicó; y el resto del día, Gurrumino estuvo en observación hasta quedar fuera de peligro.

Es como tener un pequeño eternamente...



viernes, 5 de abril de 2024

Dichosa la rama que al tronco sale

Esta mañana calurosa de fin de semana acepté la invitación de Sarai para ir a desayunar. Preparé mi estómago con antiácidos e hice una piadosa solicitud a todos los santos para que me acompañaran en ese calvario. Sarai es una mujer adulta que insiste en creer que su/mi estómago es de acero, -como aquellos tiempos de adolescencia que podías comer lo que fuera y no dañabas tu intestino-.

— Te prometo, amiga que te va a encantar, la comida aquí es deliciosa, Maia, si no la has probado, no sabes de lo que te has perdido...

Temí lo peor esperando lo mejor; y mi esperanza se vio significativamente reducida cuando entramos al estacionamiento del mall -milagrosamente; y en un instante aprendí a rezar- Recorrimos el último tramo del estacionamiento y prometo que mis piernas se volvieron de papel. ¿Y cómo hacer para negarme?, si Sarai es compleja en su sentir, siendo una mujer desfavorecida en todos los aspectos es difícil decirle que no a cada uno de sus absurdos.

Tratar su autoestima con pinzas ha logrado avances milimétricos que para ella han significado grandes logros, para mí, pases directos al hospital -la última vez con una semana de internamiento-

— Sarai, amiga, ¿segura que quieres comer aquí?, podemos ir a cualquier lugar que se te ocurra
— Amiga, no creas que los lugares caros tienen los mejores alimentos, anda, te va a gustar -asentí resignada- ¿Quieres que pida por ti, Maia?
— Diría que no, amiga

El lugar olía a grasa pasada por el fuego incontables veces, olía a rancio, olía a otro pase al hospital, ¿qué podía pedir que no hubiese pasado por esas ollas con tizne?, empecé a observar detalladamente cada producto que ofrecían, Sarai ya había ordenado y yo seguía con dudas

— Agua, por favor, que esté fría y embotellada; y ese panquecito que está ahí, el de chocolate extra
— ¿El empaquetado? -asentí con un ligero movimiento- pero es industrial, tenemos unos caseros buenísimos, son frescos
— Está bien, tráigame uno

No hice caso a las recomendaciones de Sarai y solo probé un poco del panquecito, lo suficiente para no ofender su invitación; y creer que mi estómago estaría salvo

— Maia, no puedo abrir mi refresco, ¿me ayudas?
— ¿Por qué sigues tomando refresco?, eso es dañino
— Que va, amiga, es lo mejor de lo mejor, lo encuentras en todos sitios y siempre están fríos
— Pero tienen demasiada azúcar; y cosas
— Me gusta el refresco; y la comida de sitios como este
— No puedo, Sarai, ¿por qué diantres no te lo abrió el mesero?
— Porque era su hora libre, fuimos las últimas que atendió; y da las gracias a Dios que se compadeció de nosotras, si no, tendríamos que haber ordenado desde caja
— Vaya... mejor no digo nada, solo busca a alguien que la abra
— Hay dos hombres por allá, espera

Sarai se acercó y habló con ambos, uno de ellos se ofreció a ayudarla y sin un mínimo esfuerzo abrió la botella; yo me quedé observando al otro, un hombre clásico y tremendamente atractivo, ¿rondará los setenta, quizás más?; y ahí me quedé, pensando, observando

— Que coraje, ¿viste como la abrió?, casi le puso el dedo encima e hizo girar la rosca, ¡sin esfuerzo!
— Lo vi, ¿y por qué no le dijiste al otro hombre, al clásico? -se encogió de hombros-

Lo seguí con la mirada, su porte, su atuendo, su cabello, él seguía con su atención en algo que traía entre sus manos, estaba en otro local -lejos de esa suciedad en la que Sarai y yo nos encontrábamos- sentía que alguien me observaba pero no hice caso, mi concentración estaba con ese caballero; y sin darme cuenta había comido todo el panquecito de chocolate extra. 

La sensación de ser observada seguía y voltee, aún absorta, había un hombre de pie mirándome fijamente, me sonrió, le devolví la sonrisa y nos quedamos mirándonos; y sonriéndonos, parecía tan familiar, hasta que se unieron varios hombres y se fueron lentamente, antes de perderse -el más joven- se volvió y nuevamente me sonrió, ¿padre e hijo?, quizás...

Es de noche, tenía una salida al karaoke con unos amigos y estoy aquí, incómoda y tumbada en el sofá negro, con una taza de té que se ha enfriado sin tocarla, hablando con un amigo e indecisa si acudir o no al hospital.