domingo, 16 de marzo de 2025

La Mecedora


Aquellos tiempos en casa de la abuela, la seguridad estaba a cargo de una cadenilla en la puerta principal que solo era usada antes de dormir. Mi madre en cambio, era desconfiada; y había cambiado las hermosas puertas de madera por unas de doble metal totalmente cerradas, encima de una de las dos pesadas cerraduras hizo colocar una mirilla, no en el centro, al costado izquierdo; y qué decir de las ventanas... enrejadas desde dentro de su construcción.

Contrario a la colorida y hermética casa de mis padres, -cada habitación tenía un color distinto-entrar a la casa de los abuelos era una sacudida a la retina, todo era blanco y luminoso, con luces blancas de techo y lámparas, siempre encendidas, no importaba si era de día o de noche, con ventanales grandes y cortinas vaporosas, la luz entraba a raudales y costaba un poco acostumbrarse a tanta brillantez.

Y al abrir la puerta, en línea directa y hacía el fondo se encontraba al abuelo sentado en su vieja y pesada mecedora de madera, de respaldo alto y crujido en su movimiento, cada día se sentaba allí a leer el periódico del día; y al costado izquierdo, una mesita de arrimo donde tenía un apilado de otros periódicos; y su copita de Jeréz.

La imagen que guardó mi memoria es de un hombre alto y robusto, tez blanca y cabellos de plata, de traje gris y camisa azul suave y cuadrícula casi imperceptible, su rostro se fue borrando con el paso de los años, lo recuerdo  como una postal desvanecida, siempre sentado en su mecedora leyendo las noticias.

Al cumplir 50 años de casados, esa noche el abuelo murió, tenía 68 años, días después la abuela cambió, salía con frecuencia, movió muebles, renovó cortinas; y se deshizo de todas las pertenencias del abuelo, solo quedó la mecedora de respaldo alto; ¿y cómo no hacerlo?, si dicen que el abuelo fue un maltratador con ella -conmigo fue un cachito de cielo, no lo conocí en su etapa cruel-.

Semanas después la abuela volvió a su sombría quietud; y la sonrisa que había mostrado en ese tiempo se desvaneció. Pidió a mi padre que se llevara la mecedora, decía que en las noches escuchaba su crujir, también que veía una silueta en ella. Un mes después la abuela también murió, tenía 63 años, -decían, que en su egoísmo, el abuelo había venido por ella-.

Los domingos era el único día de la semana libre de responsabilidades, aún así, me levantaba a las seis de la mañana, encendía el televisor, seleccionaba el canal, iba y me acurrucaba en la mecedora del abuelo y veía la liga de la justicia, el crujir del mueble atraía a mamá que llegaba aterrada. Ella decía -y lo creía- que la mecedora se movía sola; y que en las noches veía una silueta encima de ella, -mamá era sugestionable-. Yo adoraba esa mecedora porque era consciente que el abuelo la apreciaba.

Incapaz de deshacerse de ella por ser un objeto familiar, empezó a arrinconarla, apilar cojines, cubrirla con una manta; y un tiempo después -no sabría con exactitud cuánto-. Una mañana pasó un vecino en su camioneta, mamá lo detuvo y le hizo subir la mecedora y le pidió que la desapareciera.

En los años que tengo de independencia, no volví a recordar aquella mecedora, hace unos días, hablando con una amiga salió el tema de la mecedora, me vino la nostalgia por el abuelo y salí a carretera con rumbo a aquellos lugares de artesanías; y me he comprado esta curiosa mecedora de color vibrante -la única que quedaba, no reemplaza a la del abuelo, pero bien vale el recuerdo-. 



¡Acompáñame!
Hoy tenemos Jeréz -gusto del abuelo-; y los acostumbrados, Té, Café, Limonada, Fresada; y lo que apetezcas en la mesita de arrimo; y en el televisor, La dama de los muertos.


14 comentarios:

  1. tus abuelos murieron relativamente jóvenes. en cuanto a la mecedora, no sé... tengo la idea que maltrata los pisos, sobre todo cuando son de madera.

    me ha gustado la parte sobrenatural de la historia.

    un café, por favor.

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    1. Sí, lo hacen, aunque he visto que algunas yran una base y se mueven sobre ella, no la que tengo, -compra nostálgica-.
      No ahondé en eso porque duermo sola; y a veces no duermo; y pienso cosas.
      Café para ambos, DRACO.

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  2. Un relato que más allá de tus recuerdos lleva una preciosa esencia literariamente fantástica; sigue cultivando esa línea de estilo, los recuerdos dan mucho para uno pero se proyectan si se fantasea y se escribe sobre ellos, y a los lectores nos gusta. Te felicito.

    (Al jerez tiene acceso todo el mundo pero no es tan habitual y no se toma de cualquier manera, y hay muchos jereces. Yo lo tengo en gran estima aunque no lo consuma cotidianamente. Tu abuelo era listo)

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    1. Gracias, Fackel, todo se sucedió a raíz de una charla entre amigas.

      "María, tráeme una copita de jerez", es la frase que escuchaba del abuelo, aunque la copa en nada era pequeña, según lo que recuerdo.

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  3. Que jovenes murieron tus abuelos, los míos no tenían mecedora pero mis recuerdos son todos estupendos, los recuerdo y añoro. Mi madre se compró una mecedora y a paso del tiempo la cambio por otra, creo que era porque su abuela se sentaba en una. ¡Que historias traes! y que recuerdos me has hecho recuperar. Un abrazo

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    1. Sí, eran jóvenes, -mi padre murió de 61 años-.
      Disfruta de tus recuerdos, Ester.
      Otro para ti.

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  4. Qué estupenda historia MAIA ! desde niña mi idea de felicidad ( boba, lo sé ) siempre ha sido una chimenea, un perro y una mecedora , cuando tuve mi primera casa el primer mueble que me compré fue una mecedora, con el tiempo me di cuenta q no era ni tan cómoda, ni tan idílica como imaginaba , pero la tengo, como la chimenea y el perro , ahora mismo no, pero he tenido hasta tres , pero no como tu chiquitín, los míos fueton siempre grandes
    casi todos mastines .. precisamente por eso ahora no tengo, el último me lo hizo pasar muy mal...en fin, tu ahora, si tienes chimenea, ya lo tienes todo para ser feliz : ) Qué lo seas...un té verde, ya sabes... mil gracias y un beso para ti!

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    1. Y una mantita tejida en crochet, la postal perfecta, María . No, no era cómoda la mecedora del abuelo, por más cojines que le pusieras se sentía su rigidez.
      Hace tiempo también tuve perros grandes, más independientes, nunca como, Gurrumino.
      Té doble para ambas. Gracias a ti. Un beso

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  5. Pasmado me he quedado con semajante mecedora...
    Pasmo que confío que se me vaya tras degustar el Jeréz del abuelo! :)))))

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    1. Esa mecedora ya fue, Ernesto, quizás ya no existe.
      Jeréz para ti. c:

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  6. Orlando17/3/25

    Desde luego,
    marcharse
    con esa
    edad ,
    no se , en
    que año
    era , hoy
    en día ,
    es
    marcharse
    joven, café
    con fresas

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  7. Tienes el don de saber escribir historias de forma muy amena. Otros tiempos aquellos de los abuelos, aunque lo de la seguridad seguro que no se exagera ni hoy. He conocido a muchas damas, a la de los muertos no, me apunto con una fresada como ya te dije, luego crujirá la mecedora ;)

    Besos dulces Maia y dulce semana.

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  8. Lo contaste en una forma en que le diste misterio, a esa historia.
    Entiendo que tu abuela haya querido librarse de todo lo que lo recordaba. Y también de la mecedora.
    Y que a tu madre le haya disgutado por razones similares por la que a vos te gustaba sentarte en la mecedora.

    Fantasmas de la mente o litrales.

    La Liga de la Justicia. Coincido con ese gusto.

    Besos.

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  9. Me ha venido a la cabeza cuando murió mi madre... su ropa, sus cosas tan personales...
    Qué pena todo aquello.

    Besos.

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Susúrrame al oído, que mi corazón te escucha.