Vengo de una infancia en la que la casa siempre estaba impecable. Mi padre trabajaba 16 horas al día, al igual que mi madre; y a ella se le agregaban la casa y los hijos, aun así, en casa jamás hubo algo fuera de lugar, -si ponía un vaso en la mesa y por unos momentos me daba la vuelta, el vaso había desaparecido-. Al principio me quebraba la cabeza pensando ¿dónde lo habré puesto?, con el paso del tiempo entendí que para el orden y la limpieza, mi madre era una experta.
Así se sucedieron los días, los meses, los años, en un hogar disfuncional y en completa calma, porque por mutuo y sin decir palabra, habían decidido mantener las aguas de la superficie mansas.
También en mi infancia hubo sinsabores, como la infranqueable rectitud de mi madre; y el creer que los hombres son la máxima creación de un dios omnipotente que los hizo a su imagen y semejanza; y al que cada día habría de rendirle cuentas; y culto.
De mi padre, esa supremacía heredada y reforzada, tanto por sus padres, como por mi madre era su orgullo. Como buen macho alfa, mi padre llevaba la batuta -o eso creía- pero desde atrás; y sin que se diera cuenta, los hilos los moví mi madre.
Mi padre tenía sus aventuras, a veces eran las vecinas, otras más, una esposa afligida que el marido le ofrecía, mi madre se hacía de la vista gorda; y cuando parecía hundirse, se y nos decía con orgullo ¡Soy la esposa!
Alcanzados mis catorce muy bien desarrollados años, mi madre no tardó en decirme -sin decir- “El hombre cuando va a casarse quiere una mujer pura. De estreno. No de segunda mano, ¡o de quinta! Que a nadie le gusta comerse las sobras que otro dejó en el plato.” Padre Jorge Loring. -Yo solo la escuchaba- a veces me enfadaba, otras maldecía por haber nacido niña, los más de los casos, solo me reía.
Tiempo después y con la madurez suficiente, se me atravesó una belleza morena que tenía unos ojos de encanto y una sonrisa de infierno, -cómo recordé a mi madre-, tenía un cuerpo que parecía esculpido por los propios dioses.
En mis planes nunca estuvo casarme, no me interesaba llevar un matrimonio como el de ellos.
Definitivamente, tenía que probarlo y de paso descubrir si los hombres también pasaban a ser ''De segunda mano''.