sábado, 21 de junio de 2025

Uno más en la familia






Desperté ante la insistencia del vibrador del móvil, eran las 3:49 am, el sueño volvió a vencerme sin enterarme qué estaba sucediendo, pero el móvil no dejaba de vibrar... 

— ¿Cuándo será el día que pueda apagar este dispositivo infernal y dormir una larga y tranquila noche -me dije-. Me incorporé perezosa y empecé a revisar de dónde diantres venía todo el problema... ¡Jo, el grupo vecinal!.

"Son dos hombres intentando acceder a la casa frente al kiosco, mis cámaras están desactivadas y no puedo hablar a seguridad" -y como eco, el resto de los vecinos dijo estar en la misma situación-; y es que, con la prohibición de tener cámaras de seguridad y grabar sin el consentimiento escrito del agresor, las sanciones son altas, las reincidencias más, las personas han optado por ver el delito; y mantenerse al margen.

Encendí el televisor y puse las cámaras, dos hombres golpeaban con mazos la puerta reja de mi casa -que es la de ustedes-, el sonido era intimidante.

Llamé a control de alarmas y pregunté si ya habían enviado a revisar, respondieron que no se activó la alerta en mi domicilio; y no podían prestar auxilio.

— ¿Y qué hago con los dos sujetos que golpean la puerta e intentan entrar?
— Mmm, active manualmente la alarma para enviar seguridad, abra una de las puertas sin quitar la alarma, obvio, que no sea la del problema 
— ¡Obvio!

Bajé y abrí una de las puertas que da al jardín; y la alarma se activó. Me quedé en la sala, encendí las cámaras; y me dispuse a esperar que llegaran. Minutos después estaban patrullando el área, los hombres se habían ocultado en la plaza para después perderse en la oscuridad. Me fue imposible volver a dormir.

Cuando instalaron las cámaras y sensores no existía la puerta reja, al hacer la inspección, el ingeniero me hizo ver que el hueco que había en la puerta principal era un área vulnerable; me instalaron la puerta reja solo que olvidaron poner el sensor.

La mañana siguiente llegó el ingeniero a instalar el sensor y revisar la seguridad, minutos después llegó, Saraí. Se conocieron y estrecharon sus manos; y algo pasó entre ellos, se percibía en la atmósfera -pero eso es otra historia-.

Esa noche hubo reunión de las ocho y MarcosSarai mencionó la situación con los sujetos y yo no quería ahondar en el tema, me dirigí a la cocina, Marcos conmigo..

— ¡Quiero cuidarte!
— Gracias 
— No, hablo en serio, vive conmigo, o yo contigo...

Encendí las cámaras y revisé si no había algún riesgo -siempre lo hago antes de dormir-, de la plaza ví salir una bolita que caminó hasta la cochera. — ¿Por qué camina?, ¿por qué no está durmiendo?, bajé y abrí la cochera, me puse detrás e intentaba que entrara, el pajarito se asustó y se dirigió a la puerta reja, cerré la cochera y abrí la puerta, ví venir un gato negro, el pajarito aleteó y se atoró en la puerta, lo empujé hacia adentro y espanté al gato, pero éste insistía en regresar, -lo hizo toda la noche- el pajarito se escondió en algún lugar de la cochera, le acerqué agua, trocitos de pan pita, ensaladita de lechuga, zanahoria, garbanzos, nuez; y lo dejé dormir -donde sea que se haya ocultado-.


A la mañana siguiente abrí la puerta hacia el jardín y tomé un Uber para ir a trabajar, -no queria asustar al  pajarito-. 

Al volver me di cuenta que el pajarito se instaló en el jardín, ahora lo recorre con total seguridad, espanta al resto de los pajaritos que se acercan y cuando tiene hambre va y picotea alguna de las puertas; y solo quiere zanahoria picada muy fina.

No busco domesticarlo, por lo mismo intento poner comida en distintos lugares del jardín; y él insiste en comer solo la que pongo afuera de la puerta, sigue a todos y se coloca al lado o sobre el respaldo cuando se sientan, menos conmigo que lo hago dormir en el baño del jardín desde que merodea las noches el gato negro, me ha perdido la confianza.

Lo está atendiendo, Sarai y su ala se está recuperando; y su deseo de volar, al parecer, va desapareciendo.

¡Acompáñame!

Té, café, bollitos de queso feta, ensaladita; y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.




domingo, 25 de mayo de 2025

Pecadillos


Aquellos tiempos cuando la adolescencia no terminaba de salir; y la adultez de posicionarse, para decidir te veían como una niña y para responsabilizarte como mujer adulta. 

Mi hermana mayor tuvo una situación complicada con su embarazo y el final lo pasó en cama. Su sentido de responsabilidad la orilló a convencer/manipular a mamá para que me obligara a cubrirla en su trabajo.

Empezaba el verano, mis vacaciones planeadas con mucha anticipación se habían arruinado; y tocó "sacar la casta por la familia" -como mi madre decía-.

Casi dos horas de trayecto para estar a las siete dentro del lugar, con la puerta abierta y las persianas corridas, era un trabajo en el que hacía -nomeacuerdoynuncameenteré-, pero era importante, -eso dijeron-. 

Por impuestos aquellos lugares eran de fachada, al frente un negocio insignificante que poco o nada atraía la atención; y detrás el verdadero giro de la empresa, el sitio no era la excepción.

Por seguridad había echado el pasador a la puerta malla y me dispuse a recorrer el establecimiento. Al abrir la puerta trasera encontré un recibidor, un escritorio, una silla secretarial y un comodísimo sofá. A la izquierda una puerta con acceso a una notaría, un par de sofás negros, con su mesita de arrimo y detrás estantes empotrados cargados de documentos, hasta el fondo del lado derecho un impresionante escritorio con figurillas labradas que ya he olvidado, había poca luz, era sombrío y tenebroso, como sacado de un cuento antiguo.

Nuevamente en el recibidor, a la derecha tres puertas y un corredor, dos eran bodeguitas de papelería y artículos de limpieza, la otra era una oficina, luminosa y espaciosa que ocupaba el hermano del notario, -también abogado-. El corredor llevaba a una casa vacía con salida a la otra calle.

Puntual a las ocho llegó el notario, un hombre alto, delgado, blanco, la parte alta de su cabeza con alopecia, lo reconocí como amigo de mi madre, saludó sin mirarme, andaba en su mundo, como siempre hablando solo, se dirigió a la puerta trasera y la cerró sobre sí, de inmediato volvió.

— ¿La hermanita menor?, ¿Maia
— Sí, me enviaron a cubrir y no tengo idea lo que haré 
— No te preocupes, en verano no hay nada que hacer, solo estar -siguió hablando para si mientras se alejaba-; y, Maia, mi esposa vendrá más tarde para conocerte
— ¿Por qué?
— Sí, bueno, le hablé de ti y necesita conocerte
— Aquí estaré 

A las nueve llegó el hermano menor, estaría sobre los cuarenta, igual de alto, quizás más, tenía un cuerpo extraño, no era grueso, pero tampoco delgado; y una linda barriguita se esforzaba por salir del traje, abultadita y pequeña; y su cabecita totalmente lisa, que ganas de recorrerla con mis manos... se detuvo a observarme

— ¿La hermanita?
— ¡Presente!, sonrió, hablamos un poco, luego se alejó 

Pasados los primeros días me di cuenta que no usaba su despacho, tenía la costumbre de sentarse en el recibidor, lo observaba y mis manos cobraban vida, se estiraban para acariciar esa hermosa autopista, en incontables ocasiones estuve a punto de lograrlo, retrocedía en el último momento.

Uno de esos días abrí la puerta trasera, tropecé al entrar, -o eso creo-; y fui a caer encima suyo, mis manos dejaron de obedecerme y recorrieron su cabeza tersa y suave, aun no recobraba el equilibrio y pude disfrutar de esa sensación tan agradable; y sin darme cuenta había empujado su rostro enmedio de mi busto; y lo mantuve ahí. Me tomó de la cintura y me elevó al tiempo que se levantaba, luego me soltó y me ofreció disculpas mientras se tocaba la frente avergonzado, su rostro estaba encendido.

— Maia, perdón, fui inapropiado, no me di cuenta, no es justificante, discúlpame
— Fue mi culpa, me tropecé 
— Algo tiene esa entradita porque a tu hermana le pasó lo mismo 
— ¿Es enserio?
— ¡Sí!, varias veces 

El verano terminó, pero mantuvimos el contacto...

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Té, Café, Chocolate, Trufas; y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.




martes, 15 de abril de 2025

Una agradable vista


¿Lo recuerdas?

Cuando llegó a mi era asustadizo, tímido, pequeñito y con una hernia de posible operación.

Doñito -Jonás- ahora tiene siete meses, es fuerte, grande y territorial. Llegó de visita antes de su cirugía y pasará sus días convaleciente en casa.

Vino con, Marcos, de inicio no lo reconocí, ha cambiado mucho, luego corrió hacia mí y me ofreció su barriguita... 

— ¡Doñito!

Saraí y su colega están listos para recibirlo y operarlo este fin de semana; y mientras, lo disfruto. El que no está feliz es, Gurrumino, que aunque le dobla en tamaño insiste en querer enfrentarlo. Los tengo separados.

Acompáñanos en la espera

Té, Café, Chocolate, Tinto, galletitas y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.







miércoles, 26 de marzo de 2025

Algo pasó

 


Acababa de llegar a casa cuando recibí una llamada de, Saraí pidiéndome que la acompañará a hacer las compras de la reunión de esa noche de las ocho, le dije que estaba presionada con los tiempos. Al final quedamos a las 14 hrs.

Insistí en pasar por ella, pero ella, apasionada con su cochecito quedó de pasar por mí. Llegó puntual, algo que no esperaba; y aparcó, bueno, lo hizo como pudo.

En el trayecto ví mi vida pasar un par de veces, una de ellas, cuando al cambiar de carril se encimó a una camioneta, volteé asustada mientras, Saraí, con ambas manos aferradas al volante repetía — ¡Qué tipo!, mira que atravesarse.

— ¡Ay, Saraí!, no te ofendas pero, no sé cómo diantres sacaste tu permiso de conducir, ella solo sonrió, — Espera, ¿tienes permiso?; y volvió a sonreír, — ¡Joo!.

Llegamos al lugar y lo encontramos medio vacío, estaba por concluir la hora fit, había olvidado que los lunes, por una hora aproximadamente, es punto de reunión de hombres musculosos de cualquier edad, llegan y hacen su despensa, al tiempo que muestran sus trabajados cuerpos. 

La primera vez que los ví pregunté si estaban promocionando algún gimnasio, me respondieron que no, que solo la buena alimentación y vida sana, luego descubrí que también es una comparativa entre ellos para ver quién tiene más-menos dedicación y esfuerzo. Una hora después y seguíamos allí. 

Ya en la fila de pago, -porque, Saraí no quiere el autocobro, alude que es para preservar el empleo de las personas-Saraí delante; yo detrás del carrito de compra, me sentía cansada, aburrida, demasiada gente y ruido me tenían al límite, me incliné hacía adelante, apoyando y descansando mi cuerpo en el carrito. Un hombre se colocó detrás de mí, cargaba una canastilla del lado izquierdo, su piel, su cuerpo emanaba un aroma riquísimo, un calor agradable, desde su corta distancia echó su cuerpo adelante, se inclinó hacia su derecha y colocó un brazo apoyándose -en lo que sea que hubiese ahí-... yo lo veía de lado, la escena era íntima e intensa.

Con las mejillas ardiendo, intentaba mantener la cordura, desde su posición, Saraí sonreía divertida.

Ya en el estacionamiento
— Demasiado calor ahí dentro, Saraí... sentí cosas
Maia, amiga, tomé una fotico
Nuevamente las mejillas encendidas.

¡Acompáñame!
Té, café, tinto y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.





domingo, 16 de marzo de 2025

La Mecedora


Aquellos tiempos en casa de la abuela, la seguridad estaba a cargo de una cadenilla en la puerta principal que solo era usada antes de dormir. Mi madre en cambio, era desconfiada; y había cambiado las hermosas puertas de madera por unas de doble metal totalmente cerradas, encima de una de las dos pesadas cerraduras hizo colocar una mirilla, no en el centro, al costado izquierdo; y qué decir de las ventanas... enrejadas desde dentro de su construcción.

Contrario a la colorida y hermética casa de mis padres, -cada habitación tenía un color distinto-entrar a la casa de los abuelos era una sacudida a la retina, todo era blanco y luminoso, con luces blancas de techo y lámparas, siempre encendidas, no importaba si era de día o de noche, con ventanales grandes y cortinas vaporosas, la luz entraba a raudales y costaba un poco acostumbrarse a tanta brillantez.

Y al abrir la puerta, en línea directa y hacía el fondo se encontraba al abuelo sentado en su vieja y pesada mecedora de madera, de respaldo alto y crujido en su movimiento, cada día se sentaba allí a leer el periódico del día; y al costado izquierdo, una mesita de arrimo donde tenía un apilado de otros periódicos; y su copita de Jeréz.

La imagen que guardó mi memoria es de un hombre alto y robusto, tez blanca y cabellos de plata, de traje gris y camisa azul suave y cuadrícula casi imperceptible, su rostro se fue borrando con el paso de los años, lo recuerdo  como una postal desvanecida, siempre sentado en su mecedora leyendo las noticias.

Al cumplir 50 años de casados, esa noche el abuelo murió, tenía 68 años, días después la abuela cambió, salía con frecuencia, movió muebles, renovó cortinas; y se deshizo de todas las pertenencias del abuelo, solo quedó la mecedora de respaldo alto; ¿y cómo no hacerlo?, si dicen que el abuelo fue un maltratador con ella -conmigo fue un cachito de cielo, no lo conocí en su etapa cruel-.

Semanas después la abuela volvió a su sombría quietud; y la sonrisa que había mostrado en ese tiempo se desvaneció. Pidió a mi padre que se llevara la mecedora, decía que en las noches escuchaba su crujir, también que veía una silueta en ella. Un mes después la abuela también murió, tenía 63 años, -decían, que en su egoísmo, el abuelo había venido por ella-.

Los domingos era el único día de la semana libre de responsabilidades, aún así, me levantaba a las seis de la mañana, encendía el televisor, seleccionaba el canal, iba y me acurrucaba en la mecedora del abuelo y veía la liga de la justicia, el crujir del mueble atraía a mamá que llegaba aterrada. Ella decía -y lo creía- que la mecedora se movía sola; y que en las noches veía una silueta encima de ella, -mamá era sugestionable-. Yo adoraba esa mecedora porque era consciente que el abuelo la apreciaba.

Incapaz de deshacerse de ella por ser un objeto familiar, empezó a arrinconarla, apilar cojines, cubrirla con una manta; y un tiempo después -no sabría con exactitud cuánto-. Una mañana pasó un vecino en su camioneta, mamá lo detuvo y le hizo subir la mecedora y le pidió que la desapareciera.

En los años que tengo de independencia, no volví a recordar aquella mecedora, hace unos días, hablando con una amiga salió el tema de la mecedora, me vino la nostalgia por el abuelo y salí a carretera con rumbo a aquellos lugares de artesanías; y me he comprado esta curiosa mecedora de color vibrante -la única que quedaba, no reemplaza a la del abuelo, pero bien vale el recuerdo-. 



¡Acompáñame!
Hoy tenemos Jeréz -gusto del abuelo-; y los acostumbrados, Té, Café, Limonada, Fresada; y lo que apetezcas en la mesita de arrimo; y en el televisor, La dama de los muertos.


miércoles, 12 de marzo de 2025

En tiempo real


Amiga, tengo que contarte algo
— Dime, Saraí
— Paso por ti y vamos a tomar, mmm, lo que sea y a donde quieras ir que no te haga daño (no quiero que me reprendan tus otros amigos)
Ja, vale, ¿a qué hora vienes?
— Lo que tardo en llegar, Maia

Viniendo de, Saraí, "lo que tardo en llegar" es ambiguo porque quince kilómetros puede hacerlos en media hora, una hora o más. Me acomodé en el sofá, encendí las cámaras y esperé mientras escribía y veía algunos vídeos.

Casi una hora después llegó un pequeño cochecito que hacía mil intentos por estacionarse frente a la plaza, era un espacio donde cabían más de tres vehículos, se emparejaba, luego de reversa, volvía a salir, otra vez a entrar y así se sucedió por largo tiempo. Sentada en el sofá yo estaba estresada porque el conductor no lograba acomodarlo, desistió en su intento y se marchó regresándome la calma.

Minutos después retornó y volvió a hacer lo mismo con igual resultado. Nuevamente se fue; y está vez, al llegar se colocó en doble fila al lado del único auto que estaba estacionado. En ese momento llamó, Saraí.

Amiga, ¿puedes salir?, no logro estacionarme, que no hay espacio 
— ¿Eres la del cochecito?
— ¡Siiii!, esa era la noticia, ¡lo compré!

Estar frente a esa miniatura de dos puestos me hacía sentir inmensa

Saraí, necesitas acomodarlo que te van a infraccionar
— Lo sé, pero no sabía que era tan difícil manejar un auto tan pequeño 
— ¿Qué marca es esta cosita?
— A saber... pero tiene cuatro ruedas
— Ja, seguro; y un volante
— No olvidemos el volante, ¿nos vamos amiga?
— Vamos, que este cochecito no puede andar de noche
— ¿Por qué?
— Aún le falta crecer
— Jaja, eres mala, Maia

Ya en el atropellado trayecto...

— ¿Y tú camioneta, Saraí?
— La vendí 
— ¿Y cómo vas a recoger y regresar a las mascotas?
Mmm, no lo pensé 
— ¿Y dónde colocarás a tus hijos?
— Tampoco lo pensé 
— Es lindo el llaverito
— Jaja, es divertido el juguetito, Maia

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Té, Café, Limonada y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.

sábado, 1 de marzo de 2025

La nostalgia es el precio que pagamos por vivir momentos inolvidables -lo dijo alguien-


Un granjero llega con el gallero a comprar un gallo...

— Buenas, quisiera un buen gallo que cumpla a todas mis gallinas 
 — ¿Cuántas gallinas tiene? 
 — 180 

Y le saca un gallo francés, enorme, fibroso, cresta levantada y ojos azules.

— Tome este, es Philipe Le Cock, no falla

Cuando llega a la granja, el gallo sale corriendo, caza la primera gallina, la pisa dos veces, agarra la segunda y la pisa el primero y cuando está en el segundo se queda frito. 
El granjero dice: 
— ¡¡Qué diantres de gallo me vendieron!! zumba dos gallinas y ya no puede más... 

Entonces coge al gallo por la cresta, se lo lleva al gallero y le explica lo que le pasó. El gallero se disculpa y le saca un gallo japonés imponente con la cresta tiesa y los ojos grises 

— Este es el "Nico Sumo" pruébelo y después me cuenta. 

El granjero lo suelta en el gallinero y el gallo sale desesperado, pisa a la primera gallina, agarra a la segunda; y a la tercera le hace el 69 y cuando está con la cuarta revienta y cae muerto en medio del gallinero 

— Este es el segundo gallo que me vendes y ¡revienta como el lagarto de Jaén!! 

Entonces el gallero le saca un gallo español, de las tierras de Andalucía, todo flaco, pelón, ojeroso, con resaca y le dice al granjero: 

— Mire señor es lo único que me queda, se llama Josué
— ¿Qué voy a hacer con este jodío gallo flaco y pelao?

Pero lo compra y cuando lo suelta en el gallinero, el gallo sale enajenado y se zumba a las 180 gallinas, cada una con una posición distinta, luego pega una segunda vuelta, sale corriendo, se zumba a la cerdita... 

— ¡Qué fenómeno es este gallo! piensa el granjero; y las gallinas alucinadas con Josué: que Josué esto... que qué bien se entrega a la pasión, que qué bien me pisa, que si con tres al mismo tiempo... 

Al día siguiente lo suelta de nuevo, le pega dos vueltas al gallinero, dándole a todo lo que tenía plumas y sale corriendo. El granjero dice ¡ Nooooo!, que se me ha escapao el gallo. 

Entonces coge el caballo y sale en busca de Josué Siguiendo la pista dejada por él... a lo lejos ve a Josué despachurrao en el suelo, inmóvil el pobrecito; y mientras, los cuervos esperaban que muriera... 

— ¡Noooo Josueeeé! ¡No te mueras! ¡Josueeeeeé! Al fin encuentro un gallo de verdad y se me muere, Josué abre un ojo, mira al granjero y señalando a los cuervos dice:

— Ssshhhh... ¡cállate viejo!... ¡Que me espantas a las morenitas! 

-Créditos a quien corresponda; y con respeto para los españoles-

Maia, ven, que quiero presentarte a mi padre...

Un hombre carismático con su energía masculina bien definida se puso frente a mí, el contacto con su mano cálida y firme no fue suficiente y se acercó a abrazarme, de sonrisa bohemia y mirada infinita, el tiempo corrió sin sentirlo y cuando nos dimos cuenta, habíamos hablado el resto de la noche.

Volví a verlo en innumerables ocasiones, siempre cortés, agradable, caballero, sin dejar de lado su innata seducción.

— ¿Por qué tenías que fijarte en mi hijo, Maia? -ahora me preguntó lo mismo-
— ¿Acaso importa, Don? -él sonrió-
— ¡Sí!, pero solo porque no me haces caso

Don fue un hombre divertido, le gustaban las mujeres y disfrutaba de ellas, alguna de mis amigas cayó en sus redes, -ambos cayeron-; y fue una aventura que se extendió por varios años.

Don no tenía límites, lo mismo seducía a una desconocida que a la amiga de su esposa o novia de su hijo.

El miércoles recibí una llamada ininteligible a las 22:00 hrs., era Innombrable, entre el llanto desolado pude entender algunas palabras y me dirigí a su oficina, su padre acababa de fallecer, lo auxilié con los trámites y al día siguiente estábamos en la funeraria velando su cuerpo.

Maia, ¿podrías quedarte mientras voy a ducharme y descansar un poco?
— Ve, vuelve en la mañana 
— No, cómo crees, solo unas horas
— Ve y descansa, si sucede algo me comunico con tu hermano -Innombrable estaba devastado-

De madrugada todo era silencio y quietud, la sala de velación estaba casi vacía, de repente y de la nada empezaron a desfilar incontables mujeres, habían esperado pacientes la salida de la familia y se escurrieron en medio de la noche, todas llorando y cada una despidiendo a, Don con agradecimiento por haber entrado en sus vidas. 

Yo continuaba en el sofá que colocaron cerca del féretro, recargada en el respaldo y fingiendo dormir; y pude escuchar los susurros de las mujeres que en orden y de una en una lo colmaron de bendiciones y le dieron el adiós.

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Té, Café, Horchata, Fresada; y lo que apetezcas.




sábado, 22 de febrero de 2025

Tiradito de cosas



Su mensaje decía que pasaría antes de las 23 hrs., que vistiera cómoda y simple porque me llevaría a un lugar desconocido para mí.

— ¡Vamos, Maia!, no queremos perdernos la diversión 
— ¿A dónde vamos, Saraí?

Ella sonrió, cincuenta kilómetros después entramos a la parte oculta de la ciudad.

— Esto no lo conocía 
— ¡Te lo dije!

Era intimidante estar allí, mientras el otro extremo se preparaba para dormir, en ese lado de la ciudad era todo bullicio y movimiento. 

— ¿Qué quieres hacer, Maia?
— No lo sé, que decida tu experiencia, pero oye, ¿es seguro aquí?
— Solo hay que cuidarse, amiga, tranquila, vienes conmigo 

El mercadillo era un tiradito de todo, atendido en su totalidad por hombres rudos de rostro alargado que te miraban fijamente. Empezamos el recorrido de los primeros 150 metros de ropa femenina, área de faldas, área de vestidos, área de blusas; y así, todo bien organizado.
 
El lugar era brillante por toda la luz que recorría esa larga fila de puestos, los toldos y paredes superpuestas se unían entre sí formando un único techo que no dejaba entrar las sombras nocturnas, solo podías distinguirlas en el cruce de calles, la oscuridad formaba siluetas extrañas.

— ¿Es ropa usada, Saraí?
— No, amiga; ya no le llamamos así, es ropa de segunda oportunidad, vamos, tienes que comprar algo 
— Estoy bien, gracias 
— No me digas que eres como mamá que no le gusta la ropa de segunda oportunidad 
— No lo sé, no había pensado en eso, pero anda; yo te espero viendo por aquí 

No quería hacerla sentir mal pero no tocaba nada por temor que se me activará la atopia porque no traía gel o algún producto con alcohol que minara sus efectos.

Continuamos el recorrido y doblando la esquina estaba la sección de caballeros, pequeña, no más de 50 metros, luego electrónica, comida, jabones artesanales, perfumes, esencias y tanto, que dos horas después aquello era abrumador e interminable. Agotada y con un punzante dolor de cabeza solo pensaba en la oscuridad y el largo regreso hasta el auto, era muy noche y si, estaba asustada.

Después de un rato, Saraí señaló al fondo un pequeño y aromático local de velas, incienso, lectura de cartas, tarot y cosas esotéricas, el único lugar atendido por dos mujeres y un hombre.

— Ven, Maia, quiero una limpia y te hice cita también a ti
— Ya es tarde, Saraí, empieza tú y según el tiempo vemos, o lo dejamos para otro momento, ve, por aquí te espero
— Tienes razón, siempre que vengo aquí se me pasa el tiempo sin darme cuenta, pero no te alejes que es peligroso

Revisé el móvil y pasaban de las cuatro, media hora después, Saraí salió del pequeño cubículo con una amplia sonrisa y cargada con varias bolsas de cosas; y seguida del chamán. Él me miró y me hizo una indicación que lo siguiera, negué el acceso y se acercó.

— ¡Tienes dolor en la muñeca izquierda!
— No, estoy bien 
— ¡Que extraño!, percibo tu sufrimiento -me encogí de hombros-

Nos despedimos y prometí volver -crucé los dedos en la espalda para no tener que hacerlo-. Caminamos de regreso y justo a las cinco se escucharon ruidos de cosas, metales, golpes, objetos cayendo, telas ondeando y un montón de sonidos que me pusieron en alerta.

— Estás temblando, tranquila, Maia, se están retirando

Me envolví en el brazo de, Saraí y  continuamos, -momentos así te hacer ver lo asustadiza que eres-, minutos después una voz se acercó abriéndose pasó, Saraí me jaló con fuerza del brazo izquierdo colocándome en el otro extremo al tiempo que un metal con punta pasó a milímetros de nuestros rostros.

Ver a todos esos hombres moverse con rapidez y al descuido me asustó, estar ahí, en ese momento, fue imprudente y aterrador. En breve tiempo estábamos en medio de la nada, totalmente solas y rodeadas de oscuridad


Encendimos las linternas de los móviles y llegamos al auto; ya en el interior, se dejó sentir un dolor en la muñeca izquierda, los siguientes minutos continuó hacia arriba y parte de la mano haciéndose insoportable. Nos detuvimos en urgencias, poco después volví porque una mala colocación de yeso hizo que entrara en cirugía; y ahora tengo una especie de tablillas envueltas en vendas y encima esta férula que me acompañará algunas semanas.

Maia, el chamán lo dijo, te dijo que te dolía la muñeca izquierda, fue una premonición, ¡tenemos que volver!...

¡Acompáñame!

Limonada, Té, Café o lo que apetezcas en la mesita de arrimo; y Shrek en la televisión -la regresaré tantas veces sea necesario si no la has visto-, ¿Sabías que hay como tres películas de este ogro?; yo no tenía idea, primera vez en mi lista.



viernes, 14 de febrero de 2025

Un día especial



Habíamos salido por un tiempo, él era un hombre encantador y enigmático. Una tarde quiso presentarme a su abuelita, Doña Alina, nos dirigimos a su casa en un barrio de los más antiguos. 

Ella, una mujer pequeñita, encantadora e interesante,  a veces dejaba asomar un carácter fuerte que competía con su rostro bondadoso, que seguro sirvió para mantener a raya a sus once hijos e incontables nietos. 

En algún momento de la tarde me miró; y su mirada se sintió escarbando hasta el último escondite de mi mente 

— ¿Y tú de dónde saliste? 
Una pregunta que únicamente te puede hacer una abuelita sin que te prepares para la batalla; y a la cual le respondes con humildad. 

— ¡No tengo idea! 

Entre él y yo la relación no rindió frutos; y antes de darnos cuenta la cosa terminó, pero a la abuelita, a ella me la quedé yo.

Hoy está a mí lado, lleva en su sangre sus raíces pasteleras; y me ha puesto a cocinar unos cupcakes de vainilla, montones de buttercream y fondant; y me ha advertido que... !me salen porque me salen.


¡Acompáñanos!
Té, Café, Limonada, Cupcakes y lo que apetezcas. ¡Ah!; y en el cómodo sofá negro, la encantadora compañía de la abuelita.




sábado, 8 de febrero de 2025

Con las manos atadas



El día amaneció estupendo, al transcurrir las horas esa aparente armonía se volvió en caos.

En el grupo de WhatsApp de la colonia -que casi nunca abro porque es tedioso leer las quejas de por qué un vecino sale a correr a la placita a las cuatro de la mañana, o cosas por el estilo-, una vecina solicitaba apoyo porque su auto y su casa habían sido vandalizados por huevos lanzados como proyectiles.

La vecina mencionaba que, por la posición del sol en ese momento, en sus cámaras había sido imposible ver quién fue el causante; y solicitó apoyo para saber si alguna de las cámaras vecinas captó algo.

Recordé el caso de la jovencita que al salir de la universidad fue agredida sexualmente un par de meses atrás en el otro lado de la ciudad; y aparentemente ninguna de las cámaras de las casas funcionaba; y quise ser solidaria. Revisé la grabación de ese día y le pasé una copia de ese momento.

Días después me llegó un documento que indica que debido a la reciente modificación a la ley, debo presentarme ante una autoridad; y pagar a la ciudad una altísima multa por invadir la privacidad de las personas; y una cuantiosa compensación a la persona -delincuente- que grabé sin su autorización, ocasionando daños y traumas a su persona; y tanto, que le es imposible salir a la calle porque le resulta en pánico, imposibilitándolo para ir a trabajar y dejandolo sin ingresos para proveer a su familia.

En dicho documento también señalan que enviarán un técnico que desinstale el equipo, el cual confiscarán; y que si opto por una querella, los gastos y costas correrán por cuenta mía -lo que sea que signifique eso-.

Días después me llamó un amigo abogado que está involucrado en los asuntos del estado; y me dijo que, al ver mi nombre en un expediente solucionó el problema, que, como consejo, cuide de los míos y no me involucre en lo que pase afuera -lo que sea que suceda... a eso hemos llegado.


¡Acompáñame!
Té, Café, o lo que apetezcas; yo me decanto por algo más fuerte.