Esta mañana calurosa de fin de semana acepté la invitación de Sarai para ir a desayunar. Preparé mi estómago con antiácidos e hice una piadosa solicitud a todos los santos para que me acompañaran en ese calvario. Sarai es una mujer adulta que insiste en creer que su/mi estómago es de acero, -como aquellos tiempos de adolescencia que podías comer lo que fuera y no dañabas tu intestino-.
— Te prometo, amiga que te va a encantar, la comida aquí es deliciosa, Maia, si no la has probado, no sabes de lo que te has perdido...
Temí lo peor esperando lo mejor; y mi esperanza se vio significativamente reducida cuando entramos al estacionamiento del mall -milagrosamente; y en un instante aprendí a rezar- Recorrimos el último tramo del estacionamiento y prometo que mis piernas se volvieron de papel. ¿Y cómo hacer para negarme?, si Sarai es compleja en su sentir, siendo una mujer desfavorecida en todos los aspectos es difícil decirle que no a cada uno de sus absurdos.
Tratar su autoestima con pinzas ha logrado avances milimétricos que para ella han significado grandes logros, para mí, pases directos al hospital -la última vez con una semana de internamiento-
— Sarai, amiga, ¿segura que quieres comer aquí?, podemos ir a cualquier lugar que se te ocurra
— Amiga, no creas que los lugares caros tienen los mejores alimentos, anda, te va a gustar -asentí resignada- ¿Quieres que pida por ti, Maia?
— Diría que no, amiga
El lugar olía a grasa pasada por el fuego incontables veces, olía a rancio, olía a otro pase al hospital, ¿qué podía pedir que no hubiese pasado por esas ollas con tizne?, empecé a observar detalladamente cada producto que ofrecían, Sarai ya había ordenado y yo seguía con dudas
— Agua, por favor, que esté fría y embotellada; y ese panquecito que está ahí, el de chocolate extra
— ¿El empaquetado? -asentí con un ligero movimiento- pero es industrial, tenemos unos caseros buenísimos, son frescos
— Está bien, tráigame uno
No hice caso a las recomendaciones de Sarai y solo probé un poco del panquecito, lo suficiente para no ofender su invitación; y creer que mi estómago estaría salvo
— Maia, no puedo abrir mi refresco, ¿me ayudas?
— ¿Por qué sigues tomando refresco?, eso es dañino
— Que va, amiga, es lo mejor de lo mejor, lo encuentras en todos sitios y siempre están fríos
— Pero tienen demasiada azúcar; y cosas
— Me gusta el refresco; y la comida de sitios como este
— No puedo, Sarai, ¿por qué diantres no te lo abrió el mesero?
— Porque era su hora libre, fuimos las últimas que atendió; y da las gracias a Dios que se compadeció de nosotras, si no, tendríamos que haber ordenado desde caja
— Vaya... mejor no digo nada, solo busca a alguien que la abra
— Hay dos hombres por allá, espera
Sarai se acercó y habló con ambos, uno de ellos se ofreció a ayudarla y sin un mínimo esfuerzo abrió la botella; yo me quedé observando al otro, un hombre clásico y tremendamente atractivo, ¿rondará los setenta, quizás más?; y ahí me quedé, pensando, observando
— Que coraje, ¿viste como la abrió?, casi le puso el dedo encima e hizo girar la rosca, ¡sin esfuerzo!
— Lo vi, ¿y por qué no le dijiste al otro hombre, al clásico? -se encogió de hombros-
Lo seguí con la mirada, su porte, su atuendo, su cabello, él seguía con su atención en algo que traía entre sus manos, estaba en otro local -lejos de esa suciedad en la que Sarai y yo nos encontrábamos- sentía que alguien me observaba pero no hice caso, mi concentración estaba con ese caballero; y sin darme cuenta había comido todo el panquecito de chocolate extra.
La sensación de ser observada seguía y voltee, aún absorta, había un hombre de pie mirándome fijamente, me sonrió, le devolví la sonrisa y nos quedamos mirándonos; y sonriéndonos, parecía tan familiar, hasta que se unieron varios hombres y se fueron lentamente, antes de perderse -el más joven- se volvió y nuevamente me sonrió, ¿padre e hijo?, quizás...
Es de noche, tenía una salida al karaoke con unos amigos y estoy aquí, incómoda y tumbada en el sofá negro, con una taza de té que se ha enfriado sin tocarla, hablando con un amigo e indecisa si acudir o no al hospital.