lunes, 22 de julio de 2024

Cuando la naturaleza es generosa



En ocasiones llegan a la clínica chicas de corta edad acompañadas -generalmente- de sus amigas, rara vez de sus madres, esto sucede cuando el área a tratar es la zona íntima, de hecho, hay una silla rinconera colocada para la comodidad de esos momentos. 

La situación cambia cuando es un hombre adulto -y su madre- el que acude a solicitar el servicio, el ambiente se torna enrarecido cuando él se expresa esperando el consentimiento/aprobación de su madre. Las recepcionistas, incómodas ante estas situaciones dejan el trabajo a medias y hay que resolverlo cuando llegan a sesión. 

— ¿Le puedo ayudar?
— No lo sé,  ¿madre, nos puede ayudar?
— Señorita, no se ofenda, preferimos que nos atienda un hombre
— No me ofendo pero en esta clínica no encontrará hombres -ambos se miran indecisos- él rompe el silencio
— ¿Cuántas sesiones necesito para eliminar todo de allá?
— ¿De dónde?
— Pues de abajito 
— ¿las piernas?
— No señorita, de enmedio
— ¿Abdomen? -voltea a ver a su madre en el momento que dice algo ininteligible-,  muevo las manos en señal de desconcierto
— Su lado viril, señorita. La madre se levanta y se dirige a mí; y sí, lo reconozco, son esos momentos en que -por un instante- desde alguna parte interna algo te pone alerta
— Tome asiento, señora. La señora vuelve a su lugar y se sienta apenas tocando la punta del asiento, preparada para saltar a mi yugular si alguna pregunta no le pareciera.

Solucionados los detalles y en camino a la cabina creí que la señora pasaría con nosotros, estaba segura que entraría a cuidar de su hijo... me equivoqué, ella se queda en la salita de espera. 

Jonas, tiene que descubrirse y poner su pierna derecha en cuatro -le daba indicaciones y él seguía con la toalla anudada en su mano-, ¿me ha comprendido? -asintió pero seguía sujetando la toalla-, al no avanzar, le sugerí una solución, también podemos reagendar si no se siente preparado, el paquete no expira, -su mano empezó a ceder, al tenerlo en posición no pude evitar sorprenderme, al descubrirse, el hombre se había ruborizado y no solo de las mejillas, todo su vuerpo estaba encendido-. Bien, Jonas, vamos a tardar un poco más,  pero todo está bien.

Y entendí que,  así como las mujeres y el busto, o su cuerpo en general,  los hombres también pueden tener vulnerable su autoestima por la medida de su miembro o lo demás, sea que alcancen los doce centímetros o -como en este caso- casi llegue a los treinta. 

Y no, no saqué la métrica, el cabezal tiene cierta medida y es imposible -en situaciones así- no hacer cuentas...

Té, café, o lo que apetezcas
Barra libre para disfrutar de una bonita semana
¡Acompáñame!

jueves, 4 de julio de 2024

Radical




Corté el cabello por debajo de los hombros, preparé el flequillo y cuando estaba a punto de hacerlo me detuve, observé  los largos esparcidos por el piso, luego levanté la vista y el espejo me arrojó una imagen diferente,  ¡tan distinta!, ¿cuándo fue la última vez que lo tuve tan pequeño?, la memoria juega a su favor,  se me oculta; y no tengo los recursos para someterla, me pierdo en el presente, en esos cabellos que hace mucho dejaron su rebeldía.

Abrí el tubo y preparé el tinte, una hora después estaba nuevamente frente al espejo, ¡ahora soy castaña!, pero ¿me gusta el cambio?; y aquí estoy tratando de asimilar el contraste con mi piel.

Lo peinaba, lo secaba e intentaba hacerme una con mi nueva imagen; y a punto de seguir moldeando, me detuve a responder un mensaje,  luego otro y así se fueron sucediendo hasta terminar en una charla amena; yo seguía de pie frente al espejo...

Cuando escuchaba su voz corría a esconderme, sabía que se quedaría poco, pero era el tiempo suficiente para sentirlo eternidad. ¿Cuánto tiempo era el límite antes de ser descubierta?, relativamente breve.

La tía Carmela llegaba a poner todo de cabeza, nos llamaba a su presencia -a las tres- y después de quejarse de nuestras largas y alborotados melenas metía tijera dejando nuestras cabezas corte-niño. Recuerdo que mi padre adoraba verme así,  tanto como yo lo detestaba pero, ¿quién podía contradecir a un mayor, más siendo familia; y por qué lo hacía?.

Mi madre al regresar y ver ese desastre; y dentro de su enfado solo atinaba a decir, ¡Ay, Carmela!... ¡Diantres, qué difícil era la/mi familia!...

Y ahora estoy aquí, buscando resolver mis dudas. ¿Por qué intentar el cambio?, ¿por qué cortarlo y cambiarle su color?... Y dentro de la introspección me vino la respuesta. Porque últimamente me he sentido incómoda, diariamente enferma y agotada de solucionar los problemas de las ocho -amigas-; y tanto, que olvidé cuidar de mí. 

No era mi aspecto lo que tenía que atender, pero me ha encantado el cambio... Mañana habrá reunión de chicas -y a cortar cabezas-...



viernes, 28 de junio de 2024

De hechos

Ese día mi madre había conversando con algunas vecinas y su estado animico había decaído. En momentos se sentía nerviosa o asustada, por ese motivo nos recogimos cuando aun no caía la tarde.

Recuerdo que en esos tiempos la puerta principal se orientaba al sur, totalmente desconfigurada del resto de la colonia, así lo decidió mi madre para mantener a su familia al margen del escudriño. Años después me enteré que lo había hecho porque, Lucina -la vecina- y mi padre habían tenido una aventura bajo la atenta mirada de su marido, que cada tanto organizaba quedadas para la diversión de su mujer.

Esa noche mi padre estaba de visita en casa de los abuelos, llegaría tarde o quizás se quedaría, mi madre se sentía asustada -una sensación que nos transmitía- había obtenido información espeluznante de los vecinos.

Le contaron que un ser oscuro, de gran tamaño y fuerza, -venido del inframundo- rondaba el entorno,  llegando de noche se introducía en alguna de las viviendas y abusaba de las niñas -la más pequeña-,  luego desaparecía dejando un rastro de dolor y lágrimas.

Esa noche mi madre por primera vez trancó la puerta, nos llevó a su recámara, bajó uno de los colchones, en el blando se acostó mi hermano mayor y el duro puso colchonetas y nos acostamos mis dos hermanas, mi madre y yo.

De madrugada se escuchó la puerta, alguien con mucha fuerza intentaba abrirla, empezó a golpearla y el ruido nos despertó -menos a mi hermano que dormía como piedra-, los golpes se volvieron más potentes; y entre ese silencio sepulcral, los azotes -el único ruido- se sintieron en el pecho,  como si el sonido hiciera eco con las pulsiones del corazón maximizando su ritmo. 

Mi madre nos tenía abrazadas; yo estaba acurrucada entre sus piernas y mis hermanas enroscadas a su costado, ella, con voz apagada nos decía que no hiciéramos ruido. El llanto era hacía adentro, el grito controlado con una mano presionando la boca.

Los golpes cesaron, pero solo por un momento, después continuaron en la ventana, el cristal se debatía entre sucumbir o continuar poniendo resistencia, luego todo quedó en silencio y solo unos pasos alejándose lo rasgaban.

Había como un susurro violento partiendo la noche, era una niña y no entendía lo soez que llegan a ser las palabras; y entre los pasos alejándose y la voz perdiéndose en la nada, mi hermana de enmedio exclamó ¡Es el abuelo!. Mi madre se levantó como impulsada por un resorte y abrió la puerta, a la distancia logró distinguir la silueta del abuelo y lo llamó 

El abuelo regresó con su andar grotesco, caminaba con cierta furia, como golpeando el suelo; y empujaba sus brazos con fuerza, siempre que lo veía venir sentía miedo,  como si fuera el final de mi existencia,  pero el abuelo era suave, me contaba cuentos.

El abuelo le recriminó a mi madre que asegurará por dentro, '¿Qué esconde, Maria?, también le dijo que mi padre se había quedado a dormir en su casa, pero que él estaría vigilante por si se le ocurría meter a algún sujeto. Mi madre se mantuvo callada y sin atreverse a mirarlo,  también le tenía miedo. 

— No te quiero abuelo, eres malo; ya no eres mi abuelo 
El abuelo se quedó mirándome, es fecha que su mirada, su expresión sigue siendo inexplicables para mí, no dijo nada, solo levantó la mano y me señaló que me acercara pero no lo hice. Había escuchado que mi abuelo era un maltratador y hasta ese momento lo creí. Empezó a recriminar a mi madre lo mal educados que nos tenía; y por vez primera mi madre levantó la voz,  lo hizo callar y lo echó de casa.

Ese fue el momento en que mi madre enfundada en valor se convirtió en matriarca. A mi padre no le quedó más remedio de dimitir. El abuelo murió días después, fue en una madrugada.

El ser oscuro se llamaba Rigo, no era de otro mundo, era el hijo de los vecinos de la esquina, acababa de salir de prisión,  había estado un año recluido por el abuso de tres niñas, cuando lo dejaron libre siguió haciéndolo porque nadie denunció. La gente, los vecinos prefirieron creer que era un ente venido del inframundo; y con el tiempo se volvió leyenda.




jueves, 20 de junio de 2024

La mirada de ayer


A veces me pregunto si soy el único bicho raro que determinadas situaciones me remontan al seno familiar, o acaso soy/somos/nos sucede a un montón...

Vino un amigo de visita de España 
— Maia, vamos a vernos 
— Ahora no puedo, estoy en el trabajo, te busco esta tarde
— Bueno, estaré en el departamento, solo bajaré a por la comida; -y entre tanto y tanto se dedicó a enviarme mensajes-
— Eres muy atractiva y sexy, puedes volver loco a cualquier hombre, aunque a veces te cueste aceptarlo
— Da igual,  qué gano con eso 
— Cómo que qué ganas,  gustar a los hombres,  Maia, deberías ser actriz porno
— Ja, es broma ¿no? 
— ¡Noooo!, piensatelo, puedes practicar conmigo tantas veces quieras, faltaría más 

Entró en mi habitación, entre sus manos llevaba el vestido amarillo con un tenue estampado de diminutas florecillas, fruncí el ceño, no es que me desagradara el vestido -o no tanto-, solo sentía que era demasiado en todo -ajustado,  cortito y escotado-. 

Sabía lo que eso significaba. Acompañar a mi madre a hacer algún trámite o reclamo; y sabía lo que sucedería, empezando por el taxista y su mirada insistente por el retrovisor, luego  el funcionario -cualquiera que estuviera en turno- me recorrería en principio por el rostro,  el escote, las piernas; y al regresar la mirada se quedaria detenido en mi rostro; y diría algo -lo mismo- que ya me sabía de memoria; y como siempre; yo me acercaría a mi madre y sin apartar la vista del funcionario le diría bajito,  "mami, me siento incómoda"; y mi madre con su característica mirada me mandaría callar; y todo esto no pasaría inadvertido para el funcionario.

Luego regresaríamos a casa y mi madre diría a mi padre "Fue difícil pero pude solucionarlo"; y esperaríamos el siguiente mes para hacer todo lo mismo.

— En diez minutos salimos, Maia -me entregó el vestido y salió del dormitorio.

No había mucho para hacer en mi aspecto, no usaba maquillaje y mi cabello ondulado era rebelde y largo, hacía tiempo que me había ganado la batalla y lo dejaba a su aire. Me puse el vestido amarillo y me senté a esperar que apareciera mi madre, restaban ocho minutos y ella era puntual, como aprendió a serlo el taxista si quería evitarse la reprimenda de mamá. 

— Eres una preciosidad -mencionó el funcionario- mi madre le lanzó una mirada fulminante que el funcionario no advirtió 
— Tiene trece -dijo mi madre sin apaetar la vista-
— Ya crecerá -ambos se miraron y después de un momento el funcionario, intimidado se recogió en su asiento.

Decía mi madre que la mujer ni puede, ni debe ser sexy o sensual porque, -por defenderla- se metería en problemas el hombre,  pero también decía que había que usar las armas que tenías a tu alcance...

Porque, los hombres pueden mirar, pero no tocar... a menos que se lo permitas...





viernes, 14 de junio de 2024

A las prisas

🎼 🎶


Olvidé la cita con el ginecólogo y media hora no era suficiente para prepararme y llegar a tiempo -quince minutos antes-, entonces, o me duchaba nuevamente e iba escurrida y caralavada o solo aseo íntimo y me presentaba como estaba; y recordando mi trabajo y lo desagradable que resultan los aromas cuando la higiene no es correcta o han pasado horas desde el aseo me decanté por una rápida ducha.

Me había echado el cabello hacia adelante e introducía los dedos y lo agitaba un poco tratando de sacar el exceso de agua; y lo único que logré fue activar los botoncitos, mis movimientos se vieron interrumpidos cuando recordé la falta de perfume, busqué y en el fondo de la bolsa me encontré un pequeño perfume de brillos de roll on -que no recuerdo quién me obsequió- lo apliqué en forma discreta mientras subía. Tres pisos después y apareció de nuevo la constante interrogante de qué estaban pensando cuando construyeron esos escalones que parecen creados para gigantes, llegas a piso con el corazón en la mano y el aliento varios metros adelante.

— Maia, en un momento te llaman 
Agradecí y me acerqué a la ventana, la vista desde ahí es increíble, al frente hay un estadio antiguo con una estructura espectacular, con la modernidad ha quedado rezagado a solo eventos esporádicos y sin mayor importancia; y aún así se mantiene en pie, orgulloso e impoluto. Me llamaron  y me dirigí al consultorio.

— ¿A las prisas, Maia?
— Sí, doc, olvidé la cita
— No te preocupes, adelántate y colócate la bata, cuando estés lista me llamas
Me saqué la ropa y me coloqué la bata, mi cabello seguía húmedo, me acerqué a la mesa de exploración y lo llamé

— Maia, revisemos primero los pechos -me indicó los movimientos a seguir- ¿estás de acuerdo, Maia?
Y a pesar de saber lo que seguía y la incomodidad que me genera, en mi cabeza predominaba -como siempre- la interrogante ¿estoy lo suficientemente limpia?, ¿huelo bien?, ¿olvidé algo?. Bajé la bata y me di cuenta de su reacción, él se recompuso de inmediato pero esa sensación me resultó inquietante. Luego me indicó que me recostara para una exploración completa, al colocarse entre mis piernas su comentario fluyó sin percatarse — Hoy vienes luminosa, Maia
Una sensación de inseguridad se apoderó de mí e instintivamente uní las rodillas; y el resto de la consulta lo pasé callada. 

— Maia, te llamaré para los resultados -me sonrió y me abrazó cálido-

Llegar a casa y ducharme es lo que seguía; y al sacarme la ropa los brillitos se habían esparcido... 



miércoles, 5 de junio de 2024

Tan solo una cita


Música cortesía de María

Llegado el día, me puse un bonito vestido negro que jugaba un poco con las texturas y los cortes, no fue lo primero que encontré -como suele decirse- lo busqué específicamente para la ocasión.

— "Solo una cita y partimos de ahí, Maia", me lo dijo y parecía honesto, quizás por eso no sentía el peso de un compromiso o una promesa más allá de esa noche.

Llegamos al cine, había algunas personas en fila para escoger sus lugares, nos acercamos a cafetería; yo me quedé seleccionado las bebidas, café frío para ambos. Él se dirigió a taquilla, me quedé observando cómo se alejaba, indecisa mientras pensaba ¿fue buena idea salir con él?, es mi amigo y no quiero verlo de otra forma... ¿no quiero o no puedo?, ahí me quedé. 

Pedí las bebidas y fui a su lado, al llegar, él seguía escogiendo los lugares, su atención, concentración o distracción estaba a su derecha con la chica que tenía al lado; -y cualquier hombre lo haría, ella traía un escote monumental-, luego volvía a ver la pantalla para tratar de disimular  — Maia, querida, discúlpame,  hace años que no vengo al cine. -su nerviosismo era evidente-.

Todo el tiempo entre el café y la selección de lugares me sentí observada, tenía esa sensación de escalofrío en la parte central de la espalda,  como una espera larga de un dedo que está a punto de recorrerla y la espera se vuelve eterna. Mi cita ya lo había  notado y despertó a su macho interno, -me di cuenta porque asentó el brazo en mis hombros y la mano cerca de mi cuello, como quien delimita sus terrenos-, la sensación seguía y no quise evitarlo por más tiempo, me di la vuelta, detrás estaba un hombre -la única descripción que se me ocurre de él- bello en todos sus ángulos,  era un imán con forma de hombre, atractivo y con mucha personalidad; y tanto, que las piernas me temblaban y el pulso estaba enloquecido ante su mirada.

Quise parecer normal pero el temblor de mi cuerpo no cesaba y no pasó inadvertido a mi cita, había colocado su brazo alrededor de mi cintura — ¿Nos vamos, cariño? -asentí y nos dirigimos a la sala-. 

Mi cita había colapsado, él mirando a la chica de escote pronunciado y yo descubriendo en otro un deseo ingobernable. 

Iniciada la película, en un destello de luz pude darme cuenta que ese hombre esculpido por los dioses se había colocado a  mi lado izquierdo; y dentro de esa semioscuridad su mano envolvió la mía...


jueves, 30 de mayo de 2024

Sí, lo reconozco, a veces soy una pesadilla...



Fragmento de la malicia en la mujer
-La Catedral del Mar-


Como lo he mencionado en algunas ocasiones, mi madre decía y estaba firme en su creencia que las mujeres somos prácticamente la encarnación del mal; y cuando llegué a confrontarla preguntándole — Ma, pero tienes tres hijas, ¿somos malas?, ella respondía tajante que no, que sus hijas no lo eran precisamente por ser sus hijas. Al ver su rostro y esa mirada domadora prefería callar y no ahondar en el tema. Todo esto lo vine escuchando el tiempo que vivimos juntas -que no fue tanto, pero como si lo fuera-. La mujer envuelve y hace pecar al hombre, lo lleva por el mal camino, lo hace dudar, se mete en su mente y lo obliga a hacer cosas que al hombre no se le hubiese ocurrido... y así innumerables frases tan aprendidas a lo largo del tiempo. 

Cuando mi hermano mayor se quiso divorciar de su mujer después de siete años; y ya habiendo puesto toda la situación sobre la mesa a mis padres y los de ella, dos meses después, nos dio la noticia que ella estaba embarazada por tercera ocasión — ¡Qué diantres! -le cuestioné- ¿cómo dices no soportarse y la embarazas?, mi madre de inmediato salió en su defensa argumentando que ella había embaucado a ese pobre e indefenso angelito para evitar el divorcio — ¿Acaso te puso un arma para obligarte? — ¡Basta, Maia, es hombre!, la mujer se controla, el hombre no. Cuando decía ¡Hombre! parecía que hablaba de una divinidad...

Saqué el móvil cuando sentí la vibración de un nuevo mensaje; y antes que pudiera leerlo levanté la vista... Innombrable se quedó mirándome con sus ojos al acecho.

—¿Celosa, Maia? -no pude evitar reír internamente, en el exterior mi rostro parecía inmutable-
— ¿De tu quinceañera?
— De que pueda al fin desprenderme de ti, de tu yugo; y de haber conocido a alguien que te supera; ¡y por mucho!. Puedo asegurar que me he exorcizado de tu falta de querer. Ahora es que veo que eres todo lo opuesto a lo que cualquier hombre puede desear ¡Oh, cariño, me has perdido!; y Maia, tiene diecinueve. 

Conforme hablaba me fui perdiendo en mis pensamientos hasta dejar de escucharlo y me quedé observándolo, ¿En qué momento me pareció atractivo?, ¿Cuándo y por qué mi loca cabeza llegó a admirarlo?. Él seguía diciendo incoherencias sin apartar la vista de mí, intentando captar anticipadamente mi sentir y descubrir si sus palabras me hacían un daño que estaba muy lejos de sentir. 

Intuí la intención de su larga mirada, de su limitada sonrisa, tenía esa expresión de triunfo tatuada en cada partícula de su ser, salí de mis pensamientos y me centré en terminar la conversación insulsa con Innombrable.

Acerqué mis labios al lóbulo de su oreja, exhalé serena y le dije bajito — Uno no se arrepiente de lo que dice, lo hace de lo que calla; y yo contigo callé demasiado para no hacerte sentir mal... y tú... ¡sería tan fácil!.

Empezó a temblar; y me bebí de un sorbo su fuente de turbación . Me bebí el sonido de su quebrada voz crepitante ante la hoguera que, con solo un pequeño roce lo enciende. Me bebí su dureza hasta dejarlo flácido; y solo quedó frente a mí su cuerpo debilitado y vulnerable; y toda la seguridad que había mostrado se volvió humo.

Me levanté con calma, ese pequeño roce involuntario había sido suficiente acercamiento para una noche, para una vida; y antes de retirarme me incliné hacia él y dije:  — Rectifico... ¡Es... Eres tan fácil...!. -A lo lejos, su novia de turno me observaba furiosa-.

Yo me fui... y me llevé conmigo el delicioso mensaje que acababa de leer.


Quizás mi madre no estaba del todo equivocada, en lo que nunca estuve de acuerdo con ella es que todos los movimientos son por maldad natural en la mujer. Es quizás que esas pequeñas diferencias mentales hacen que la seducción sea más sutil, al igual que el rechazo.

sábado, 25 de mayo de 2024

A veces la inocencia

Hace unas noches,  veníamos de regreso de 'nomeacuerdo', manejaba, Marcos, mi compañero de escapada, en algún momento del camino miré hacia el cielo; y en una actitud escandalosa y sin precaución puse mi mano en el torso de, Marcos al tiempo que decía emocionada — ¡Espera, espera!, Marcos, sin entender qué sucedía; y con una calma infinita detuvo el auto — ¿Maia, estás bien?, ¿qué pasa?, —¿Has visto lo preciosa que está la luna?, espera que tomaré una fotografía .

Desde dentro del auto posicioné el móvil y disparé  intentando capturar la belleza que estaba admirando. Mi fotografía no llegó siquiera a la definición de mediocre 

Maia, ¿es así como tomas fotografías?, ¡no lo puedo creer!, tienes la mejor cámara, ¿cómo es posible que hayas tomado eso?
— ¡Oh, vaya!; yo quería lo que estoy viendo, ¿puedes arreglarlo, Marcos?

Marcos cogió el móvil,  configuró 'noséqué' y tomó un par de fotografías bellísimas 

— Ahora entiendo por qué no colocas fotografías en tu blog -me quedé observándolo un tanto sorprendida; y antes que pudiera reaccionar se apresuró a decir- Marcela me lo contó, a veces te leo; y otras veces también 





No dije más,  me acomodé en el asiento,  parecía serena pero mi cabeza trabajaba a marchas forzadas tratando de recordar cada momento de Marcos en mi blog, luego de un rato me relajé 
— Si mal no recuerdo te ha ido bien en el blog, 
— Por supuesto,  Maia, no esperaba menos de ti
— Y mira que no he contado la noche del barecito retro y las no-chicas
— ¿Y dejarás que lo olvide?
— Bueno,  quizás...


Si pienso en un buen amigo... pienso en él.

viernes, 17 de mayo de 2024

Un día movidito

🎼🎶





— Hablemos, Gurrumino, escucha, se acabaron los días de descanso y toca trabajar; yo voy a la clínica y tú te quedas aquí. Cuidas la casa y si alguien se acerca, gruñe y ladra fuerte para que te confunda con un perrito enorme, pero no olvides tus tiempos de descanso  que  no todo es trabajo, ¿va?. Yo regreso en unas horas y te daré esa comidita rica que tanto te gusta, ¿recuerdas?.

Gurrimino mueve su cabecita de un lado al otro, para sus orejitas y vuelve a su mundo. Totalmente ignorada me retiro.

Gurrumino vigilando la casa por cam

Gurrumino en su largo -muy largo- descanso


Gurrumino me escucha llegar y se alborota, emocionada lo lleno de caricias, Gurtumino vuelve a ignorarme, se aproxima a su plato y todo su cuerpo es pura emoción. 

¿Cómo sabe que hoy toca pollito?...


Té, café y barra libre
¿Nos acompañas?


martes, 14 de mayo de 2024

Llamada entrante...

🎼🎶

Maia, ¿dónde estás?
— En casa
— ¿En qué parte de la casa?
— En la habitación
Maia, ¿qué planes tienes hoy?
— Quedarme aquí, estoy cansada,  Sarita
Maia, no puedes desperdiciar un día precioso quedándote en casa, ¡salgamos!
— Prefiero que no
Maia, no seas aburrida
Sarita, si quieres puedes venirte
— Va, en un par de horas me paso por allá
— ¿Un par de horas?, ¿pues dónde estás?
— En un hotelito de provincia, tomando el sol -en pelotas- con un cape codder en la mano, aquí ya no hay nada más que hacer, he dejado vacío a Sergio
¿Sergio?
— Sí, amiga, no me regañes, a veces tropiezo con la misma piedra; y es solo para reafirmar por qué lo dejamos
— Bueno, como mejor te acomodes, Sarita
— Y tú, ¿sigues con el mismo tío?
— Sí
— ¿Y cómo van?
— Bien
— ¿Cómo es?, ¿por qué te tiene tan enganchada?
JM es adorable, hablador, callado, ruidoso, buen escucha, confiable, siempre dispuesto, generoso, abraza cálido,  irresistible, ¿mencioné que sabe escuchar?
— Joer, Maia, ¿me lo prestas? -risas en ambas-
— Pregúntale, Sarita
— ¿Me lo dejarías probar si él accede?
— Si él accede puedes llevártelo, Sarita, sin problema
— Jajaja, no, amiga, no hay que atizar la hoguera, he aprendido que los hombres son fáciles -y de fácil manejo-; y yo prefiero no invadir terrenos prohibidos, no, de mis amigas
— No pasa nada, Sarita
— A buen entendedor, Maia, solo que ellos ni se enteran
— Totalmente,  Sarita 

Y es así,  si tengo que cuidarlo es que no vale la pena, no vale el esfuerzo...