Me gusta dejar la ciudad los fines de semana, (o antes) y ver desde el retrovisor cómo se va desvaneciendo el caos, dando paso a la serenidad que me espera con la vista al frente.
Me gusta tomar atajos que la mayoría de las veces resultan contraproducentes, (si de tiempo de claridad hablamos), porque la luz no es eterna.
Circular por senderos desconocidos, (sin prisas) con el sobresalto atorado en mi garganta cuando empiezo a sentir el ocaso.
Observar los árboles y creer reconocerlos por las grietas de su corteza, quizás por la altura, o su expansión, para al final darme cuenta que no tengo idea de dónde estoy; y por más que intento, no reconozco ninguno de los árboles.
Me gusta refugiarme en ese pequeño y central monoambiente, rodeada de la nada y la infinita belleza; y regresar a la ciudad desnuda de malos rollos y etiquetas.
Viajando sola... porque la mejor compañera es la que me quiere como soy...
Todos tenemos fragilidades, quien diga no tenerlas miente. Y a todos nos gusta más o menos, perdernos, de la manera que sea. La tuya me gusta, es poética. La música es otra forma de perderse, me gusta.
ResponderBorrarBesos dulces Maia.
Las tenemos pero no es que las andemos divulgando.
BorrarNo lo hacemos porque hacerlo supone mostrar debilidades. Y eso nos expone.
BorrarMás besos dulces y dulce semana Maia.
Buena semana, DUICE
BorrarEs un relato sincero y a la vez entrañable, y esto es muy subjetivo pero es que yo también he tenido sensaciones y percepciones como las que describes. Pero ¿por qué ese sobresalto ante la presencia del ocaso, que también tiene su belleza y puede ser acogedor?
ResponderBorrarPorque generalmente me encuentra en lugares que no conozco y me siento vulnerable.
Borrar¿Ocelotes, coyotes, tlilcoatl...?
BorrarVacas, toros, burritos, perros, etc.
BorrarA veces la ciudad nos aplasta y se hace necesario perderse en el verde de la Naturaleza, abrazar un árbol, pegar la oreja al tronco y sentir otras voces, otros mensajes...
ResponderBorrarEs necesario para nuestra salud mental y física...
BorrarTe leo y pienso que debería fugarme de la ciudad... pero aquí todo está masificado, incluso los pueblos ya no son pueblos... son noséqué son ya...
ResponderBorrarYo me fugo con la imaginación y a veces no sé volver eh...
Besos.
Es que tu imaginación es muy buena, TORO, quién en dis cinco sentidos estando en ella quisiera volver...
BorrarSer buena y no tener broncas
ResponderBorrarno es fácil. Me gusta tu libertad.
Es solo proponérselo y dejar los malos rollos, Recomenzar. Gracias
BorrarDesde su yo interior, capaz de decirnos cosas, acaso verdades que necesitamos como la catártica soledad. Un texto que bien compartiría mi filósofo de cabecera, Manuelito o Fernando González el pensador de Otraparte sentado bajo una ceiba mirando pasar el mundo. Un abrazo Carlos
ResponderBorrarLa soledad tiene su fama, pero suele ser reconfortante. Me gusta eso de mirar pasar el mundo.
BorrarToda un prosa poética la que escribiste.
ResponderBorrarY me gusta lo que alguien comentó de fugarse con la imaginación, creo que lo hago con frecuencia.
Besos.
Gracias, Demiurgo. Es que la imaginación lo es todo y bueno, qué puedo decirte que no sepas si también lo haces.
BorrarMaia, podría suscribir todo lo que dices, incluso lo escribiría con tus mismas palabras. Yo tengo la ventaja de que vivo en casi constante contacto con la naturaleza. Sólo me acerco a la ciudad de vez en cuando, para contaminarme un poco, el exceso de salud también puede ser perjudicial :))
ResponderBorrarAbrazo con olor a pino y espliego.
He visto tu blog, te he leído y me doy cuenta que eres uno con la naturaleza. Un baño de pueblo a veces es necesario para recordarnos por qué estamos en otro lugar. Gracias, me guardo tu aromático abrazo.
Borrares como darse un tiempo de absoluta libertad para uno mismo.
ResponderBorrarque tengas un feliz domingo.
Es como lo has dicho, DRACO
BorrarFeliz domingo.
Los viajes en solitarios suelen ser los más interesantes, aunque también los más costosos...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Es el precio a pagar por esos momentos, J
BorrarSaludos