sábado, 22 de febrero de 2025

Tiradito de cosas



Su mensaje decía que pasaría antes de las 23 hrs., que vistiera cómoda y simple porque me llevaría a un lugar desconocido para mí.

— ¡Vamos, Maia!, no queremos perdernos la diversión 
— ¿A dónde vamos, Saraí?

Ella sonrió, cincuenta kilómetros después entramos a la parte oculta de la ciudad.

— Esto no lo conocía 
— ¡Te lo dije!

Era intimidante estar allí, mientras el otro extremo se preparaba para dormir, en ese lado de la ciudad era todo bullicio y movimiento. 

— ¿Qué quieres hacer, Maia?
— No lo sé, que decida tu experiencia, pero oye, ¿es seguro aquí?
— Solo hay que cuidarse, amiga, tranquila, vienes conmigo 

El mercadillo era un tiradito de todo, atendido en su totalidad por hombres rudos de rostro alargado que te miraban fijamente. Empezamos el recorrido de los primeros 150 metros de ropa femenina, área de faldas, área de vestidos, área de blusas; y así, todo bien organizado.
 
El lugar era brillante por toda la luz que recorría esa larga fila de puestos, los toldos y paredes superpuestas se unían entre sí formando un único techo que no dejaba entrar las sombras nocturnas, solo podías distinguirlas en el cruce de calles, la oscuridad formaba siluetas extrañas.

— ¿Es ropa usada, Saraí?
— No, amiga; ya no le llamamos así, es ropa de segunda oportunidad, vamos, tienes que comprar algo 
— Estoy bien, gracias 
— No me digas que eres como mamá que no le gusta la ropa de segunda oportunidad 
— No lo sé, no había pensado en eso, pero anda; yo te espero viendo por aquí 

No quería hacerla sentir mal pero no tocaba nada por temor que se me activará la atopia porque no traía gel o algún producto con alcohol que minara sus efectos.

Continuamos el recorrido y doblando la esquina estaba la sección de caballeros, pequeña, no más de 50 metros, luego electrónica, comida, jabones artesanales, perfumes, esencias y tanto, que dos horas después aquello era abrumador e interminable. Agotada y con un punzante dolor de cabeza solo pensaba en la oscuridad y el largo regreso hasta el auto, era muy noche y si, estaba asustada.

Después de un rato, Saraí señaló al fondo un pequeño y aromático local de velas, incienso, lectura de cartas, tarot y cosas esotéricas, el único lugar atendido por dos mujeres y un hombre.

— Ven, Maia, quiero una limpia y te hice cita también a ti
— Ya es tarde, Saraí, empieza tú y según el tiempo vemos, o lo dejamos para otro momento, ve, por aquí te espero
— Tienes razón, siempre que vengo aquí se me pasa el tiempo sin darme cuenta, pero no te alejes que es peligroso

Revisé el móvil y pasaban de las cuatro, media hora después, Saraí salió del pequeño cubículo con una amplia sonrisa y cargada con varias bolsas de cosas; y seguida del chamán. Él me miró y me hizo una indicación que lo siguiera, negué el acceso y se acercó.

— ¡Tienes dolor en la muñeca izquierda!
— No, estoy bien 
— ¡Que extraño!, percibo tu sufrimiento -me encogí de hombros-

Nos despedimos y prometí volver -crucé los dedos en la espalda para no tener que hacerlo-. Caminamos de regreso y justo a las cinco se escucharon ruidos de cosas, metales, golpes, objetos cayendo, telas ondeando y un montón de sonidos que me pusieron en alerta.

— Estás temblando, tranquila, Maia, se están retirando

Me envolví en el brazo de, Saraí y  continuamos, -momentos así te hacer ver lo asustadiza que eres-, minutos después una voz se acercó abriéndose pasó, Saraí me jaló con fuerza del brazo izquierdo colocándome en el otro extremo al tiempo que un metal con punta pasó a milímetros de nuestros rostros.

Ver a todos esos hombres moverse con rapidez y al descuido me asustó, estar ahí, en ese momento, fue imprudente y aterrador. En breve tiempo estábamos en medio de la nada, totalmente solas y rodeadas de oscuridad


Encendimos las linternas de los móviles y llegamos al auto; ya en el interior, se dejó sentir un dolor en la muñeca izquierda, los siguientes minutos continuó hacia arriba y parte de la mano haciéndose insoportable. Nos detuvimos en urgencias, poco después volví porque una mala colocación de yeso hizo que entrara en cirugía; y ahora tengo una especie de tablillas envueltas en vendas y encima esta férula que me acompañará algunas semanas.

Maia, el chamán lo dijo, te dijo que te dolía la muñeca izquierda, fue una premonición, ¡tenemos que volver!...

¡Acompáñame!

Limonada, Té, Café o lo que apetezcas en la mesita de arrimo; y Shrek en la televisión -la regresaré tantas veces sea necesario si no la has visto-, ¿Sabías que hay como tres películas de este ogro?; yo no tenía idea, primera vez en mi lista.



viernes, 14 de febrero de 2025

Un día especial



Habíamos salido por un tiempo, él era un hombre encantador y enigmático. Una tarde quiso presentarme a su abuelita, Doña Alina, nos dirigimos a su casa en un barrio de los más antiguos. 

Ella, una mujer pequeñita, encantadora e interesante,  a veces dejaba asomar un carácter fuerte que competía con su rostro bondadoso, que seguro sirvió para mantener a raya a sus once hijos e incontables nietos. 

En algún momento de la tarde me miró; y su mirada se sintió escarbando hasta el último escondite de mi mente 

— ¿Y tú de dónde saliste? 
Una pregunta que únicamente te puede hacer una abuelita sin que te prepares para la batalla; y a la cual le respondes con humildad. 

— ¡No tengo idea! 

Entre él y yo la relación no rindió frutos; y antes de darnos cuenta la cosa terminó, pero a la abuelita, a ella me la quedé yo.

Hoy está a mí lado, lleva en su sangre sus raíces pasteleras; y me ha puesto a cocinar unos cupcakes de vainilla, montones de buttercream y fondant; y me ha advertido que... !me salen porque me salen.


¡Acompáñanos!
Té, Café, Limonada, Cupcakes y lo que apetezcas. ¡Ah!; y en el cómodo sofá negro, la encantadora compañía de la abuelita.




sábado, 8 de febrero de 2025

Con las manos atadas



El día amaneció estupendo, al transcurrir las horas esa aparente armonía se volvió en caos.

En el grupo de WhatsApp de la colonia -que casi nunca abro porque es tedioso leer las quejas de por qué un vecino sale a correr a la placita a las cuatro de la mañana, o cosas por el estilo-, una vecina solicitaba apoyo porque su auto y su casa habían sido vandalizados por huevos lanzados como proyectiles.

La vecina mencionaba que, por la posición del sol en ese momento, en sus cámaras había sido imposible ver quién fue el causante; y solicitó apoyo para saber si alguna de las cámaras vecinas captó algo.

Recordé el caso de la jovencita que al salir de la universidad fue agredida sexualmente un par de meses atrás en el otro lado de la ciudad; y aparentemente ninguna de las cámaras de las casas funcionaba; y quise ser solidaria. Revisé la grabación de ese día y le pasé una copia de ese momento.

Días después me llegó un documento que indica que debido a la reciente modificación a la ley, debo presentarme ante una autoridad; y pagar a la ciudad una altísima multa por invadir la privacidad de las personas; y una cuantiosa compensación a la persona -delincuente- que grabé sin su autorización, ocasionando daños y traumas a su persona; y tanto, que le es imposible salir a la calle porque le resulta en pánico, imposibilitándolo para ir a trabajar y dejandolo sin ingresos para proveer a su familia.

En dicho documento también señalan que enviarán un técnico que desinstale el equipo, el cual confiscarán; y que si opto por una querella, los gastos y costas correrán por cuenta mía -lo que sea que signifique eso-.

Días después me llamó un amigo abogado que está involucrado en los asuntos del estado; y me dijo que, al ver mi nombre en un expediente solucionó el problema, que, como consejo, cuide de los míos y no me involucre en lo que pase afuera -lo que sea que suceda... a eso hemos llegado.


¡Acompáñame!
Té, Café, o lo que apetezcas; yo me decanto por algo más fuerte.



martes, 4 de febrero de 2025

Pensamientos sueltos

Si está nublado o lloviendo, no puedo dejar pasar la oportunidad de encender el horno y cocinar unos deliciosos scones, estos pequeños panecillos dulces o salados que hacía mi madre en días de lluvia. En realidad ella los elaboraba dulces, no entendía que alguien pudiera cometer el sacrilegio de volverlos salados. 

Cuando le di a probar mis scones veganos -sin aclararlo-; y después de mencionar la típica frase de madres y abuelas "Ya puedes casarte", también comentó, "Éstos son los placeres de la vida de los que te privas por tus ideas retorcidas, imposible que estos panecillos puedan volverse veganos". Al ver la plenitud en su rostro al comerlos, desistí de hacer esa pequeña e importante aclaración, ¿tenía sentido?, definitivamente no, solo me dediqué a verla disfrutar los scones veganos en pequeños bocados que la remontaban a algún lugar lejano y feliz.

Hoy no está nublado, tampoco es día de lluvia, solo es un día más, en el que hace tanto frío afuera, que las ventanas se empañan por el contraste en la temperatura; y justo hoy me han dado el alta -a Gurrumino también-; y me han soltado esas tres palabras que me regresaron el alma a donde sea que anide, "Ya no contagias".


¡Acompáñanos!, Gurrumino y yo estamos felices de abrirte nuevamente las puertas de nuestro hogar.

Té, Café, Scones y lo que apetezcas, mantitas en el sofá y un listado de películas para disfrutar.