domingo, 27 de agosto de 2023
Un día que quisiera borrar del calendario
viernes, 25 de agosto de 2023
Amanecer
miércoles, 23 de agosto de 2023
Como debe ser
lunes, 21 de agosto de 2023
Un café por la mañana
miércoles, 16 de agosto de 2023
El hombre enigmático
Mi mirada asciende en la parte izquierda de la pantalla, se detiene en la hora, son las diez con catorce minutos, analizo el último mensaje, me detengo; y me cuestiono (como siempre) si es viable bromearlo un poco, o me limito por su sobriedad, luego recuerdo su suavidad y su forma de tratarme y respondo a su mensaje jugando un poco con las palabras, su respuesta me hace sentir que está relajado... y tanto.
Me acerco al rojo sofá, me envuelvo con los cojines y me dejo ir, coloco los pulgares en el teclado del móvil, a punto de escribir los observo, recuerdo cuando por descuido conoció este dedo que es el más regordete del resto (al igual que su vecino de la otra mano); y cómo lo detalló... Su delicadeza para detectar esas pequeñas cosas que se me escapan lo vuelve enternecedor y peligroso.
Respondo a su siguiente mensaje, incluso ahora que lo he enviado no puedo detener las dudas, me pregunto por qué me siento vinculada con el hombre enigmático, por qué, a la vez me asusta y me provoca, por qué parece tan lejano y conmigo mantiene una vía de comunicación intacta; y tan estrecha. Le he mencionado que no puedo dormir.
¿Quieres que vaya a ayudarte?... su mensaje tarda casi un minuto en iluminar la ventana de la conversación. Sé que está sonriendo, (lo percibo) y le devuelvo la sonrisa, desde el móvil puedo notar su respiración elevándose; y el corazón latiendo contra sus costillas... tan fuerte.
En la mesita de arrimo hay dos copas; y dos botellas, una de vino tinto para él y para mí una botella de agua... Y el rojo sofá aguardando su llegada.
viernes, 11 de agosto de 2023
Evocación
martes, 8 de agosto de 2023
Dentro de todo una buena noticia
-¿Revelación?.
Al llegar, me extrañó verlo todo de lo más normal, sin sorpresas ni excentricidades. Llegué acompañada de un amigo de la infancia, dentro del grupo era el de más edad, no cabe duda que a los hombres (muchos de ellos, la mayoría de ellos, todos ellos) les asienta la madurez, Marce se acercó y se unió a la conversación, traía en su mano derecha un vaso, hielos y agua, en la otra una botella de Rioja e iba rellenando las copas vacías. Toqué su mano... ¡Marce...!, todo quedó claro, sonreímos y nos abrazamos. Llegado el momento, el pastel venía en su interior con un precioso color rosado...
Manolo paseaba despacio alrededor nuestro, se paró frente a nosotros, elevó su copa, inclinó ligeramente su cabeza sin dejar de mirarme y esbozó una sonrisa...
¡Jo!, no pude evitar recordar lo bien que se estaba a su lado...