viernes, 17 de mayo de 2024

Un día movidito

🎼🎶





— Hablemos, Gurrumino, escucha, se acabaron los días de descanso y toca trabajar; yo voy a la clínica y tú te quedas aquí. Cuidas la casa y si alguien se acerca, gruñe y ladra fuerte para que te confunda con un perrito enorme, pero no olvides tus tiempos de descanso  que  no todo es trabajo, ¿va?. Yo regreso en unas horas y te daré esa comidita rica que tanto te gusta, ¿recuerdas?.

Gurrimino mueve su cabecita de un lado al otro, para sus orejitas y vuelve a su mundo. Totalmente ignorada me retiro.

Gurrumino vigilando la casa por cam

Gurrumino en su largo -muy largo- descanso


Gurrumino me escucha llegar y se alborota, emocionada lo lleno de caricias, Gurtumino vuelve a ignorarme, se aproxima a su plato y todo su cuerpo es pura emoción. 

¿Cómo sabe que hoy toca pollito?...


Té, café y barra libre
¿Nos acompañas?


martes, 14 de mayo de 2024

Llamada entrante...

🎼🎶

Maia, ¿dónde estás?
— En casa
— ¿En qué parte de la casa?
— En la habitación
Maia, ¿qué planes tienes hoy?
— Quedarme aquí, estoy cansada,  Sarita
Maia, no puedes desperdiciar un día precioso quedándote en casa, ¡salgamos!
— Prefiero que no
Maia, no seas aburrida
Sarita, si quieres puedes venirte
— Va, en un par de horas me paso por allá
— ¿Un par de horas?, ¿pues dónde estás?
— En un hotelito de provincia, tomando el sol -en pelotas- con un cape codder en la mano, aquí ya no hay nada más que hacer, he dejado vacío a Sergio
¿Sergio?
— Sí, amiga, no me regañes, a veces tropiezo con la misma piedra; y es solo para reafirmar por qué lo dejamos
— Bueno, como mejor te acomodes, Sarita
— Y tú, ¿sigues con el mismo tío?
— Sí
— ¿Y cómo van?
— Bien
— ¿Cómo es?, ¿por qué te tiene tan enganchada?
JM es adorable, hablador, callado, ruidoso, buen escucha, confiable, siempre dispuesto, generoso, abraza cálido,  irresistible, ¿mencioné que sabe escuchar?
— Joer, Maia, ¿me lo prestas? -risas en ambas-
— Pregúntale, Sarita
— ¿Me lo dejarías probar si él accede?
— Si él accede puedes llevártelo, Sarita, sin problema
— Jajaja, no, amiga, no hay que atizar la hoguera, he aprendido que los hombres son fáciles -y de fácil manejo-; y yo prefiero no invadir terrenos prohibidos, no, de mis amigas
— No pasa nada, Sarita
— A buen entendedor, Maia, solo que ellos ni se enteran
— Totalmente,  Sarita 

Y es así,  si tengo que cuidarlo es que no vale la pena, no vale el esfuerzo...




viernes, 10 de mayo de 2024

Después del recuerdo

Conforme escribo, trato de recordar el nombre de aquella tía que vi en mi niñez en contadas ocasiones, era la mayor de las hermanas del lado de mi madre. 

Cuando la conocí ya tenía en su haber ocho divorcios; y en aquellos tiempos -retorcidos- yo creería que el divorcio era una ardua tarea que consumía tiempo y recursos -eso decía mi madre- pero ella sabía el camino que le facilitaba las cosas,  tenía buenas amistades; y por supuesto, una exquisita belleza; y una clara distorsión de los límites. 

El recuerdo de su aspecto es como una postal desvanecida. La tía era de tez morena, ojos grandes, mirada oscura y confortable, una mujer voluptuosa, cintura reducida, de largas piernas y con una lacia cabellera negro brillante.

Su último marido era tan encantador como mujeriego; y al vivir en un pueblo chico todos sus devaneos eran conocidos. Una tarde, estando de visita en casa de la tía, -su casa, al estar en un punto central, era camino obligado para ir a cualquier dirección-

A lo largo de la tarde empezaron a transitar distintas personas, ella mencionaba, "Con esta mujer se enredó mi marido en tal fecha y lugar", "Con esta otra sucedió parecido", "A esta la vi en pleno acto"; y así transcurrió la tarde entre mujeres avergonzadas que pasaban con la mirada en el piso, mi madre por supuesto enfadada por la -soez- conversación de la tía. 

— ¿Por qué sigues con él? -mencionó mi madre-
— Porque activa mi imaginación
— ¿Cómo lo hace?
— A veces le cambio el azúcar por sal, al agua de frutas le pongo picante, al papel sanitario le recorro la placenta del chile, le hilvano el tiro del pantalón y cuando se sienta se rompe, le pongo el despertador a mitad de la noche, clavitos de olor en las sandalias; y muchas cosas más
— ¿Eso te provoca placer?
— No tienes idea de cuánto
— ¿Qué hay después?
— ¡El divorcio!

La tía tenía tres hijos, dos mujeres, la mayor era hermosa y la siguiente nada agraciada, un hombrecito igual de encantador y mujeriego que el padre. La conocí en su último matrimonio, años después supe que terminó igual que los otros, el tiempo de vida que siguió decidió hacerlo sola, llena de viajes, hombres y diversión... La tía Lina vivió hasta los 97 años.

— Estoy pensando en el divorcio 
— Sarai, prácticamente te acabas de casar, no has cumplido un año
— Lo sé, Marce, pero lleva cuatro años sin trabajar; y me engaña con cuanta falda se cruza en su camino
— Cariño, pero eso ya lo sabías
— Pero no me afectaba, Maia
— ¿Qué ha cambiado, Sarai?
— Que estoy cansada, ¡Ay, Maia!, también estoy embarazada; y cuando he dicho que quería interrumpir el embarazo se lo ha dicho a todos, todos me han señalado, ahora soy la mala del cuento y él, una pobre víctima de esta comehombres desalmada
— No sé mucho de situaciones legales pero creo no puedes divorciarte estando embarazada, amiga
— Sí; ya me enteré; y también tuve que aguantarme el sermón del domingo del padrecito que delante de todos los feligreses ha dicho que me consumiré en las llamas del infierno por siquiera pensarlo; y ha enfurecido más porque le respondí que bueno, si ya por pensarlo estaba mi lugar asegurado, pues qué importaba si lo llevaba a cabo; y con una mirada que echaba fuego me ha echado de la iglesia
— ¿Tú qué quieres hacer, Sarai?
— Tenerlo
— ¡Vaya!, ¿te felicito?
— Pues ya qué... La abogada también me dijo que si insisto en lo del divorcio, mi marido puede exigir pensión
— Obvio, con eso que está -sobrecalificado- y no lo contratan -según él- pues no trabaja, por supuesto que te toca su manutención, aparte del total de gastos de tus dos hijos, tres con el que viene
— Pero no es justo, mis hijos qué, ¿pero él?
— Bueno, tienes siete u ocho meses para hacer que las cosas funcionen a tu favor, o aceptar tu matrimonio
— Ya empecé, le dije que mi embarazo es de alto riesgo y tengo que dejar de trabajar; y traspasar la clínica, que se tiene que hacer cargo del total de los gastos
— ¿Y qué ha dicho?
— Que quizás sea buena opción interrumpir el embarazo
— ¡Vaya!
— Necesito que trabaje este añito; y cuando presente la solicitud de divorcio pueda quitármelo de encima
— Lo que necesitas es pensar bien las cosas antes de embarcarte, no dejes todo al corazón, que un poquito de razonamiento ayudaría, amiga
— Lo sé,  Maia, es que me encantan los hombres 
— Pues dátelos, pero no te enganches 
— Ya, ya sé,  Marce, pero no pienso
— Pues hazlo... -Sarai se encogió de hombros-

En una ocasión tuvimos que rescatar a Sarai de detrás de los puños de su primer marido.  La segunda vez la rescatamos de un intento de secuestro del segundo marido. Esta tercera ocasión,  no sé qué sucederá está vez... A veces pienso que Sarai es un poco masoquista.

¿Tan necesitados estamos de afecto que hacemos lo que sea por una caricia?...



lunes, 29 de abril de 2024

"Puedes sacar a una persona de su barrio, pero nunca podrás sacar el barrio de la persona"



— ¿Te gusta el restaurante, Maia?
— Sí, es diferente 
— Y coincide con tu nombre, así, al natural
— ¿A qué viene eso?
— Me gusta que una escuálida letra cambia el sentido de todo; y Maia, tiene atención especial para veganos, vegetarianos, keto, low carb; y algunas más 

Me quedé observándolo, es un lugar acogedor e íntimo, cuelgan de sus paredes cuadros representativos de la civilización Maya, al igual que figurillas ocupado los distintos rincones.

— ¿Y qué celebramos?
— Te lo cuento después 
— Bien, Marcos, el lugar es interesante, están acaparando a todos los -in-deseables
Jajaja; y los que hagan falta, querida amiga, todas, todos, todes; y los demás son bienvenidos, por cierto, ¿mencioné que  las bebidas son espectaculares?, podrás pedir cualquiera con los ojos cerrados y no te decepcionaría.
— ¿Qué me dices de la comida, algo que me recomiendes?
— Vamos, Maia, tú eres mi carta más fuerte, tendrás que decirme cómo ves el menú 

Al terminar me ofreció un cuadernillo y un bolígrafo, pensé en mentir, pero también en la confianza que estaba depositando en mí. La comida era deliciosa, pero las porciones extremas e interminables, observé a los demás comensales y en cada mesa había una proporción exagerada de restos de comida...

A qué niño no le dijo su madre -Quiero el plato limpio-, -No te levantarás de la mesa hasta que hayas terminado-, -Hay muchos niños que no tienen qué comer y tú desperdiciando-, -Tu padre trabaja de sol a sol para llenar tu plato-, -Te acabas todo-, -Me pasé horas cocinando para que tú lo dejes-, -Si me quisieras un poco te comerás todo lo que te sirva- ... Y así, infinidad de frases características de las madres que fui recolectando en las visitas a casa de mis amigos a lo largo del tiempo. 

Mi madre era incapaz -conscientemente- de obligarnos a algo y solo me/nos decía -No tengas en cuenta el esfuerzo que hago en trabajar y atenderlos, come lo que puedas-; y ahí resumía las frases de todas las madres...

Seguía con el cuadernillo y el bolígrafo en la mano y solo me puse a escribir...

-Quizás solo hacer una acotación en el menú "Porciones para compartir"- ...





martes, 23 de abril de 2024

Bendito entre las mujeres

Una reunión improvisada entre las ocho habituales -y Marcos- que en esta ocasión ha sido la única diferencia, llegó buscando cervezas; y consciente que no encontraría mencionó 
— Ya lo sabía, por eso he traído algunas artesanales; y unos vinitos, para ti agua, Maia
— Prefiero té

Y así dio inicio esa loca reunión sin un tema concreto, solo reír mucho y fuerte, hablar de todo, o solo escuchar y tratar de seguirnos el hilo -sin lograrlo del todo- a cada una de nosotras, incluidas las tonterías, el sexo o los sueños, una comida nada pretenciosa que en manos de Marcos terminó siendo una delicia.

Terminar el día con una película que abordaba las formas sencillas de buscar y encontrar, sino la felicidad, la paz en lo cotidiano.

Una larga noche jugando y bromeando; y un desayuno en pijama, dentro de una íntima naturalidad, sin formas; y volver al sofá escuchando música en volumen alto, con ganas de permanecer así por siempre.

Y en esos minutos de silencio, cuando todo está en calma; y el tiempo parece detenido, se percibe el aroma de Marcos impregnando la habitación... sí, definitivamente, imposible obviar su naturaleza.

miércoles, 17 de abril de 2024

Siguiendo la línea

Viendo una miniserie coreana -Con tacto especial- de 16 capitulos -sí, muchos capitulos- en el episodio 6, minuto 34:40 aproximadamente, la protagonista y su amiga -ambas de nombre impronunciable- al enterarse que hay en la ciudad un ladrón de ropa interior femenina se asustan y corren a una tienda de lencería a comprar unos hermosos tanguitas de encaje en colores brillantes, ¿Por qué hacen eso?, es simple, ellas aluden que si el ladrón llegara a  robar sus prendas íntimas, morirían de vergüenza si viera los andrajos que visten. ¿Episodio de telenovela?, diría que no.

Sucedió hace un mundo, estaba en mis -casi- veintes. Paulina, una amiga estudiante había tenido un accidente en motocicleta llevando la peor parte su tobillo derecho prácticamente desprendido, tuvieron que reajustarlo con unos torniquetes -clavos, cincel, martillo o lo que  hiciera falta- para volverlo a unir, los cuales llevaría por el resto de su vida.

Al contarnos su experiencia, Paulina no mencionó los detalles del accidente, tampoco el dolor sentido o las múltiples operaciones a las que fue sometida, solo se enfocó y enfatizó en la ropa interior que portaba en ese momento — Les di batalla porque no quería que me vieran así; y morí de vergüenza cuando rompieron mis jeans y se dieron cuenta que traía unos calzones de abuelita; y desde ese día prometí que siempre estaría preparada.

Laura, otra amiga que estaba en su proceso de fertilidad, cuando acudía a sus citas médicas iba maravillosa desde dentro y hacía afuera, aunque regresase derrotada su lencería bonita no faltaba. Me alegró saber que años después tuvo un pequeño que complementó su familia.

Había estado todo el día en la clínica, me movía lento y el trabajo se estaba acumulando, al final me di por vencida cuando el dolor se volvió -casi- insoportable y hubo necesidad de reagendar a un par de chicas.

Regresé a casa de noche, JM me recibió cálido y acolchado, sabía que en algún momento acudiría a urgencias pero me resistía a hacerlo, aún así me preparé para el momento, ducha, lencería bonita y cómoda... ¿cómoda?, en aquellos años ¿cuántas veces eliminé esa palabra de mi vocabulario?, incontables, para ser exacta -Mujer bonita va incómoda- decía mi madre. 

Stiletto aunque estés cansada, vestido o falda, no importa si tienes frío, cinto para definir la cintura -y sobre la piel un cordel ajustado para marcarla- body control para mantener todo en su lugar, medias o pantimedias sin importar la temperatura; y siempre depilada, aromatizada, peinado con secador, tenazas, rulos eléctricos o lo que hiciese falta; y estilizado con spray en ciertas áreas, maquillada, sin olvidar el carmín en los labios, si mi madre me viera...

Fue un cálculo renal el que me mantuvo retenida un largo fin de semana; y poco más. Ah, por cierto, así como yo, la lencería bonita y cómoda pasó los días guardada en un cajón del hospital -sin ser tocada-.


martes, 9 de abril de 2024

Va de sustos



Hace semanas y para dar por finalizado el contrato con los especialistas -aquellos que vinieron a solucionar el problema con los inquilinos- y por seguridad de Gurrumino, les pedí que hicieran una inspección y retiraran todo lo que habían colocado -si es que dejaron algo-. Ellos llegaron a hacerse el tonto y minutos después me aseguraron que ya no había peligro para Gurrumino, les creí al verlos sacar un contenedor de cosas.

Sábado
Aún con rezagos de la intoxicación, agotada y torpe; y Gurrumino calladito y fuera de mi vista... Algo pasa -sentí- y empecé a llamarlo, sí, lo reconozco, a la voz de mando, Gurrumino es medio socarrón y cavernícola, pero cuando le hablo tierno, el cachorro se derrite y le sobran segundos para llegar a mi lado.

De repente se escucharon sonidos extraños, corrí asustada y Gurrumino tenía su carita metida en una bolsa con tapas, algodones y cosas de los especialistas, lo levanté y le lavé su carita y boca mientras le llamaba a Sarai -Sarai es veterinaria y atiende a Gurrumino- llegó en minutos, lo revisó y medicó; y el resto del día, Gurrumino estuvo en observación hasta quedar fuera de peligro.

Es como tener un pequeño eternamente...



viernes, 5 de abril de 2024

Dichosa la rama que al tronco sale

Esta mañana calurosa de fin de semana acepté la invitación de Sarai para ir a desayunar. Preparé mi estómago con antiácidos e hice una piadosa solicitud a todos los santos para que me acompañaran en ese calvario. Sarai es una mujer adulta que insiste en creer que su/mi estómago es de acero, -como aquellos tiempos de adolescencia que podías comer lo que fuera y no dañabas tu intestino-.

— Te prometo, amiga que te va a encantar, la comida aquí es deliciosa, Maia, si no la has probado, no sabes de lo que te has perdido...

Temí lo peor esperando lo mejor; y mi esperanza se vio significativamente reducida cuando entramos al estacionamiento del mall -milagrosamente; y en un instante aprendí a rezar- Recorrimos el último tramo del estacionamiento y prometo que mis piernas se volvieron de papel. ¿Y cómo hacer para negarme?, si Sarai es compleja en su sentir, siendo una mujer desfavorecida en todos los aspectos es difícil decirle que no a cada uno de sus absurdos.

Tratar su autoestima con pinzas ha logrado avances milimétricos que para ella han significado grandes logros, para mí, pases directos al hospital -la última vez con una semana de internamiento-

— Sarai, amiga, ¿segura que quieres comer aquí?, podemos ir a cualquier lugar que se te ocurra
— Amiga, no creas que los lugares caros tienen los mejores alimentos, anda, te va a gustar -asentí resignada- ¿Quieres que pida por ti, Maia?
— Diría que no, amiga

El lugar olía a grasa pasada por el fuego incontables veces, olía a rancio, olía a otro pase al hospital, ¿qué podía pedir que no hubiese pasado por esas ollas con tizne?, empecé a observar detalladamente cada producto que ofrecían, Sarai ya había ordenado y yo seguía con dudas

— Agua, por favor, que esté fría y embotellada; y ese panquecito que está ahí, el de chocolate extra
— ¿El empaquetado? -asentí con un ligero movimiento- pero es industrial, tenemos unos caseros buenísimos, son frescos
— Está bien, tráigame uno

No hice caso a las recomendaciones de Sarai y solo probé un poco del panquecito, lo suficiente para no ofender su invitación; y creer que mi estómago estaría salvo

— Maia, no puedo abrir mi refresco, ¿me ayudas?
— ¿Por qué sigues tomando refresco?, eso es dañino
— Que va, amiga, es lo mejor de lo mejor, lo encuentras en todos sitios y siempre están fríos
— Pero tienen demasiada azúcar; y cosas
— Me gusta el refresco; y la comida de sitios como este
— No puedo, Sarai, ¿por qué diantres no te lo abrió el mesero?
— Porque era su hora libre, fuimos las últimas que atendió; y da las gracias a Dios que se compadeció de nosotras, si no, tendríamos que haber ordenado desde caja
— Vaya... mejor no digo nada, solo busca a alguien que la abra
— Hay dos hombres por allá, espera

Sarai se acercó y habló con ambos, uno de ellos se ofreció a ayudarla y sin un mínimo esfuerzo abrió la botella; yo me quedé observando al otro, un hombre clásico y tremendamente atractivo, ¿rondará los setenta, quizás más?; y ahí me quedé, pensando, observando

— Que coraje, ¿viste como la abrió?, casi le puso el dedo encima e hizo girar la rosca, ¡sin esfuerzo!
— Lo vi, ¿y por qué no le dijiste al otro hombre, al clásico? -se encogió de hombros-

Lo seguí con la mirada, su porte, su atuendo, su cabello, él seguía con su atención en algo que traía entre sus manos, estaba en otro local -lejos de esa suciedad en la que Sarai y yo nos encontrábamos- sentía que alguien me observaba pero no hice caso, mi concentración estaba con ese caballero; y sin darme cuenta había comido todo el panquecito de chocolate extra. 

La sensación de ser observada seguía y voltee, aún absorta, había un hombre de pie mirándome fijamente, me sonrió, le devolví la sonrisa y nos quedamos mirándonos; y sonriéndonos, parecía tan familiar, hasta que se unieron varios hombres y se fueron lentamente, antes de perderse -el más joven- se volvió y nuevamente me sonrió, ¿padre e hijo?, quizás...

Es de noche, tenía una salida al karaoke con unos amigos y estoy aquí, incómoda y tumbada en el sofá negro, con una taza de té que se ha enfriado sin tocarla, hablando con un amigo e indecisa si acudir o no al hospital.


viernes, 29 de marzo de 2024

En días de asueto



— Pero amiga, solo prueba una vez, no puedes ser tan cortita de mente
— No, Sarita, aunque te lo agradezco
— Vamos, Maia, confía en mí, si quieres lo hacemos en una cita doble y vamos por ahí a un barecito retro, hasta te dejo escoger entre ambos y ya luego lo que surja
— Diría que no
— Pero amiga, qué te cuesta... anda, no quiero que estés sola
— No lo estoy, además, no lo necesito, he pedido un prospecto por Amazon; y tengo en carrito otro por Mercado libre, quizás me decida y pruebe también con Ali Express -no importa si tarda más el envío, no llevo prisa- y ya si no funciona intentaré hacerme con la aplicación de Temu y buscaré por ahí... que por pedir no falte, pero por ningún motivo estaré en una cita a ciegas, Sarita 

— Pero amiga, mmm, oye podrías pedir otro para mí
— Ja, brindemos por eso, Sarita -a la distancia, amiga-

Dejo el móvil al lado y me centro en esa maravillosa caída del atardecer de esa escapada relámpago, mientras me dejo insuflar por la música de fondo de un ronroneo sutil.

Sí, definitivamente, soy una expulsión del averno por divertirme en estos días de introspección y perdón..


martes, 19 de marzo de 2024

Aquella primera vez


Regresaba de la escuela y la tía Elena me llamó a su lado e hizo una observación a mi madre.

— María, esta niña se ha desarrollado mucho antes que sus hermanas, debe usar sostén; y trata de comprarle blusitas escolares con spandex para que sus niñas puedan respirar.
— ¿Sus niñas, tía?
— Maia, tu mamá me entiende 

Guardé silencio, en un principio no debí hablar porque la conversación se estaba sucediendo entre mayores. Mi madre se molestó por las observaciones de la tía Elena pero no dijo nada, solo no volvió a ser invitada a casa, pero empezó a verme de forma diferente; y días después dejé mis pequeños corpiños y usé mi primer sostén, también unas blusitas que se expandían en los lugares más abultados, permitiéndome -al fin- respirar profundo.

En esa nueva versión de mí, me daba vergüenza asistir a clases con sostén y blusitas elásticas, era imposible disimular la forma del cuerpo, pero rápidamente me acostumbré, la comodidad logró imponerse al cambio.

Días después regresé avergonzada y temerosa, mis padres tenían un negocio familiar cerca de la casa, me detuve en la puerta y me quedé callada, observando su ardua labor para mantener en óptimas condiciones a su familia, ellos se encontraban ensimismados en sus ocupaciones. se hablaban poco, habitaban el mismo espacio apenas siendo conscientes de la presencia del otro, aún así, agradecí que se mantuvieran en su línea de padres unidos por sus hijos, algo que -sin hablarlo- habían decidido.

En algún momento mi madre levantó la vista de sus ocupaciones, se quedó mirándome, con esa mirada que sentía tan penetrante, era como si con solo verme sacara todos mis secretos y demonios; y desnudos los colocara allí, a la vista de cualquiera -mi abuela decía que mi madre tenía una mirada matadora, decía que así nos controlaba; y sí, cuando ella lo hacía, me convertía en zombi-. Mi madre no dijo nada, solo permaneció mirándome por largo rato, quizás presionando el momento para que revelara mi secreto, el que creí mejor guardado, tenía la piel erizada y hacía un gran esfuerzo por parecer serena.

Pasados varios minutos en los que intentaba escabullirme de sus ojos, mi padre se percató de mi presencia, sonrió e hizo algún comentario que no recuerdo -o no escuché, perdida como estaba- mi padre seguía hablando y yo seguía sin entender lo que decía, hasta que oí la voz de mamá — No te gastes, Juan, ella no te escucha. Mi madre me hablaba con la mirada pero mi problema era mayor y no presté atención.

— ¡Reprobé una materia!, bueno, no propiamente la materia, un examen -dije-
— ¿Solo uno?
— Sí, pa
— Bueno, uno no es ninguno, preocúpate cuando repruebes tres, -dijo mi padre-

Sentí un poco de alivio, aún así, la vergüenza no disminuyó, mi madre seguía sin quitarme la vista de encima, ella y los cuatro empleados de mis padres.
— Vamos a casa, Maia 

Estaba asustada, mi madre nunca se interesó en mis calificaciones o cualquiera de mis deberes, ella asumía que cada uno hacía lo que debía y nunca se involucró en algo después de haber dado una indicación o una orden -así entendía la confianza- pero no veía otro motivo que justificara su molestia. Al llegar a casa se colocó delante del espejo y señaló que me colocara a su lado; y así lo hice.

— ¿Qué es lo que ves, Maia?
— No lo sé, nada -sus ojos se volvieron más pequeños, señal de una gran molestia-
— Esto nunca debe verse, Maia, no debes tentar a los hombres ¿cómo dará la cara por ti tu padre si andas así, exhibiéndote? -lo decía al tiempo que señalaba en el espejo mi busto, más precisamente unos puntos sobresalientes en ellos-
— Yo, eh. Me quedé callada, por primera vez fui consciente que mi cuerpo era diferente al de las otras niñas. La vergüenza por el examen reprobado se vio minimizado por esos botones sobresalientes en mi blusa, instintivamente crucé los brazos tratando de cubrirlos y bajé la mirada.
— ¡Controla tus emociones!, es la única forma de dominar tu cuerpo, Maia. -asentí cohibida-

Luego de unos años aprendí, que eso que mi madre reprobaba tan duramente podía funcionar a beneficio; y cambiar fácilmente un no, por un sí.