Acababa de llegar a casa cuando recibí una llamada de, Saraí pidiéndome que la acompañará a hacer las compras de la reunión de esa noche de las ocho, le dije que estaba presionada con los tiempos. Al final quedamos a las 14 hrs.
Insistí en pasar por ella, pero ella, apasionada con su cochecito quedó de pasar por mí. Llegó puntual, algo que no esperaba; y aparcó, bueno, lo hizo como pudo.
En el trayecto ví mi vida pasar un par de veces, una de ellas, cuando al cambiar de carril se encimó a una camioneta, volteé asustada mientras, Saraí, con ambas manos aferradas al volante repetía — ¡Qué tipo!, mira que atravesarse.
— ¡Ay, Saraí!, no te ofendas pero, no sé cómo diantres sacaste tu permiso de conducir, ella solo sonrió, — Espera, ¿tienes permiso?; y volvió a sonreír, — ¡Joo!.
Llegamos al lugar y lo encontramos medio vacío, estaba por concluir la hora fit, había olvidado que los lunes, por una hora aproximadamente, es punto de reunión de hombres musculosos de cualquier edad, llegan y hacen su despensa, al tiempo que muestran sus trabajados cuerpos.
La primera vez que los ví pregunté si estaban promocionando algún gimnasio, me respondieron que no, que solo la buena alimentación y vida sana, luego descubrí que también es una comparativa entre ellos para ver quién tiene más-menos dedicación y esfuerzo. Una hora después y seguíamos allí.
Ya en la fila de pago, -porque, Saraí no quiere el autocobro, alude que es para preservar el empleo de las personas-, Saraí delante; yo detrás del carrito de compra, me sentía cansada, aburrida, demasiada gente y ruido me tenían al límite, me incliné hacía adelante, apoyando y descansando mi cuerpo en el carrito. Un hombre se colocó detrás de mí, cargaba una canastilla del lado izquierdo, su piel, su cuerpo emanaba un aroma riquísimo, un calor agradable, desde su corta distancia echó su cuerpo adelante, se inclinó hacia su derecha y colocó un brazo apoyándose -en lo que sea que hubiese ahí-... yo lo veía de lado, la escena era íntima e intensa.
Con las mejillas ardiendo, intentaba mantener la cordura, desde su posición, Saraí sonreía divertida.
Ya en el estacionamiento
— Demasiado calor ahí dentro, Saraí... sentí cosas
— Maia, amiga, tomé una fotico
Nuevamente las mejillas encendidas.
¡Acompáñame!
Té, café, tinto y lo que apetezcas en la mesita de arrimo.