martes, 19 de diciembre de 2023

Se alinearon los planetas

🎼 🎶


Cuando algo sale bien... todo sale bien. Haber decidido trabajar solo los fines de semana me ha traĂ­do el beneficio de tener estas fechas libres, motivo por el cual me despido brevemente y nos vemos en los dĂ­as siguientes.

Aprovechamos, Gurrumino y yo para desearte que pases con calidez las últimas semanas del año; y continúe así, indefinidamente.

Y ya lo sabes...
TĂ©, chocolate, leche, helado; y barra libre 24/7

¡ No olvides sonreír !

Gracias por la postal, DUICE

Gracias, Ester


sábado, 16 de diciembre de 2023

Una noche como cualquiera

MĂşsica cortesĂ­a de, El Demiurgo



Se acercaba la media noche cuando el videoportero anunciaba una visita, corroboré quién era y abrí la puerta

— Maia, ¿está el sobrino?
— Claro, ¿pasa algo?
— ¿Dónde lo tienes?
— Sarita, está en su habitaciĂłn, es cerca de media noche 
— ¡Me está esperando! -y Sarita pasó sin mirar atrás-

Cinco minutos después, nuevamente el videoportero

— Maia, amiga, ¿cómo estás?
— ¡Bien, Marce!, ¿tú?
— Sí, excelente, ¿está el sobrino de aquella?
— ¿De quién?
— ¿De quién va a ser? de Sara
— Sí, duerme, o debería
— ¡Paso!
— ¡Adelante!, estás en tu casa

Estaba por cerrar la puerta cuando una mano empujĂł con suavidad

— No me dejes fuera
— Disculpa, no te vi. ÂżVienen juntas tĂş y Marce?
— ¡Sí, pasó por mí!¿Y Gurrumino?
— En su habitación, Sandra
— Dame coordenadas por favor
— Subes, caminas a la derecha y es la penúltima puerta de la izquierda
— Un lío; ya me las apaño sola, permiso
— Seguro, pasa

Algo no estaba bien y encendí la cámara y solo vi a Gurrumino, subí y toqué en la puerta, Sarita abrió...

— ¿Sucede algo, Maia?
— Eso quiero saber
— Está bien, pasa
— ¿Y bien?
— Pues nada, Gurrumino nos invitó a una quedada
— No me digas... ¿A las tres?
— Bueno, tambiĂ©n a Cinthia pero le retiramos la invitaciĂłn, no es muy nuestra amiga
— ÂżQuĂ© sucediĂł?
— Dijo que el sobrino la prefiere
— ÂżY quĂ© dices tĂş?
— Pues... Gurrumino está confundido
— Ya, a ver, chicas, entienden que Gurrumino solo tiene una camita y ustedes no cabrĂ­an en ella
— Maia, que no somos tontas, nos iremos con el sobrino a tu habitaciĂłn, puedes quedarte si quieres
— Pues gracias; Âży quĂ© planes tienen para el resto de la noche?
— Maia, no seas inconsciente que el sobrino tiene que dormir; y nosotras tambiĂ©n 
— ÂˇBien!, a ver Âżdiscutieron con sus parejas o quĂ© sucede?
— ÂˇAy amiga!, pues sĂ­, Sergio es un dolor en el trasero, no le ha dicho a su madre que terminamos y ella quiere venir en noche buena
— Entiendo ÂżMarce?
— Cuido de Ninna, la alimento, me despierta un montĂłn de veces en la noche y todo el dĂ­a demanda mi atenciĂłn; y siempre que está conmigo llora, ah, pero no venga aquel que solo con escuchar su voz y Ninna se emociona y se olvida de su madre
— Marce, es su padre, cariño
— Pues sĂ­, pero solo para el jugueteo, los dejĂ© solos a ver quĂ© hacen, necesito una noche tranquila y que ellos se apañen solos
— Vale
— ÂżSandra?
— Ah, no, no; yo solo vine a hacer bola -y escuchar los chismes-
— Bien, se quedan en su casa; ya saben donde están las frazadas, pijamas, la cocina y lo que necesiten; yo voy a dormir
— Pero amiga, no te puedes ir
— Vamos, que tengo sueño y mañana trabajo, pĂłnganse de acuerdo con Gurrumino en cĂłmo pasaran la noche que mi habitaciĂłn está ocupada
— ¡No!, ¿JM está contigo?
— Quizás...

Un par de horas despuĂ©s tenĂ­a a Sara y Sandra entrando en mi habitaciĂłn, me levantĂ© y fui a la habitaciĂłn de Gurrumino, estaba vacĂ­a, bajĂ© y vi a Marce con Gurrumino en el sofá negro, cantándole una nana, Gurrumino dormĂ­a plácidamente en su regazo -las chicas venĂ­an detrás-. 

Me senté al lado de, Marce — Extraño a Ninna — Lo sé, anda, lleva a Gurrumino a su habitación, mientras prepararé glühwein.

lunes, 11 de diciembre de 2023

Mujeres

*🎼 🎶*


Ella es un ser con el poder de desobedecer, manipular, seducir; y engañar, tiene la capacidad -como los hombres- de libre albedrĂ­o, pero sucumbe a los deseos de la bestia. Su instinto predador la obliga a ser ambiciosa, egoĂ­sta e infiel â€” Madre, pero tĂş eres mujer â€” Pero yo no soy asĂ­, mis hijas tampoco â€” Madre, no seduces a quien no se deja seducir â€” Ellos son hombres, hija, la mujer los hace pecar. Te contarĂ©...

Cierta noche, el diablo llegó por una de sus víctimas, quiso jugar con él y darle ventaja; y le ofreció una única oportunidad de vida "Si logras engañarme -dijo al hombre-, te dejaré vivir por siempre, de lo contrario arderás eternamente en el báratro, te daré tiempo hasta mañana para que pienses cómo hacerlo" -y antes de desaparecer soltó una sonora carcajada que erizó hasta lo más íntimo del hombre-

Al dĂ­a siguiente, el hombre seguĂ­a tan asustado y sin encontrar alguna soluciĂłn, llorando se abrazĂł al regazo de su mujer y le confesĂł lo que habĂ­a sucedido -omitiendo el pecado- y como consecuencia la visita del diablo. La mujer se compadeciĂł de su marido maltratador y embustero y le dijo. 

—Te diré lo que vas a hacer, esta noche, cuando llegue el diablo, le dirás que tiene que adivinar lo que hay en esa esquina -y señaló hacia la izquierda
— ¡Pero mujer, no hay nada en esa esquina!
— ¡Confía en mí!

El hombre dudo de su mujer, después de todo, era solo una mujer; y él se estaba jugando no solo su vida, toda su eternidad. Llegó la noche y sin una idea de la cual asirse, cuando el diablo lo visitó esa noche llegó seguro e imponente ante el hombre.

— Me iré contigo si logras adivinar lo que hay en esa esquina -y señaló la esquina que su mujer le había indicado-. El diablo se esforzó y después de una hora en la que sus intentos de descubrir lo que allí había fallaron, le dijo — ¡Has ganado!.

El hombre se sintiĂł feliz y complacido, cuando el diablo le preguntĂł quĂ© habĂ­a allĂ­, el hombre no supo responder, encendiĂł la luz y pudieron distinguir una bola negra, pero no supieron quĂ© habĂ­a debajo, en un momento la bola se empezĂł a mover y de entre toda esa mata de larguĂ­simo cabello saliĂł serena su mujer. 

El diablo inclinĂł la cabeza y aceptĂł humillado su derrota, el hombre no entendĂ­a y preguntĂł por quĂ©, el diablo respondiĂł que la mujer es una maraña de enredos, engaños y mentiras; y todo está en su cabeza y de lo que de ella brota -su cabello-; y es por eso que en la mujer no puedes confiar. Por lo mismo, las mujeres no hacen amigas, porque hasta entre ellas se destruyen, ¡Ah, pero quĂ© bien saben! -concluyĂł el diablo antes de marcharse-.

A golpe de repeticiĂłn constante, por años creĂ­ -dĂ©bilmente- que lo que decĂ­a mi madre era una doctrina honesta, despuĂ©s de todo, Âżpor quĂ© me engañarĂ­a?; y en algĂşn momento lleguĂ© a acallar esa vocecilla que gritaba a pulmĂłn abierto que todo era una forma de sometimiento y obediencia para no hacer sentir menos a los hombres...

Este fin de semana -como cada año- se organizĂł en casa la posadita navideña con las amistades más cercanas, 

— ¿Por qué solo ocho?, preguntó, Sarita
— Sarita, porque el comedor solo tiene ocho sillas, Sara, Marce, Milli, Nani, SaraĂ­, Sandra, Cinthia, Maia
— Podríamos, rentar más sillas, Maia
— PodrĂ­amos, pero no lo haremos, Sarita. Son reuniones Ă­ntimas en las que hablamos sin reservas; y preguntamos de igual manera, no queremos miradas desconocidas Âżno? -Sarita negĂł rotunda-

Sarita confesó... y así, cada una de las chicas; yo me mantuve a distancia, más que nada por agotamiento físico -había trabajado todo el fin de semana, aparte, tuve que cocinar porque nadie sabe -o eso dicen-

— Y tĂş, Maia Âżcuándo vas a contarnos de las sesiones con Marcos?
— No lo haré, es trabajo, Marce
— Ya, pero, ÂżAcaso no sientes cuando tocas de un cliente su miembro? 
— Ja, lo dices como si trabajara en un prostíbulo; y uso guantes, Marce
— Sí, también los preservativos lo son, pero aún así se siente
— Buen punto, pero no es lo mismo, el roce es limitado
— ¿Te gusta lo que haces?
— Por supuesto, ¿qué sentido tendría hacerlo si no me gustase?
— ¿Qué sientes?
— Satisfacción, lo hago bien, a mujeres y hombres, Marce
— ¿Es diferente?
— ¡Sí, claro!, las mujeres quieren todo en una sesión, los hombres no, ellos van al paso, una cosa a la vez, como sus pensamientos
— Confieso que estoy celosa, Maia, Marcos aun vive en casa y llega radiante después de las sesiones
— No deberías, no de mí, Marce; yo solo hago mi trabajo -Sarita intervino, quizás mediando-
— Ha de ser más sencilla la depilación láser en los hombres, ellos ya tienen su manguito
— ¡Ay, Sara!...
— ¿Y te cuentan sus cosas, Maia?
— SĂ­, Sarita, se muestran pudorosos pero cuando sienten la confianza empieza la camaraderĂ­a, a veces sonrĂ­o y pienso Âżse acordarán que soy mujer a la que le están contando todo esto?. 

Luego pienso... si mi madre me viera -o me escuchara- ...

sábado, 9 de diciembre de 2023

Hay dĂ­as


— Amiga, ÂżQuĂ© haces? 
— Intentando trabajar, pero "alguien" no me deja, Sarita 
— Recuerda que tenemos la posadita este finde, te digo con tiempo para que no culpes al trabajo; y menos a... ¿quién no te deja trabajar?, ¿El sobrino?, Maia, inventate algo más creíble.



Té, café, chocolate caliente y barra libre...

jueves, 7 de diciembre de 2023

Hay momentos


El frĂ­o -en momentos- me mantenĂ­a incĂłmoda, acostada, tratando de atemperar el cuerpo, lo cubrĂ­a, pero no totalmente, solo dejaba un piecito al descubierto; y era suficiente para regular mi temperatura.

Él venía desde la cocina, su mirada caía en la esquina de la cama y se detenía, miraba el reloj -que nunca se quitaba-, confirmaba la hora con el despertador que estaba en la mesilla de noche a mi lado, las cuatro y diez de la madrugada, su rutina se sucedía cada noche, era como un ritual levantarse por un vaso con agua y al regresar subir o bajar la frazada según el frio o calor de esos momentos.

EncendĂ­a la linterna del mĂłvil y veĂ­a -ahora con desaprobaciĂłn- el piecito desnudo... yo observaba su hacer, resguardando parte de mi rostro bajo el edredĂłn, con los ojos semi cerrados, intentando parecer que dormĂ­a; y sentĂ­a su mano tibia acomodando bajo la frazada el piecito descubierto. 

Lo escuchaba susurrar apenas audible â€”¡No puede ser, Maia, vas a enfermar. CĂłmo explicarle que el piecito fuera regulaba mi temperatura si me gustaba esa forma suave de cuidarme

A la mañana siguiente, en el desayuno venían los reclamos
— Maia, querida, duermes muy mal, toda la noche te destapas, aunque no quieras habré de encender el calentón

Y lo cumplĂ­a, a la noche lo encendĂ­a, el calor me mataba; y me destapaba; y nuevamente la rutina de cubrirme 
— Maia, no es posible que hagas eso, vas a enfermar

Esperaba su respiraciĂłn calma y me levantaba de puntillas, abrĂ­a con cuidado la ventana y el frĂ­o entraba a raudales golpeando mi rostro caliente. VolvĂ­a a la cama y me cubrĂ­a pero un escalofrĂ­o ya me recorrĂ­a... sĂ­, definitivamente enfermarĂ­a.

Y nuevamente en la mañana...
— Maia, hasta dormida eres testaruda, encontré la ventana abierta, ¿por qué la abriste?, dímelo, prometo no enfadarme

La pregunta flotaba en el ambiente, quería decir la verdad pero esa protección en algo tan sencillo me gustaba sobremanera; y no quería dejar de sentirla; y le mentía, una pequeña y veloz mentira inocente que no dejaba de ser mentira.
— ¿Acaso no recuerdas? anoche te pedí que no la abrieras pero no me hiciste caso, estabas renegón, ¿quizás sonámbulo?
— ÂżEn serio?, no recuerdo -y ponĂ­a su carita de incertidumbre-

Y colocaba su mano en mi frente
— ¡La madre que me parió!, pero niña, ¡estás ardiendo!, perdóname, es una torpeza mía abrir la ventana en estos tiempos., tú quédate en cama que yo me hago cargo.

Y lo hacía... de alguna forma deseaba mantener lo más posible esa situación, ese ritual estremecedor.

Noches como la de hoy siento su ausencia...

lunes, 4 de diciembre de 2023

Cuando soy buena, soy muy buena; cuando soy mala, soy mejor -lo dijo Mae West-

🎼 🎶

El fin de semana, en una cena familiar en la que volvieron a incluir a Innombrable me trajo recuerdos que habĂ­a olvidado.

Necesitaba hacer unas compras de Ăşltima hora, para ese momento era imposible encontrar aparcamiento, taxi o Uber, nada estaba libre, Marcela se ofreciĂł a llevarme, mientras yo me escabullĂ­a e intentaba adquirir los productos olvidados para la cena, Marcela darĂ­a vueltas haciendo tiempo. Unas horas despuĂ©s habĂ­a terminado, llamĂ© a Marcela; y nos pusimos de acuerdo en dĂłnde encontrarnos, al acercarme, Marcela ya me estaba esperando, subĂ­ al coche, me sentĂ­a estresada.

— ¿Te apetece un chocolate caliente para desestresarte?. También puede ser algo más fuerte, amiga
— Un cafĂ© estarĂ­a bien -pasaban de las seis, la oscuridad se empezaba a sentir como el frĂ­o-
— Conozco una cafetería que te va a encantar, Maia, es retro, así, con esas cosas raras que te gustan
— ¿Y si vamos mejor a casa?, no tengo ganas de lidiar con otra multitud en estos momentos
— No te preocupes por eso, si lo sientes aglomerado podemos pedir servicio al coche, tienen unos apartados que no te lo vas a creer.

Llegamos, el lugar era precioso, pequeño y acogedor, estaba vacío, aún así, nos sentamos en una mesa al fondo con vista hacia el estacionamiento; y sí, tenía separaciones con cascadas de luces volviéndolo una experiencia placentera; y con el café en su punto empezaba a relajarme.

— Tenemos que volver en algĂşn momento, Marcela, pero al estacionamiento ¡es increĂ­ble! 

Deslizaba la vista por todo el lugar, estaba extasiada de tanta intimidad y belleza; y frente a nosotros, en un rincón al extremo izquierdo, justo después del estacionamiento de la cafetería había un coche aparcado, sus integrantes estaban en pleno movimiento.

— Espera, es...
— Mejor nos vamos, Maia, no hay que echar a perder tu noche
— Espera, pero ¿cómo?
— Hay, amiga, es un hdp
— Vámonos ¿si?; y da vuelta por favor
— No irás a rebajarte, Maia, no pienso permitirlo
— Tranquila, solo quiero asimilarlo

Marcela rodeó la cafetería y fue a quedar una cuadra detrás de -mi- coche, cerca de nosotros vimos a unos distraídos policías, bajé la ventanilla y les indiqué con la mano para que se acercaran

— ¡Caballeros! -sé que a algunos hombres les gusta ser llamados así, se eleva su instinto de protección- disculpen, me pareció ver en ese vehículo un hombre mayor con una menor
— Gracias, señorita, nos haremos cargo

Y nos fuimos de ahí, no quise quedarme a ver el desenlace. Llamé a los amigos y cancelé la cena de media noche; y me dispuse a esperarlo sentada en el sofá -antes rojo- él llegó casi al amanecer contándome una de sus mentiras extraída de su amplio repertorio.

— ¡Quiero que te vayas! -Habló, suplicó, pidió perdón, al final terminó culpándome, luego vino la resignación, cogió sus maletas- y se marchó
— ¡Me llevaré el coche que te regalé!
— Por favor; y no dejes nada o lo sacaré a la calle
— Te doy tres días para que vengas suplicándome que regrese

AzotĂł la puerta y desee no volverlo a ver, me acababa de destrozar el Innombrable  al involucrarse con mi sobrina. EsperĂ© paciente el dĂ­a y la noche siguientes, sabĂ­a que al amanecer viajarĂ­a al centro del paĂ­s. A una hora prudente llamĂ© a la policĂ­a y levantĂ© un acta por robo de vehĂ­culo. â€” Solo despertĂ© y el coche habĂ­a desaparecido -mencionĂ©-

No acostumbro poner la otra mejilla después del primer golpe, tampoco me siento orgullosa de lo que hice, pero en ese momento, qué satisfacción sentí con las múltiples detenciones que le hicieron a Innombrable para verificar si el vehículo era robado; y las muchas declaraciones que tuvo que ofrecer para aclarar la situación, si hasta para venderlo era un completo desastre. Al final el coche se quedó ahí y con los años ha venido acumulando polvo.

Marce estuvo en todo momento conmigo, por eso, por su apoyo y amistad constante es que la Ăşltima situaciĂłn con ella ha quedado en el olvido.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Pasar la tarde

🎼 🎶

Me había sentado en el cómodo sofá negro a pasar la tarde, series, un vinito y enseñando a Gurrumino a jugar con la pelota, pero a Gurrumino se le ocurrió mostrarse perezoso y solo quería estar en mi regazo, lo levanté e inmediatamente se acomodó y empezamos a charlar -sé que no me entiende pero lo intenta- el tinto ondeaba en la copa mientras yo enfocaba mi atención en el peludo, hasta el momento que recibí una llamada.

— Maia, ¿estás en casa?
— Estoy, Sarita, ¿pasa algo?
— ¿Y lo preguntas?, por supuesto que pasa, voy en camino
— Bien, aquí te espero
— Pues dale, que estoy fuera
— Sara, rápido has llegado
— Ay, amiga, que ya me conoces -y sí, Sarita tiene la manía de anunciar su presencia justo cuando está tocando a la puerta-
— Maia, serás mala, ¿dónde está el sobrino? -le señalé el sofá negro e inmediatamente se precipitó a su encuentro-
— Pero si es una monada, anda, vamos a darle una vuelta
— No se puede, Sarita, aún no tiene correa
— Ja; ¿y no quieres también un bozal?, mira que eres... no vaya a morder a algún mortal
— No es por eso, aunque temerario es, solo no quiero que vaya a perderse
— Vamos, somos dos para cuidarlo
— Está bien, pero manejas tú, que yo he bebido un poco -miedo me dio subirme con Sarita-
— Maia, le compré un cinturón de seguridad a ¿cómo dices que se llama el sobrino? — Gurrumino — pues eso, a Gurru ¿qué?, Maia, ¿le has puesto un nombre tan feo a una cosita tan preciosa?
— Diría que sí, pero mira, tiene carita de Gurrumino
— Jo, pues ya quĂ© -y levantando a Gurrumino al nivel de su rostro le dijo- â€” Âˇpues Gurrumino te llamas pero te han jodido la existencia—  
— Sarita...
Le colocĂł el cinturĂłn de seguridad y el pobre Gurrumino iba que parecĂ­a que lo habĂ­an crucificado
— No, definitivamente no, esos cinturones más que de seguridad parecen de castigo

Estacionamos en el parque, caminamos y Sarita, cargando a Gurrumino le mostraba las plantas, los árboles, las bancas y lo acercaba para que olfateara todo, el peludo empezó a fastidiarse de tanto mimo e intentó bajarse.

— Maia, pero es que ¿cómo se te ocurre sacarlo sin correa?
— Pues...
— Pues nada, amiga, eres un pelín irresponsable -me encogí de hombros-
— Mira, Maia, viene el señor de los helados, ¿compramos?
— Va
— ¿Y qué hacemos con Gurrumino?, ¡ah; ya sé!

Sarita intentĂł desactivar su alarma y nada, introdujo la llave y lo abriĂł manual, colocĂł a Gurrumino en el asiento trasero y cerrĂł con llave, quiso poner alarma y nada. â€” Algo anda mal, Maia â€” 
Pedimos el helado, ella de crema y yo de frutas; y al volver al auto, Gurrumino no estaba, buscamos por todos lados y el peludo no aparecĂ­a, a punto de la desesperaciĂłn caminamos llamando a Gurrumino... a lo lejos un ladrido, corrimos a su encuentro y no lo veĂ­amos, el ladrido estaba pero, ÂżdĂłnde?.

Dentro de un auto estacionado idĂ©ntico al de Sara, se encontraba Gurrumino 
— Pero, ¡quĂ© diantres!, ÂżcĂłmo llegĂł hasta aquĂ­?, Maia, revĂ­salo bien, no vaya a ser uno que se le parece y quiera engañarnos, ÂżsĂ­ es? -Sarita habĂ­a colocado a Gurrumino en un auto parecido al suyo- 
Y la despistada soy yo...

Afortunadamente, Gurrumino regresĂł al seno familiar sin trauma aparente pero, lo que realmente asusta es; que la llave de tu coche con chip Ăşnico -supuestamente- pueda abrir otros autos del modelo sin ningĂşn problema. Esta situaciĂłn me dio terror y me hizo hacer una publicaciĂłn en un grupo femenino como una forma de apoyo entre mujeres y mi sorpresa fueron las cuatrocientas -poco más- respuestas que recibĂ­ donde a todas les habĂ­a sucedido lo mismo...