jueves, 20 de junio de 2024

La mirada de ayer


A veces me pregunto si soy el único bicho raro que determinadas situaciones me remontan al seno familiar, o acaso soy/somos/nos sucede a un montón...

Vino un amigo de visita de España 
— Maia, vamos a vernos 
— Ahora no puedo, estoy en el trabajo, te busco esta tarde
— Bueno, estaré en el departamento, solo bajaré a por la comida; -y entre tanto y tanto se dedicó a enviarme mensajes-
— Eres muy atractiva y sexy, puedes volver loco a cualquier hombre, aunque a veces te cueste aceptarlo
— Da igual,  qué gano con eso 
— Cómo que qué ganas,  gustar a los hombres,  Maia, deberías ser actriz porno
— Ja, es broma ¿no? 
— ¡Noooo!, piensatelo, puedes practicar conmigo tantas veces quieras, faltaría más 

Entró en mi habitación, entre sus manos llevaba el vestido amarillo con un tenue estampado de diminutas florecillas, fruncí el ceño, no es que me desagradara el vestido -o no tanto-, solo sentía que era demasiado en todo -ajustado,  cortito y escotado-. 

Sabía lo que eso significaba. Acompañar a mi madre a hacer algún trámite o reclamo; y sabía lo que sucedería, empezando por el taxista y su mirada insistente por el retrovisor, luego  el funcionario -cualquiera que estuviera en turno- me recorrería en principio por el rostro,  el escote, las piernas; y al regresar la mirada se quedaria detenido en mi rostro; y diría algo -lo mismo- que ya me sabía de memoria; y como siempre; yo me acercaría a mi madre y sin apartar la vista del funcionario le diría bajito,  "mami, me siento incómoda"; y mi madre con su característica mirada me mandaría callar; y todo esto no pasaría inadvertido para el funcionario.

Luego regresaríamos a casa y mi madre diría a mi padre "Fue difícil pero pude solucionarlo"; y esperaríamos el siguiente mes para hacer todo lo mismo.

— En diez minutos salimos, Maia -me entregó el vestido y salió del dormitorio.

No había mucho para hacer en mi aspecto, no usaba maquillaje y mi cabello ondulado era rebelde y largo, hacía tiempo que me había ganado la batalla y lo dejaba a su aire. Me puse el vestido amarillo y me senté a esperar que apareciera mi madre, restaban ocho minutos y ella era puntual, como aprendió a serlo el taxista si quería evitarse la reprimenda de mamá. 

— Eres una preciosidad -mencionó el funcionario- mi madre le lanzó una mirada fulminante que el funcionario no advirtió 
— Tiene trece -dijo mi madre sin apaetar la vista-
— Ya crecerá -ambos se miraron y después de un momento el funcionario, intimidado se recogió en su asiento.

Decía mi madre que la mujer ni puede, ni debe ser sexy o sensual porque, -por defenderla- se metería en problemas el hombre,  pero también decía que había que usar las armas que tenías a tu alcance...

Porque, los hombres pueden mirar, pero no tocar... a menos que se lo permitas...





viernes, 14 de junio de 2024

A las prisas

🎼 🎶


Olvidé la cita con el ginecólogo y media hora no era suficiente para prepararme y llegar a tiempo -quince minutos antes-, entonces, o me duchaba nuevamente e iba escurrida y caralavada o solo aseo íntimo y me presentaba como estaba; y recordando mi trabajo y lo desagradable que resultan los aromas cuando la higiene no es correcta o han pasado horas desde el aseo me decanté por una rápida ducha.

Me había echado el cabello hacia adelante e introducía los dedos y lo agitaba un poco tratando de sacar el exceso de agua; y lo único que logré fue activar los botoncitos, mis movimientos se vieron interrumpidos cuando recordé la falta de perfume, busqué y en el fondo de la bolsa me encontré un pequeño perfume de brillos de roll on -que no recuerdo quién me obsequió- lo apliqué en forma discreta mientras subía. Tres pisos después y apareció de nuevo la constante interrogante de qué estaban pensando cuando construyeron esos escalones que parecen creados para gigantes, llegas a piso con el corazón en la mano y el aliento varios metros adelante.

— Maia, en un momento te llaman 
Agradecí y me acerqué a la ventana, la vista desde ahí es increíble, al frente hay un estadio antiguo con una estructura espectacular, con la modernidad ha quedado rezagado a solo eventos esporádicos y sin mayor importancia; y aún así se mantiene en pie, orgulloso e impoluto. Me llamaron  y me dirigí al consultorio.

— ¿A las prisas, Maia?
— Sí, doc, olvidé la cita
— No te preocupes, adelántate y colócate la bata, cuando estés lista me llamas
Me saqué la ropa y me coloqué la bata, mi cabello seguía húmedo, me acerqué a la mesa de exploración y lo llamé

— Maia, revisemos primero los pechos -me indicó los movimientos a seguir- ¿estás de acuerdo, Maia?
Y a pesar de saber lo que seguía y la incomodidad que me genera, en mi cabeza predominaba -como siempre- la interrogante ¿estoy lo suficientemente limpia?, ¿huelo bien?, ¿olvidé algo?. Bajé la bata y me di cuenta de su reacción, él se recompuso de inmediato pero esa sensación me resultó inquietante. Luego me indicó que me recostara para una exploración completa, al colocarse entre mis piernas su comentario fluyó sin percatarse — Hoy vienes luminosa, Maia
Una sensación de inseguridad se apoderó de mí e instintivamente uní las rodillas; y el resto de la consulta lo pasé callada. 

— Maia, te llamaré para los resultados -me sonrió y me abrazó cálido-

Llegar a casa y ducharme es lo que seguía; y al sacarme la ropa los brillitos se habían esparcido... 



miércoles, 5 de junio de 2024

Tan solo una cita


Música cortesía de María

Llegado el día, me puse un bonito vestido negro que jugaba un poco con las texturas y los cortes, no fue lo primero que encontré -como suele decirse- lo busqué específicamente para la ocasión.

— "Solo una cita y partimos de ahí, Maia", me lo dijo y parecía honesto, quizás por eso no sentía el peso de un compromiso o una promesa más allá de esa noche.

Llegamos al cine, había algunas personas en fila para escoger sus lugares, nos acercamos a cafetería; yo me quedé seleccionado las bebidas, café frío para ambos. Él se dirigió a taquilla, me quedé observando cómo se alejaba, indecisa mientras pensaba ¿fue buena idea salir con él?, es mi amigo y no quiero verlo de otra forma... ¿no quiero o no puedo?, ahí me quedé. 

Pedí las bebidas y fui a su lado, al llegar, él seguía escogiendo los lugares, su atención, concentración o distracción estaba a su derecha con la chica que tenía al lado; -y cualquier hombre lo haría, ella traía un escote monumental-, luego volvía a ver la pantalla para tratar de disimular  — Maia, querida, discúlpame,  hace años que no vengo al cine. -su nerviosismo era evidente-.

Todo el tiempo entre el café y la selección de lugares me sentí observada, tenía esa sensación de escalofrío en la parte central de la espalda,  como una espera larga de un dedo que está a punto de recorrerla y la espera se vuelve eterna. Mi cita ya lo había  notado y despertó a su macho interno, -me di cuenta porque asentó el brazo en mis hombros y la mano cerca de mi cuello, como quien delimita sus terrenos-, la sensación seguía y no quise evitarlo por más tiempo, me di la vuelta, detrás estaba un hombre -la única descripción que se me ocurre de él- bello en todos sus ángulos,  era un imán con forma de hombre, atractivo y con mucha personalidad; y tanto, que las piernas me temblaban y el pulso estaba enloquecido ante su mirada.

Quise parecer normal pero el temblor de mi cuerpo no cesaba y no pasó inadvertido a mi cita, había colocado su brazo alrededor de mi cintura — ¿Nos vamos, cariño? -asentí y nos dirigimos a la sala-. 

Mi cita había colapsado, él mirando a la chica de escote pronunciado y yo descubriendo en otro un deseo ingobernable. 

Iniciada la película, en un destello de luz pude darme cuenta que ese hombre esculpido por los dioses se había colocado a  mi lado izquierdo; y dentro de esa semioscuridad su mano envolvió la mía...