miércoles, 26 de marzo de 2025

Algo pasó

 


Acababa de llegar a casa cuando recibí una llamada de, Saraí pidiéndome que la acompañará a hacer las compras de la reunión de esa noche de las ocho, le dije que estaba presionada con los tiempos. Al final quedamos a las 14 hrs.

Insistí en pasar por ella, pero ella, apasionada con su cochecito quedó de pasar por mí. Llegó puntual, algo que no esperaba; y aparcó, bueno, lo hizo como pudo.

En el trayecto ví mi vida pasar un par de veces, una de ellas, cuando al cambiar de carril se encimó a una camioneta, volteé asustada mientras, Saraí, con ambas manos aferradas al volante repetía — ¡Qué tipo!, mira que atravesarse.

— ¡Ay, Saraí!, no te ofendas pero, no sé cómo diantres sacaste tu permiso de conducir, ella solo sonrió, — Espera, ¿tienes permiso?; y volvió a sonreír, — ¡Joo!.

Llegamos al lugar y lo encontramos medio vacío, estaba por concluir la hora fit, había olvidado que los lunes, por una hora aproximadamente, es punto de reunión de hombres musculosos de cualquier edad, llegan y hacen su despensa, al tiempo que muestran sus trabajados cuerpos. 

La primera vez que los ví pregunté si estaban promocionando algún gimnasio, me respondieron que no, que solo la buena alimentación y vida sana, luego descubrí que también es una comparativa entre ellos para ver quién tiene más-menos dedicación y esfuerzo. Una hora después y seguíamos allí. 

Ya en la fila de pago, -porque, Saraí no quiere el autocobro, alude que es para preservar el empleo de las personas-Saraí delante; yo detrás del carrito de compra, me sentía cansada, aburrida, demasiada gente y ruido me tenían al límite, me incliné hacía adelante, apoyando y descansando mi cuerpo en el carrito. Un hombre se colocó detrás de mí, cargaba una canastilla del lado izquierdo, su piel, su cuerpo emanaba un aroma riquísimo, un calor agradable, desde su corta distancia echó su cuerpo adelante, se inclinó hacia su derecha y colocó un brazo apoyándose -en lo que sea que hubiese ahí-... yo lo veía de lado, la escena era íntima e intensa.

Con las mejillas ardiendo, intentaba mantener la cordura, desde su posición, Saraí sonreía divertida.

Ya en el estacionamiento
— Demasiado calor ahí dentro, Saraí... sentí cosas
Maia, amiga, tomé una fotico
Nuevamente las mejillas encendidas.

¡Acompáñame!
Té, café, tinto y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.





domingo, 16 de marzo de 2025

La Mecedora


Aquellos tiempos en casa de la abuela, la seguridad estaba a cargo de una cadenilla en la puerta principal que solo era usada antes de dormir. Mi madre en cambio, era desconfiada; y había cambiado las hermosas puertas de madera por unas de doble metal totalmente cerradas, encima de una de las dos pesadas cerraduras hizo colocar una mirilla, no en el centro, al costado izquierdo; y qué decir de las ventanas... enrejadas desde dentro de su construcción.

Contrario a la colorida y hermética casa de mis padres, -cada habitación tenía un color distinto-entrar a la casa de los abuelos era una sacudida a la retina, todo era blanco y luminoso, con luces blancas de techo y lámparas, siempre encendidas, no importaba si era de día o de noche, con ventanales grandes y cortinas vaporosas, la luz entraba a raudales y costaba un poco acostumbrarse a tanta brillantez.

Y al abrir la puerta, en línea directa y hacía el fondo se encontraba al abuelo sentado en su vieja y pesada mecedora de madera, de respaldo alto y crujido en su movimiento, cada día se sentaba allí a leer el periódico del día; y al costado izquierdo, una mesita de arrimo donde tenía un apilado de otros periódicos; y su copita de Jeréz.

La imagen que guardó mi memoria es de un hombre alto y robusto, tez blanca y cabellos de plata, de traje gris y camisa azul suave y cuadrícula casi imperceptible, su rostro se fue borrando con el paso de los años, lo recuerdo  como una postal desvanecida, siempre sentado en su mecedora leyendo las noticias.

Al cumplir 50 años de casados, esa noche el abuelo murió, tenía 68 años, días después la abuela cambió, salía con frecuencia, movió muebles, renovó cortinas; y se deshizo de todas las pertenencias del abuelo, solo quedó la mecedora de respaldo alto; ¿y cómo no hacerlo?, si dicen que el abuelo fue un maltratador con ella -conmigo fue un cachito de cielo, no lo conocí en su etapa cruel-.

Semanas después la abuela volvió a su sombría quietud; y la sonrisa que había mostrado en ese tiempo se desvaneció. Pidió a mi padre que se llevara la mecedora, decía que en las noches escuchaba su crujir, también que veía una silueta en ella. Un mes después la abuela también murió, tenía 63 años, -decían, que en su egoísmo, el abuelo había venido por ella-.

Los domingos era el único día de la semana libre de responsabilidades, aún así, me levantaba a las seis de la mañana, encendía el televisor, seleccionaba el canal, iba y me acurrucaba en la mecedora del abuelo y veía la liga de la justicia, el crujir del mueble atraía a mamá que llegaba aterrada. Ella decía -y lo creía- que la mecedora se movía sola; y que en las noches veía una silueta encima de ella, -mamá era sugestionable-. Yo adoraba esa mecedora porque era consciente que el abuelo la apreciaba.

Incapaz de deshacerse de ella por ser un objeto familiar, empezó a arrinconarla, apilar cojines, cubrirla con una manta; y un tiempo después -no sabría con exactitud cuánto-. Una mañana pasó un vecino en su camioneta, mamá lo detuvo y le hizo subir la mecedora y le pidió que la desapareciera.

En los años que tengo de independencia, no volví a recordar aquella mecedora, hace unos días, hablando con una amiga salió el tema de la mecedora, me vino la nostalgia por el abuelo y salí a carretera con rumbo a aquellos lugares de artesanías; y me he comprado esta curiosa mecedora de color vibrante -la única que quedaba, no reemplaza a la del abuelo, pero bien vale el recuerdo-. 



¡Acompáñame!
Hoy tenemos Jeréz -gusto del abuelo-; y los acostumbrados, Té, Café, Limonada, Fresada; y lo que apetezcas en la mesita de arrimo; y en el televisor, La dama de los muertos.


miércoles, 12 de marzo de 2025

En tiempo real


Amiga, tengo que contarte algo
— Dime, Saraí
— Paso por ti y vamos a tomar, mmm, lo que sea y a donde quieras ir que no te haga daño (no quiero que me reprendan tus otros amigos)
Ja, vale, ¿a qué hora vienes?
— Lo que tardo en llegar, Maia

Viniendo de, Saraí, "lo que tardo en llegar" es ambiguo porque quince kilómetros puede hacerlos en media hora, una hora o más. Me acomodé en el sofá, encendí las cámaras y esperé mientras escribía y veía algunos vídeos.

Casi una hora después llegó un pequeño cochecito que hacía mil intentos por estacionarse frente a la plaza, era un espacio donde cabían más de tres vehículos, se emparejaba, luego de reversa, volvía a salir, otra vez a entrar y así se sucedió por largo tiempo. Sentada en el sofá yo estaba estresada porque el conductor no lograba acomodarlo, desistió en su intento y se marchó regresándome la calma.

Minutos después retornó y volvió a hacer lo mismo con igual resultado. Nuevamente se fue; y está vez, al llegar se colocó en doble fila al lado del único auto que estaba estacionado. En ese momento llamó, Saraí.

Amiga, ¿puedes salir?, no logro estacionarme, que no hay espacio 
— ¿Eres la del cochecito?
— ¡Siiii!, esa era la noticia, ¡lo compré!

Estar frente a esa miniatura de dos puestos me hacía sentir inmensa

Saraí, necesitas acomodarlo que te van a infraccionar
— Lo sé, pero no sabía que era tan difícil manejar un auto tan pequeño 
— ¿Qué marca es esta cosita?
— A saber... pero tiene cuatro ruedas
— Ja, seguro; y un volante
— No olvidemos el volante, ¿nos vamos amiga?
— Vamos, que este cochecito no puede andar de noche
— ¿Por qué?
— Aún le falta crecer
— Jaja, eres mala, Maia

Ya en el atropellado trayecto...

— ¿Y tú camioneta, Saraí?
— La vendí 
— ¿Y cómo vas a recoger y regresar a las mascotas?
Mmm, no lo pensé 
— ¿Y dónde colocarás a tus hijos?
— Tampoco lo pensé 
— Es lindo el llaverito
— Jaja, es divertido el juguetito, Maia

¡Acompáñame!
Té, Café, Limonada y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.

sábado, 1 de marzo de 2025

La nostalgia es el precio que pagamos por vivir momentos inolvidables -lo dijo alguien-


Un granjero llega con el gallero a comprar un gallo...

— Buenas, quisiera un buen gallo que cumpla a todas mis gallinas 
 — ¿Cuántas gallinas tiene? 
 — 180 

Y le saca un gallo francés, enorme, fibroso, cresta levantada y ojos azules.

— Tome este, es Philipe Le Cock, no falla

Cuando llega a la granja, el gallo sale corriendo, caza la primera gallina, la pisa dos veces, agarra la segunda y la pisa el primero y cuando está en el segundo se queda frito. 
El granjero dice: 
— ¡¡Qué diantres de gallo me vendieron!! zumba dos gallinas y ya no puede más... 

Entonces coge al gallo por la cresta, se lo lleva al gallero y le explica lo que le pasó. El gallero se disculpa y le saca un gallo japonés imponente con la cresta tiesa y los ojos grises 

— Este es el "Nico Sumo" pruébelo y después me cuenta. 

El granjero lo suelta en el gallinero y el gallo sale desesperado, pisa a la primera gallina, agarra a la segunda; y a la tercera le hace el 69 y cuando está con la cuarta revienta y cae muerto en medio del gallinero 

— Este es el segundo gallo que me vendes y ¡revienta como el lagarto de Jaén!! 

Entonces el gallero le saca un gallo español, de las tierras de Andalucía, todo flaco, pelón, ojeroso, con resaca y le dice al granjero: 

— Mire señor es lo único que me queda, se llama Josué
— ¿Qué voy a hacer con este jodío gallo flaco y pelao?

Pero lo compra y cuando lo suelta en el gallinero, el gallo sale enajenado y se zumba a las 180 gallinas, cada una con una posición distinta, luego pega una segunda vuelta, sale corriendo, se zumba a la cerdita... 

— ¡Qué fenómeno es este gallo! piensa el granjero; y las gallinas alucinadas con Josué: que Josué esto... que qué bien se entrega a la pasión, que qué bien me pisa, que si con tres al mismo tiempo... 

Al día siguiente lo suelta de nuevo, le pega dos vueltas al gallinero, dándole a todo lo que tenía plumas y sale corriendo. El granjero dice ¡ Nooooo!, que se me ha escapao el gallo. 

Entonces coge el caballo y sale en busca de Josué Siguiendo la pista dejada por él... a lo lejos ve a Josué despachurrao en el suelo, inmóvil el pobrecito; y mientras, los cuervos esperaban que muriera... 

— ¡Noooo Josueeeé! ¡No te mueras! ¡Josueeeeeé! Al fin encuentro un gallo de verdad y se me muere, Josué abre un ojo, mira al granjero y señalando a los cuervos dice:

— Ssshhhh... ¡cállate viejo!... ¡Que me espantas a las morenitas! 

-Créditos a quien corresponda; y con respeto para los españoles-

Maia, ven, que quiero presentarte a mi padre...

Un hombre carismático con su energía masculina bien definida se puso frente a mí, el contacto con su mano cálida y firme no fue suficiente y se acercó a abrazarme, de sonrisa bohemia y mirada infinita, el tiempo corrió sin sentirlo y cuando nos dimos cuenta, habíamos hablado el resto de la noche.

Volví a verlo en innumerables ocasiones, siempre cortés, agradable, caballero, sin dejar de lado su innata seducción.

— ¿Por qué tenías que fijarte en mi hijo, Maia? -ahora me preguntó lo mismo-
— ¿Acaso importa, Don? -él sonrió-
— ¡Sí!, pero solo porque no me haces caso

Don fue un hombre divertido, le gustaban las mujeres y disfrutaba de ellas, alguna de mis amigas cayó en sus redes, -ambos cayeron-; y fue una aventura que se extendió por varios años.

Don no tenía límites, lo mismo seducía a una desconocida que a la amiga de su esposa o novia de su hijo.

El miércoles recibí una llamada ininteligible a las 22:00 hrs., era Innombrable, entre el llanto desolado pude entender algunas palabras y me dirigí a su oficina, su padre acababa de fallecer, lo auxilié con los trámites y al día siguiente estábamos en la funeraria velando su cuerpo.

Maia, ¿podrías quedarte mientras voy a ducharme y descansar un poco?
— Ve, vuelve en la mañana 
— No, cómo crees, solo unas horas
— Ve y descansa, si sucede algo me comunico con tu hermano -Innombrable estaba devastado-

De madrugada todo era silencio y quietud, la sala de velación estaba casi vacía, de repente y de la nada empezaron a desfilar incontables mujeres, habían esperado pacientes la salida de la familia y se escurrieron en medio de la noche, todas llorando y cada una despidiendo a, Don con agradecimiento por haber entrado en sus vidas. 

Yo continuaba en el sofá que colocaron cerca del féretro, recargada en el respaldo y fingiendo dormir; y pude escuchar los susurros de las mujeres que en orden y de una en una lo colmaron de bendiciones y le dieron el adiós.

¡Acompáñame!
Té, Café, Horchata, Fresada; y lo que apetezcas.