martes, 19 de marzo de 2024

Aquella primera vez


Regresaba de la escuela y la tía Elena me llamó a su lado e hizo una observación a mi madre.

— María, esta niña se ha desarrollado mucho antes que sus hermanas, debe usar sostén; y trata de comprarle blusitas escolares con spandex para que sus niñas puedan respirar.
— ¿Sus niñas, tía?
— Maia, tu mamá me entiende 

Guardé silencio, en un principio no debí hablar porque la conversación se estaba sucediendo entre mayores. Mi madre se molestó por las observaciones de la tía Elena pero no dijo nada, solo no volvió a ser invitada a casa, pero empezó a verme de forma diferente; y días después dejé mis pequeños corpiños y usé mi primer sostén, también unas blusitas que se expandían en los lugares más abultados, permitiéndome -al fin- respirar profundo.

En esa nueva versión de mí, me daba vergüenza asistir a clases con sostén y blusitas elásticas, era imposible disimular la forma del cuerpo, pero rápidamente me acostumbré, la comodidad logró imponerse al cambio.

Días después regresé avergonzada y temerosa, mis padres tenían un negocio familiar cerca de la casa, me detuve en la puerta y me quedé callada, observando su ardua labor para mantener en óptimas condiciones a su familia, ellos se encontraban ensimismados en sus ocupaciones. se hablaban poco, habitaban el mismo espacio apenas siendo conscientes de la presencia del otro, aún así, agradecí que se mantuvieran en su línea de padres unidos por sus hijos, algo que -sin hablarlo- habían decidido.

En algún momento mi madre levantó la vista de sus ocupaciones, se quedó mirándome, con esa mirada que sentía tan penetrante, era como si con solo verme sacara todos mis secretos y demonios; y desnudos los colocara allí, a la vista de cualquiera -mi abuela decía que mi madre tenía una mirada matadora, decía que así nos controlaba; y sí, cuando ella lo hacía, me convertía en zombi-. Mi madre no dijo nada, solo permaneció mirándome por largo rato, quizás presionando el momento para que revelara mi secreto, el que creí mejor guardado, tenía la piel erizada y hacía un gran esfuerzo por parecer serena.

Pasados varios minutos en los que intentaba escabullirme de sus ojos, mi padre se percató de mi presencia, sonrió e hizo algún comentario que no recuerdo -o no escuché, perdida como estaba- mi padre seguía hablando y yo seguía sin entender lo que decía, hasta que oí la voz de mamá — No te gastes, Juan, ella no te escucha. Mi madre me hablaba con la mirada pero mi problema era mayor y no presté atención.

— ¡Reprobé una materia!, bueno, no propiamente la materia, un examen -dije-
— ¿Solo uno?
— Sí, pa
— Bueno, uno no es ninguno, preocúpate cuando repruebes tres, -dijo mi padre-

Sentí un poco de alivio, aún así, la vergüenza no disminuyó, mi madre seguía sin quitarme la vista de encima, ella y los cuatro empleados de mis padres.
— Vamos a casa, Maia 

Estaba asustada, mi madre nunca se interesó en mis calificaciones o cualquiera de mis deberes, ella asumía que cada uno hacía lo que debía y nunca se involucró en algo después de haber dado una indicación o una orden -así entendía la confianza- pero no veía otro motivo que justificara su molestia. Al llegar a casa se colocó delante del espejo y señaló que me colocara a su lado; y así lo hice.

— ¿Qué es lo que ves, Maia?
— No lo sé, nada -sus ojos se volvieron más pequeños, señal de una gran molestia-
— Esto nunca debe verse, Maia, no debes tentar a los hombres ¿cómo dará la cara por ti tu padre si andas así, exhibiéndote? -lo decía al tiempo que señalaba en el espejo mi busto, más precisamente unos puntos sobresalientes en ellos-
— Yo, eh. Me quedé callada, por primera vez fui consciente que mi cuerpo era diferente al de las otras niñas. La vergüenza por el examen reprobado se vio minimizado por esos botones sobresalientes en mi blusa, instintivamente crucé los brazos tratando de cubrirlos y bajé la mirada.
— ¡Controla tus emociones!, es la única forma de dominar tu cuerpo, Maia. -asentí cohibida-

Luego de unos años aprendí, que eso que mi madre reprobaba tan duramente podía funcionar a beneficio; y cambiar fácilmente un no, por un sí.



28 comentarios:

  1. Siempre hay una primera vez... para casi todo. Ya llevar la cuenta, es otra historia.
    Anadar contando con los dedos de una mano las "veces"... distraida, puede suponerte no realizar alguna...
    Ya veo que te han aclarado el término "boñiga"... Que unido al tuyo de "cacahuete", ha quedado todo simpático. :)))))
    Abrazos Maia.

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    1. Siempre coherente, Ernesto , las primeras veces pueden ser traumáticas o pasar de noche, de ahí que se recuerden.
      Sí, Enrique siempre aclara mis dudas. Abrazo, Ernesto

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    2. Venta "especial".
      Anunciábamos liquidación de ropa, pero la vendíamos a precios normales.
      Saber comprar y saber vender.
      ¿Hace unos vaqueros de marca? :)))))
      Chao Maia.

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    3. Entiendo, Ernesto, son como las ofertas fantasma, una especie de juego mental, genial.
      Chao, Ernesto; y gracias por la aclaración.

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    4. Supongo que, transcurrido ya un tiempo, la cosa irá por la treitaytantos, cuando menos... :))))))
      Abrazos Maia.
      PO: Por abrir la boca, entre "capirote" y "capirote", de S. S....

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    5. Cuando menos, Ernesto, abrazo.
      ¿Tu "PO" me está costando entenderlo, será que me lo explicas?

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  2. La tía Elena te hubiera ayudado, pero. Los cambios hormonales pueden acarrear complejos hay que ser cuidados como se explican. Un abrazo

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    1. Y mira que la tía Elena tuvo varones, sí, me hubiese ayudado en algunas situaciones. Otro para ti.

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  3. Es cierto que esas "niñas" que tanto complejo causan al principio son el orgullo de muchas y que otras pagarían para tenerlas. Dos percepciones de la realidad tan opuestas que parece que hablásemos de asuntos distintos. Da que pensar.
    Sea como sea fue una suerte que sobrevivieras tan bien y tan cuerda a esa educación. En tu caso diría que te has hecho incluso más fuerte. Saludos

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    1. Ya sabes, las mujeres nunca estamos conformes, dicen que queremos lo que la otra tiene, no sé, no creo que todas.
      Esas situaciones fortalecen, Sergio.
      Saludos

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  4. Me ha encantado lo que has relatado y cómo lo has hecho. Cosas tan sencillas como complicadas que cuesta someterse a su entendimiento (antes, después y ahora mismo), pero lo que realmente le da un aliño extraordinario a tu texto de hoy es el párrafo final que es, ácidamente memorable.
    Feliz miércoles.

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    1. En su momento fue difícil la transición, Enrique , ahora solo es memorable, como lo es esa actitud de mi madre por no perder el orden de las cosas y nia llevó a las tres para hacer el cambio de todas; y no complicó por las tallas, pero lo hizo, aunque estuvimos casi todo el día en eso.
      El final me alegro que lo veas así, Enrique. Feliz noche

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  5. maia... ¡tpda una lolita!

    no era tu época; pero si cantabas "moi... lolita" de alizée entrando al cole, creabas el escenario perfecto.

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    1. Ja
      No era mi época, primero porque era muy chica, luego por la educación tan restringida que tuve, DRACO

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  6. La última frase me ha descolocado ¿ de verdad somos así de manipulables? Me ha encantado tu historia

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    1. Ja
      Lo son, Joaquín, pero no lo saben. Me da gusto verte por aquí, de nuevo

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  7. Las inseguridades también se manifiestan con lo físico, más cuando los cambios son repentinos, y a muchas mujeres les sucede el sentirse inseguras por tener "niñas" grandes, ya que son el centro de las miradas por un lado u otro. Pero al final si eres segura de ti misma, solo es un atributo más, y dicen por allí que un par de buenas ... tiran más que una yunta de bueyes. A Maia lo que es de Maia.

    Besos dulces niña.

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    1. Bueno, DUICE, pasa con los cambios que no te preparan adecuadamente y por eso el choque, porque no hay información que despeje tu mente y lo veas tan natural como lo es, o debería ser. No sé si la incomodidad venga porque sean grandes o pequeñas, creo que es el morbo que hay detrás lo que te genera dicha inseguridad. En momentos vulnerables la seguridad te la aporta quien está a tu lado, a menos que lo vea como pecado. Otro para ti.

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  8. Todo es aprendizaje en la vida.
    Hasta el último día.

    Ahora sabes más que entonces, verdad?

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  9. Siento que tu familia te haya hecho sentir así, en un momento en el que todas necesitamos más apoyo y no más inseguridad de la que de por sí tenemos. La buena noticia es, que a pesar de todo aquello eres una mujer segura de ti misma y aquello afortunadamente no dejó secuela alguna en ti, así que ¡felicidades! ¿ Me sirves ese té por favor? jaja graacias, un besito!!

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    1. Parte de su educación, María, pero eso también ayuda a querer salir de esa educación tan cerrada, a menos que te guste.
      Té verde para ambas, María. Besito

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  10. Nada como la familia para hacernos sentir mal con nosotros mismos... quién lo diría.

    Saludos,
    J.

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    1. Los mismos que en días bajos nos arropan, J.
      Saludos

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  11. Tu tía Elena fue una observadora y supo actuar con diplomacia familiar. Más que el resto de tu familia.

    Besos.

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    1. Sí, la tía Elena siempre fue mente abierta, Demiurgo. Otro para ti.

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Susúrrame al oído, que mi corazón te escucha