domingo, 2 de abril de 2023

El lado oculto

El día se sucedía entre algunas sonrisas fingidas y los silencios atronadores colocados estratégicamente en el área del jardín. En la piscina solo las almas cándidas de mis -más que mascotas- compañeros de camino la circundaban, listos para armarse de valor en cualquier momento y zambullirse en esa soleada tarde de primavera.

Alguien me propuso cocinar, no imaginó el error que cometía.
La cocina, como cualquier arte, es el reflejo casi fiel del estado de ánimo del autor, ante el compromiso, prometí que sería algo diferente.

Tenía pensada una celebración amena, después de todo habían pasado más de 10 años desde el último infortunado encuentro. Ahora que estaba frente a todos; y aún sin entender por qué cada determinado tiempo volvemos a cometer el mismo fallo de creer que todo será diferente.

Preparé una entradita de canapés jamón y queso, con una salsa reducción de ira y un toque de esperanza, esta última fue sometida ante el desdén de los comensales.
El filete llegó a alegrar sus rostros, estaba poco hecho y de guarnición había frutos de soledad extraídos del huerto de los recuerdos. Cada corte de cuchillo teñía de rojo el plato con la sangre que manaba. La incomodidad en los presentes quedó evidente en los sonidos que salían de sus bocas.

En el postre el arte fue fiel reflejo, no solo de mi estado de ánimo, del de todos los presentes. Pastel de chocolate fundido -piezas individuales por supuesto- con extra chocolate de añoranza y salpicado con crujientes de remordimiento -solo un toque-. En su interior había una sorpresa, flotaban lágrimas de melancolía. 

Todo ello acompañado por un excelente vino Sangre por Derramar, cosecha del 64, calificado por los expertos como excelente, para tomar en pequeños sorbos si se requiere apreciar su complejidad, no fue así. 

El colofón estuvo con varias botellas etiquetadas con Reserva para Desesperados, su complejidad era básica, un vino bebible para hacer brindis y emborracharse por los amores no correspondidos, por los amigos que nunca fueron y los enemigos encubiertos, por los hijos huérfanos de padres en la vida; y por la adrenalina que nos permite continuar... y tantos otros que he sido incapaz de recordar.

Una vez terminada la cava, sin abrazos efusivos, ni besos ignorados, fuimos saltando al vacío con la promesa de, pasados otros 10 años volvernos a reunir.
También prometimos que en la siguiente ocasión pediríamos servicio a domicilio.

18 comentarios:

  1. Menos mal que solo es cada diez años.

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    1. No estuvo tan mal, Alfred. Fue una de esas reuniones donde cuentas todo -o todo lo contable- hasta vaciarte, salen algunos resentimientos, se liman asperezas -se vacía el saco- y empezamos nuevamente.

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  2. Uh esperar otros 10 años para ver como continua, si como decis las asperezas se liman y el reencuentro no es tan incomodo

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    1. No, no es incómodo, solo una reunión con personas que tenemos el común de ser honestos

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  3. Lo de saltar al vacío espero que no fuera literal.

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  4. Estoy con Toro Salvaje en lo del salto al vacío y la cuestión que suscita. Aunque no creo que haga falta responder cuando el relato queda muy sugerente ya así. Con ese grupo de amigos que se cita para diez años. Puede parecer mucho pero hay gente a la que dices "tenemos que vernos" y nunca quedas con ellos.

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    1. Tenía una doble lectura que veo se me ha quedado perdida por algún sitio.

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Veo ahí nuevos horizontes de gastronomía.

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  7. Yo lo veo como una reunión en donde todos los presentes tenían historia en común y aunque ya habían saldado cuentas, es parte de ellos, son sus recuerdos.
    Abrazo

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    1. Sin cargar con el pasado, todos somos parte de él

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    2. Cargamos con él, otra cosa es que solo nos afecte una parte, o lo soslayemos.

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    3. Me quedo analizando, Facker

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  8. Bien contado. Y los comentarios, incluyendo tus respuestas, me dieron una visión extra. Incomodidad pero no demasiado, con algo en común que no se revela.
    10 años parecen un buen plazo para una nueva reunión.
    Besos.

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  9. Me recordó un encuentro familiar que alguien me contó no hace mucho, y es que a veces la familia se convierte en el peor de los invitados. Más allá de eso, Maia, me ha gustado tu descripción del menú, digno de una carta para paladares exigentes. Un brindis por los buenos momentos vividos.

    Besos dulces para endulzar el paladar.

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    1. Que ese ", alguien" no lo haya pasado -tan- mal. ¡Brindemos!.

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Susúrrame al oído, que mi corazón te escucha