miércoles, 30 de octubre de 2024

Se acerca la despedida



Caminaba por el parque cuando vio a un perro viejo y regordete, parecía agotado, dejó que se acercara y examinó su collar, su barriga abultada, definitivamente estaba bien alimentado, pensó que quizás se había extraviado. Lo llamó que lo siguiera; y caminando lado a lado salieron del parque hacia su casa.

Al entrar en su vivienda el perro la recorrió sin mucha curiosidad, pero al ver un mullido y cómodo sofá se subió y ahí se quedó durmiendo alrededor de una hora, luego se levantó, se dirigió a la puerta de salida y empezó a arañar el marco. Él extraño se acercó a abrir la puerta y vio al perro alejarse, cuando estaba a punto de perderse en una curva, el perro volteó, se quedó mirándolo, agitó su cola y continuó su camino.

Ahora cada tarde el perro llega, rasga la puerta, entra y va a dormir al sofá. El hombre sintió mucha curiosidad, colocó una nota en el collar del perro: “Tu perro ha estado durmiendo la siesta en mi casa todos los días”. Al día siguiente, el perro llegó con otra nota en su collar: “Vive en una casa con cuatro niños; está tratando de recuperar el sueño. ¿Puedo ir con él mañana? 
Créditos a su autor.

Al leer esta publicación recordé cuando Gurrumino me adoptó. Iba caminando por el mercadillo navideño, me encontré a unos conocidos que lo llevaban cargado, Gurrumino empezó a darme lamiditas y se empujaba hacía mí, lo cargué y de inmediato se enroscó en mi brazo y no volvió a soltarse. Fue sencillo el trueque, Gurrumino quería venir conmigo y ellos no tenían gran interés en quedarselo, unas crepas de frutillas y cajeta; y chocolate caliente fueron suficiente pago para ellos y una gran alegría para mí.

— Maia, no sé cómo ayudar a Titi a salir de este bache
— Dale tiempo, es reciente su pérdida 
— No quiero que se hunda; ya han pasado semanas 
— Habla con ella, quizás quiera adoptar un perrito 
— Se lo preguntaré, luego te llamo, Maia

Horas después, Marcos me visitó y me comentó que su hermana si quería adoptar pero más adelante. ¿Qué entendemos por "más adelante"?, claramente no lo mismo que, Marcos que de inmediato se puso a buscar en redes sociales perritos en adopción. Titi fue muy clara en sus indicaciones, quería adoptar, no comprar, le pidió a, Marcos que llegado el momento saliera a la calle y si en su trayecto lo seguía un perrito lo llevara a casa, con ella.

Marcos empezó a buscar en las redes sociales, Samoyedo, Mastín, Gran danés, algunos en adopción, todos con la característica de ser grandes, muy grandes.

— Marcos, no puedes llevar a tu hermana un perro tan grande, la va a tirar
— Pero son tranquilos , Maia
— Pero no podrá con uno así, busca uno pequeño, pero, Marcos, te dijo que "más adelante"

Dejó la búsqueda de lado y empezamos a charlar, en algún momento recibió un mensaje con foto. Un pequeño bebé shitzu buscaba un hogar solvente, el cachorrito de dos meses nació con problemas de salud y necesitaba a alguien que pudiera recibirlo y brindarle la atención médica y cirugía que requería para recuperarse

Y son esas situaciones que no te permiten quedar estática. Concertamos cita y fuimos por el cachorro, en el trayecto compramos el paquete de quince kilos de alimento raza pequeña que nos solicitó la persona como trueque.

Él pequeño hizo lo mismo que, Gurrumino, se enredó en mi brazo y ya no quiso soltarse, desde entonces lo ha estado atendiendo, Sarai; y al cumplir su esquema de vacunación entró a cirugía ambulatoria y se ha recuperado estupendamente.

Titi ha seguido su evolución y está lista para recibirlo... Pero yo no estoy segura de dejarlo ir, Doñito se ha vuelto parte escencial de mi familia, gran dilema, quiero apoyar a Titi, pero no quiero desmembrar mi pequeña familia.



Empieza a sentirse el frío, hay mantas en el sofá; y en la mesita de arrimo chocolate, café, té y galletitas.
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sábado, 26 de octubre de 2024

Como un suspiro



Maia, me gustaría que conozcas a mi abuelita 
— ¿Cuál es el motivo?
— Es la persona más importante en mi vida; y quisiera presentartela
— ¿Cuándo quieres que la conozca?
— Elige tú, entre semana cualquier día 

Recorrimos la ciudad adentrándonos en las primeras colonias que se formaron, casas muy antiguas empezaron a aparecer, cada una diferente a la otra, en esos lugares no se encuentran viviendas fabricadas en serie, no tienen estacionamiento, son de un piso y su estructura es alta y con esquinas curvas, eso solo es posible en el lado norte.

Frente a la vivienda se mantenía firme una plaza circular donde presentaban corridas de toros, diferente a otras estructuras de esa naturaleza, esta es considerablemente bajita.

— ¿Sigue activa esta plaza?
— Solo para lucha libre 
— Es muy baja, me da la impresión que los toros podían escapar sin problema 
— Sucedía con frecuencia, en el frenesí saltaban a las gradas, luego corrían alrededor de la colonia; y nosotros siendo niños salíamos despavoridos
— Aterrador 
— Y divertido, soltabámos una carga de adrenalina potente; y en la noche nos reuníamos frente a una fogata a contar nuestras hazañas, aunque eran de todos conocidas, esa fogata olía a testosterona pura y dura.

Entramos a la vivienda, parecía un lugar suspendido en el tiempo, todo estaba seccionado y entremedio separando los dormitorios de los accesos comunes había un largo corredor, al fondo y uniendolo todo un enorme y rústico jardín.

— Ven, Maia, mi abuelita ya no sale de su habitación 
— ¿Le has preguntado si quiere recibirme?
— Anoche hablé con ella
— ¿Y si refrescas su memoria?
— Tiene muy buena memoria, Maia

Entramos a su dormitorio, una mujer menudita estaba sentada en una de las dos camas que había, recostado a su lado un pequeño y blanco cachorro que recibía sus caricias.

En algún momento nos quedamos solas, doña Sofía pasaba los noventa años, tenía una agilidad mental sorprendente, se dejó sentir casi de inmediato.

— Su habitación es bonita, tan llena de recuerdos 
— Es lo único que me queda de mi Juan 
— Lo siento 
— Yo no, me hubiera dolido más si yo me fuera primero, no son tan fuertes como piensan, pero los dejamos creer que sí 
— ¿Mucho tiempo juntos?
— Imagínate, llegó al pueblo donde vivía con mis padres cuando yo tenía doce años, iba con otros chefs, como era un pueblo de aves, ellos llegaron a enseñarnos a elaborar galantina de pavo; yo me acerqué a aprender y me dijo que fuera a buscar a mis padres, que quería hablar con ellos, al día siguiente nos casamos y nos venimos para aquí 
— ¿Volvió alguna vez al pueblo?
— No, mi lugar estaba al lado de mi Juan; y ahora está aquí, en la casa que me construyó; y dónde me ha dejado

Volví a observar las paredes tapizadas con fotografías en un blanco y negro desvanecido, cinco embarazos gemelares de varones — ¿Cuál es usted, doña Sofía?, se señaló entre las cuatro niñas -ella se perdía como una más-

y entre todo ese tapiz había una fotografía que destacaba, era la única que tenía marco, era más grande que el resto y en color. Me quedé observando con detenimiento, parecía tan diferente 

— ¿Su marido?
— ¿Quién? -buscó con la mirada tratando de ubicarlo-
— Él -señalé la fotografía con marco-
— ¡No, no!, es el niño Fidencio
— ¿Su hijo? -me miró y su rostro mostraba desconcierto-
El niño Fidencio es un santito muy milagroso, ¿mi nieto sabe que no eres creyente?
— Eso creo, ¿es un problema?
— No para mí, he visto cosas peores que eso; ya he vivido muchos tiempos; y sigo aquí, adaptándome al cambio, pero mi nieto sí es religioso 
— Mientras sea respetuoso, doña Sofía, ¿por qué es tan milagroso?
— Cuando llegamos aquí; y al estar construyendo tuvimos que cavar varios metros para poner tierra buena para el jardín, mi Juan quería un huerto para sus recetas; y encontramos cosas malas enterradas, el niño Fidencio nos ayudó a alejar toda la maldad
— ¿De ahí viene su fe?
— No solo de ahí, también de los milagritos que hizo en vida; y sigue haciendo
— Entiendo 
Maia, respeta la naturaleza del hombre y él respetará la tuya
— Gracias, lo tendré en cuenta
— Ayúdame a llegar a la cocina, haremos galantina

Y mientras preparábamos la galantina

— Setenta años casada... ¡Toda una vida!
— Apenas un suspiro, diez años sin mi Juan han sido toda una vida


Té, Café, Tinto o lo que apetezcas; y un intento forzado de galantina 
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lunes, 14 de octubre de 2024

Un paso a la vez

Un par de llamadas fueron ignoradas, lo mismo sucedió con los mensajes... Lo comprendí, es trago amargo perder a un ser querido, más si era tan cercana a su abuelita. Pidieron que el funeral fuera familiar.

Habían pasado días y el silencio se mantuvo, pero solo en línea personal porque en las redes las publicaciones se sucedían de forma continua, al leerlas, había constancia del dolor que la estaba consumiendo. Guardé distancia y respete su duelo.

— Maia, amiga, discúlpame que no haya respondido antes pero aún me duele
— ¿Cómo te puedo ayudar, Sarai?
— Invítame a comer, necesito salir de esta toxicidad, que mis tíos discuten todo el tiempo por la herencia 
— ¿Intestada?
— Para nada, pero no aceptan que me nombrara su heredera, van a... eso que se hace para decir que no es válido el testamento 
— ¿Vienes a casa o salimos por ahí?
— A tu casa, Maia, comida simple, amiga, quiero sentir que estoy con abuelita

Llegó con su marido -de nombre difícil de recordar- y sus tres hijos

—Estos niños son copia tuya, Saraí, en nada se parecen a su padre
— Sus padres -aclaró como siempre-
— ¿Por qué lo haces, Sarai?, tu marido lo adoptó y lo cuida como suyo
— Hay que dejarlo claro, Maia, no sé por qué, pero hay que hacerlo -me encogí de hombros, su familia, sus reglas-
— ¿Qué quieres que prepare, Sarai?
— Tortilla española, amiguita
— ¡No manches, Sarai!, hay que buscar a un español que quiera hacerla... ¿tu padre querría? -negó con la cabeza- bueno, haré lo mejor que pueda
— Esfuérzate, Maia

Se quedó mirando el plato, su desaprobación era evidente 

— No te ofendas, amiga, pero esto en nada se parece a una tortilla española 
— ¡Claro que sí!, es una fusión moderna
— ¿Qué es esto?
— Sarai, es chorizo argentino, es una tortilla EspañArgentina, Marcos me enseñó a prepararla
— ¿Bromeas, Maia?
— ¡Nunca con la tortilla española! -,un poco incrédula empezó a comer-
— No sabe mal, o quizás que tengo hambre 
— Lo que sea, Sarai, sigue comiendo 

Mientras lo hacían yo los observaba, sentados a distancia, sin mirarse o hablar entre sí, un abismo los mantenía lejos 

— ¿Cómo se conocieron?

Desconcertante pregunta, parecían absortos, como tratando de situarse en aquel momento, Sarai rompió el silencio 

— Estudiábamos juntos, compañeros de clase; yo me había casado y ya tenía un hijo, siempre llegaba amoratada y él me consolaba, como muestra de amistad le presentaba a mis amigas y le concretaba citas, eso siguió pasando hasta mucho después que me divorcié; y una tarde que le dije que saldría con la última de mis amigas se negó y me pidió que ya no lo hiciera, que me quería a mí, le expliqué mi situación, de mi hijo y que no estaba para juegos ni perder el tiempo, me dijo que él tampoco, que ya lo había hecho darle vuelta a todas mis amigas y que tampoco estaba para juegos, que fueramos al registro y eso hicimos

El ambiente se sintió liviano; y nada quedó de la extraña tortilla EspañArgentina


Hay huequito en el sofá negro; y las bebidas en espera
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martes, 24 de septiembre de 2024

Izan

En una ocasión -cuando niña- mis padres viajaron al interior dejándonos al cuidado de los abuelos. La abuela tenía la manía de hacer un rondín después que sus hijos y marido dormían. Recorría la cocina y comedor en busca de platos sucios o restos de comida, lo mismo hacía con los pisos, a veces la revisión se sucedía varias veces en una noche.

Al regresar mis padres, me di cuenta que mi madre hacía lo mismo. Una noche fui a la cocina por un vaso con agua, intencionalmente dejé caer en la barra miguitas de pan y volví a cama, en algún momento escuché diminutos pasos, me acerqué y vi a mi madre que no solo había limpiado la barra, también lo hizo con toda la cocina, avergonzada me acerqué a ayudarla y me contó lo que su madre le dijo de pequeña.

"Espíritus hambrientos o Carniceros"
Se dice que dejar platos sucios o restos de comida es una invitación para los espíritus; y ellos, al darse cuenta que no pueden alimentarse con comida se molestan y se alimentan del alma de quién está cerca.

En general no creo en cuentos, pero sí en lo que, a fuerza de repetirlo, en mí se convirtió en un hábito, por lo mismo, antes de ir a descansar limpio todo.

Días atrás le organicé un baby shower a, Saraí, ella estaba a semanas de ser madre por tercera ocasión, finalizada la reunión, una lluvia abundante se dejó sentir; y Saraí pasó la noche conmigo. De madrugada tenía la sensación del desorden que quedó en la mesa, me levanté y me dispuse a limpiar, Sarai, que por lo avanzado de su embarazo dormía poco, me acompañó y me contó que su madre y abuela hacían lo mismo, terminada la tarea nos pusimos a recordar lo difícil que fue enterarse que estaba embarazada...

Hubo un tiempo...
— Maia, ¿me acompañas mañana con la ginecóloga?
— ¡Por supuesto, Saraí!

Ya en el consultorio de la doctora Romero.

— No, Saraí, dentro de mis prácticas no está interrumpir embarazos, si estás dispuesta encontrarás un médico sin escrúpulos que te lo quiera realizar.
— Pero tú eres mi médica; y yo no estoy segura de tenerlo 
— Hay algo que puedo hacer, Saraí, al cumplir veinte semanas puedo inducir tu parto e interrumpir el término, pero, si el bebé vive -que es muy difícil-, te harás cargo
— ¿A los cinco meses pueden sobrevivir?
— Con escasas probabilidades, pero se han dado casos 
— ¿Bebés sanos?
— No, bueno, tienen sus limitantes 
Salimos de ahí con una opresión en el pecho
Sarai, no lo estás pensando ¿No?
Saraí se encogió de hombros y empezó a llorar
— Hay, amiga, es muy cruel todo esto, ¿Por que le hacen eso a los bebitos?
Romero es socia del hospital; y dirige el área de ginecología, ¿Qué esperabas?

Maia, este niño debe nacer...

Al día siguiente del baby shower, Sarai regresó a casa, esa noche me llamó y mencionó que Izan había nacido.

¿Celebramos?
Té, Café, Tinto, o lo que apetezcan.


martes, 13 de agosto de 2024

Visual

A veces nos sentimos tan seguros con alguien que creemos que la amistad, -con sus altos y bajos- es inquebrantable -lo sigo pensando-. Pero, esas charlas que se suceden frente a una fogata y derivan en confesiones son un verdadero desafío. 

— Traía un vestido de un  verde indefinido que se ceñía a su cintura y se extendía rodeando sus caderas, una prenda femenina -casi- discreta, se inclinó de tal manera, que su grupa quedó al filo de mi mirada. Sentado desde donde estaba tuve una visión perfecta, más allá de su bikini de encaje blanco
— ¿Quién llevaba el bikini, Marcos?
Ella; y lo portaba muy bien. Fue el escenario perfecto para una imaginación demoledora
— ¿Por qué fue demoledora?
— Porque era la mujer de mi amigo y no podía tener pensamientos con ella, pero los tuve
— ¿Hace cuánto pasó eso?
— ¿Importa?
— Por supuesto,  si aún estabas conmigo es una traición 
Marcela, estando conmigo te involucrarte con, Manolo, entonces no, no importa

Marce no dejaba de mirarme, se encogió de hombros,  tenía el ceño fruncido y le saltaba esa vena en la frente que delataba lo molesta que se encontraba

— Eso es distinto, Marcos
— ¿Lo es?, solo es/somos agua pasada, Marcela

Las confesiones cesaron y los amigos nos dispersamos, la brisa era refrescante, estaba a punto de llover y los relámpagos rompían la oscuridad encima nuestra, de la fogata solo algunas brasas persistía en su empeño por mantenerse. Apartada de todos observaba la escena cuando, Manolo se acercó.

Maia; yo estaba sentado al lado de, Marcos y también tuve esa visión; y no puedo estar más de acuerdo con él, pero reconozco que, saber de su intención me ha dejado perplejo. 

El horizonte seguía proyectando esos hilos de luz; y en momentos lograba distinguir la vastedad del mar...

Pasé algunas semanas vacacionando en distintos lugares, los últimos días nos reunimos en una playa cercana . El día después de nuestro regreso hubo un desborde e inundación, que una vez más nos confirma, que somos tan pequeños y nuestras situaciones tan insignificantes para la naturaleza.


¿Retomamos?
Té, café o lo que apetezcas...



lunes, 22 de julio de 2024

Cuando la naturaleza es generosa



En ocasiones llegan a la clínica chicas de corta edad acompañadas -generalmente- de sus amigas, rara vez de sus madres, esto sucede cuando el área a tratar es la zona íntima, de hecho, hay una silla rinconera colocada para la comodidad de esos momentos. 

La situación cambia cuando es un hombre adulto -y su madre- el que acude a solicitar el servicio, el ambiente se torna enrarecido cuando él se expresa esperando el consentimiento/aprobación de su madre. Las recepcionistas, incómodas ante estas situaciones dejan el trabajo a medias y hay que resolverlo cuando llegan a sesión. 

— ¿Le puedo ayudar?
— No lo sé,  ¿madre, nos puede ayudar?
— Señorita, no se ofenda, preferimos que nos atienda un hombre
— No me ofendo pero en esta clínica no encontrará hombres -ambos se miran indecisos- él rompe el silencio
— ¿Cuántas sesiones necesito para eliminar todo de allá?
— ¿De dónde?
— Pues de abajito 
— ¿las piernas?
— No señorita, de enmedio
— ¿Abdomen? -voltea a ver a su madre en el momento que dice algo ininteligible-,  muevo las manos en señal de desconcierto
— Su lado viril, señorita. La madre se levanta y se dirige a mí; y sí, lo reconozco, son esos momentos en que -por un instante- desde alguna parte interna algo te pone alerta
— Tome asiento, señora. La señora vuelve a su lugar y se sienta apenas tocando la punta del asiento, preparada para saltar a mi yugular si alguna pregunta no le pareciera.

Solucionados los detalles y en camino a la cabina creí que la señora pasaría con nosotros, estaba segura que entraría a cuidar de su hijo... me equivoqué, ella se queda en la salita de espera. 

Jonas, tiene que descubrirse y poner su pierna derecha en cuatro -le daba indicaciones y él seguía con la toalla anudada en su mano-, ¿me ha comprendido? -asintió pero seguía sujetando la toalla-, al no avanzar, le sugerí una solución, también podemos reagendar si no se siente preparado, el paquete no expira, -su mano empezó a ceder, al tenerlo en posición no pude evitar sorprenderme, al descubrirse, el hombre se había ruborizado y no solo de las mejillas, todo su vuerpo estaba encendido-. Bien, Jonas, vamos a tardar un poco más,  pero todo está bien.

Y entendí que,  así como las mujeres y el busto, o su cuerpo en general,  los hombres también pueden tener vulnerable su autoestima por la medida de su miembro o lo demás, sea que alcancen los doce centímetros o -como en este caso- casi llegue a los treinta. 

Y no, no saqué la métrica, el cabezal tiene cierta medida y es imposible -en situaciones así- no hacer cuentas...

Té, café, o lo que apetezcas
Barra libre para disfrutar de una bonita semana
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jueves, 4 de julio de 2024

Radical




Corté el cabello por debajo de los hombros, preparé el flequillo y cuando estaba a punto de hacerlo me detuve, observé  los largos esparcidos por el piso, luego levanté la vista y el espejo me arrojó una imagen diferente,  ¡tan distinta!, ¿cuándo fue la última vez que lo tuve tan pequeño?, la memoria juega a su favor,  se me oculta; y no tengo los recursos para someterla, me pierdo en el presente, en esos cabellos que hace mucho dejaron su rebeldía.

Abrí el tubo y preparé el tinte, una hora después estaba nuevamente frente al espejo, ¡ahora soy castaña!, pero ¿me gusta el cambio?; y aquí estoy tratando de asimilar el contraste con mi piel.

Lo peinaba, lo secaba e intentaba hacerme una con mi nueva imagen; y a punto de seguir moldeando, me detuve a responder un mensaje,  luego otro y así se fueron sucediendo hasta terminar en una charla amena; yo seguía de pie frente al espejo...

Cuando escuchaba su voz corría a esconderme, sabía que se quedaría poco, pero era el tiempo suficiente para sentirlo eternidad. ¿Cuánto tiempo era el límite antes de ser descubierta?, relativamente breve.

La tía Carmela llegaba a poner todo de cabeza, nos llamaba a su presencia -a las tres- y después de quejarse de nuestras largas y alborotados melenas metía tijera dejando nuestras cabezas corte-niño. Recuerdo que mi padre adoraba verme así,  tanto como yo lo detestaba pero, ¿quién podía contradecir a un mayor, más siendo familia; y por qué lo hacía?.

Mi madre al regresar y ver ese desastre; y dentro de su enfado solo atinaba a decir, ¡Ay, Carmela!... ¡Diantres, qué difícil era la/mi familia!...

Y ahora estoy aquí, buscando resolver mis dudas. ¿Por qué intentar el cambio?, ¿por qué cortarlo y cambiarle su color?... Y dentro de la introspección me vino la respuesta. Porque últimamente me he sentido incómoda, diariamente enferma y agotada de solucionar los problemas de las ocho -amigas-; y tanto, que olvidé cuidar de mí. 

No era mi aspecto lo que tenía que atender, pero me ha encantado el cambio... Mañana habrá reunión de chicas -y a cortar cabezas-...



viernes, 28 de junio de 2024

De hechos

Ese día mi madre había conversando con algunas vecinas y su estado animico había decaído. En momentos se sentía nerviosa o asustada, por ese motivo nos recogimos cuando aun no caía la tarde.

Recuerdo que en esos tiempos la puerta principal se orientaba al sur, totalmente desconfigurada del resto de la colonia, así lo decidió mi madre para mantener a su familia al margen del escudriño. Años después me enteré que lo había hecho porque, Lucina -la vecina- y mi padre habían tenido una aventura bajo la atenta mirada de su marido, que cada tanto organizaba quedadas para la diversión de su mujer.

Esa noche mi padre estaba de visita en casa de los abuelos, llegaría tarde o quizás se quedaría, mi madre se sentía asustada -una sensación que nos transmitía- había obtenido información espeluznante de los vecinos.

Le contaron que un ser oscuro, de gran tamaño y fuerza, -venido del inframundo- rondaba el entorno,  llegando de noche se introducía en alguna de las viviendas y abusaba de las niñas -la más pequeña-,  luego desaparecía dejando un rastro de dolor y lágrimas.

Esa noche mi madre por primera vez trancó la puerta, nos llevó a su recámara, bajó uno de los colchones, en el blando se acostó mi hermano mayor y el duro puso colchonetas y nos acostamos mis dos hermanas, mi madre y yo.

De madrugada se escuchó la puerta, alguien con mucha fuerza intentaba abrirla, empezó a golpearla y el ruido nos despertó -menos a mi hermano que dormía como piedra-, los golpes se volvieron más potentes; y entre ese silencio sepulcral, los azotes -el único ruido- se sintieron en el pecho,  como si el sonido hiciera eco con las pulsiones del corazón maximizando su ritmo. 

Mi madre nos tenía abrazadas; yo estaba acurrucada entre sus piernas y mis hermanas enroscadas a su costado, ella, con voz apagada nos decía que no hiciéramos ruido. El llanto era hacía adentro, el grito controlado con una mano presionando la boca.

Los golpes cesaron, pero solo por un momento, después continuaron en la ventana, el cristal se debatía entre sucumbir o continuar poniendo resistencia, luego todo quedó en silencio y solo unos pasos alejándose lo rasgaban.

Había como un susurro violento partiendo la noche, era una niña y no entendía lo soez que llegan a ser las palabras; y entre los pasos alejándose y la voz perdiéndose en la nada, mi hermana de enmedio exclamó ¡Es el abuelo!. Mi madre se levantó como impulsada por un resorte y abrió la puerta, a la distancia logró distinguir la silueta del abuelo y lo llamó 

El abuelo regresó con su andar grotesco, caminaba con cierta furia, como golpeando el suelo; y empujaba sus brazos con fuerza, siempre que lo veía venir sentía miedo,  como si fuera el final de mi existencia,  pero el abuelo era suave, me contaba cuentos.

El abuelo le recriminó a mi madre que asegurará por dentro, '¿Qué esconde, Maria?, también le dijo que mi padre se había quedado a dormir en su casa, pero que él estaría vigilante por si se le ocurría meter a algún sujeto. Mi madre se mantuvo callada y sin atreverse a mirarlo,  también le tenía miedo. 

— No te quiero abuelo, eres malo; ya no eres mi abuelo 
El abuelo se quedó mirándome, es fecha que su mirada, su expresión sigue siendo inexplicables para mí, no dijo nada, solo levantó la mano y me señaló que me acercara pero no lo hice. Había escuchado que mi abuelo era un maltratador y hasta ese momento lo creí. Empezó a recriminar a mi madre lo mal educados que nos tenía; y por vez primera mi madre levantó la voz,  lo hizo callar y lo echó de casa.

Ese fue el momento en que mi madre enfundada en valor se convirtió en matriarca. A mi padre no le quedó más remedio de dimitir. El abuelo murió días después, fue en una madrugada.

El ser oscuro se llamaba Rigo, no era de otro mundo, era el hijo de los vecinos de la esquina, acababa de salir de prisión,  había estado un año recluido por el abuso de tres niñas, cuando lo dejaron libre siguió haciéndolo porque nadie denunció. La gente, los vecinos prefirieron creer que era un ente venido del inframundo; y con el tiempo se volvió leyenda.




jueves, 20 de junio de 2024

La mirada de ayer


A veces me pregunto si soy el único bicho raro que determinadas situaciones me remontan al seno familiar, o acaso soy/somos/nos sucede a un montón...

Vino un amigo de visita de España 
— Maia, vamos a vernos 
— Ahora no puedo, estoy en el trabajo, te busco esta tarde
— Bueno, estaré en el departamento, solo bajaré a por la comida; -y entre tanto y tanto se dedicó a enviarme mensajes-
— Eres muy atractiva y sexy, puedes volver loco a cualquier hombre, aunque a veces te cueste aceptarlo
— Da igual,  qué gano con eso 
— Cómo que qué ganas,  gustar a los hombres,  Maia, deberías ser actriz porno
— Ja, es broma ¿no? 
— ¡Noooo!, piensatelo, puedes practicar conmigo tantas veces quieras, faltaría más 

Entró en mi habitación, entre sus manos llevaba el vestido amarillo con un tenue estampado de diminutas florecillas, fruncí el ceño, no es que me desagradara el vestido -o no tanto-, solo sentía que era demasiado en todo -ajustado,  cortito y escotado-. 

Sabía lo que eso significaba. Acompañar a mi madre a hacer algún trámite o reclamo; y sabía lo que sucedería, empezando por el taxista y su mirada insistente por el retrovisor, luego  el funcionario -cualquiera que estuviera en turno- me recorrería en principio por el rostro,  el escote, las piernas; y al regresar la mirada se quedaria detenido en mi rostro; y diría algo -lo mismo- que ya me sabía de memoria; y como siempre; yo me acercaría a mi madre y sin apartar la vista del funcionario le diría bajito,  "mami, me siento incómoda"; y mi madre con su característica mirada me mandaría callar; y todo esto no pasaría inadvertido para el funcionario.

Luego regresaríamos a casa y mi madre diría a mi padre "Fue difícil pero pude solucionarlo"; y esperaríamos el siguiente mes para hacer todo lo mismo.

— En diez minutos salimos, Maia -me entregó el vestido y salió del dormitorio.

No había mucho para hacer en mi aspecto, no usaba maquillaje y mi cabello ondulado era rebelde y largo, hacía tiempo que me había ganado la batalla y lo dejaba a su aire. Me puse el vestido amarillo y me senté a esperar que apareciera mi madre, restaban ocho minutos y ella era puntual, como aprendió a serlo el taxista si quería evitarse la reprimenda de mamá. 

— Eres una preciosidad -mencionó el funcionario- mi madre le lanzó una mirada fulminante que el funcionario no advirtió 
— Tiene trece -dijo mi madre sin apaetar la vista-
— Ya crecerá -ambos se miraron y después de un momento el funcionario, intimidado se recogió en su asiento.

Decía mi madre que la mujer ni puede, ni debe ser sexy o sensual porque, -por defenderla- se metería en problemas el hombre,  pero también decía que había que usar las armas que tenías a tu alcance...

Porque, los hombres pueden mirar, pero no tocar... a menos que se lo permitas...





viernes, 14 de junio de 2024

A las prisas

🎼 🎶


Olvidé la cita con el ginecólogo y media hora no era suficiente para prepararme y llegar a tiempo -quince minutos antes-, entonces, o me duchaba nuevamente e iba escurrida y caralavada o solo aseo íntimo y me presentaba como estaba; y recordando mi trabajo y lo desagradable que resultan los aromas cuando la higiene no es correcta o han pasado horas desde el aseo me decanté por una rápida ducha.

Me había echado el cabello hacia adelante e introducía los dedos y lo agitaba un poco tratando de sacar el exceso de agua; y lo único que logré fue activar los botoncitos, mis movimientos se vieron interrumpidos cuando recordé la falta de perfume, busqué y en el fondo de la bolsa me encontré un pequeño perfume de brillos de roll on -que no recuerdo quién me obsequió- lo apliqué en forma discreta mientras subía. Tres pisos después y apareció de nuevo la constante interrogante de qué estaban pensando cuando construyeron esos escalones que parecen creados para gigantes, llegas a piso con el corazón en la mano y el aliento varios metros adelante.

— Maia, en un momento te llaman 
Agradecí y me acerqué a la ventana, la vista desde ahí es increíble, al frente hay un estadio antiguo con una estructura espectacular, con la modernidad ha quedado rezagado a solo eventos esporádicos y sin mayor importancia; y aún así se mantiene en pie, orgulloso e impoluto. Me llamaron  y me dirigí al consultorio.

— ¿A las prisas, Maia?
— Sí, doc, olvidé la cita
— No te preocupes, adelántate y colócate la bata, cuando estés lista me llamas
Me saqué la ropa y me coloqué la bata, mi cabello seguía húmedo, me acerqué a la mesa de exploración y lo llamé

— Maia, revisemos primero los pechos -me indicó los movimientos a seguir- ¿estás de acuerdo, Maia?
Y a pesar de saber lo que seguía y la incomodidad que me genera, en mi cabeza predominaba -como siempre- la interrogante ¿estoy lo suficientemente limpia?, ¿huelo bien?, ¿olvidé algo?. Bajé la bata y me di cuenta de su reacción, él se recompuso de inmediato pero esa sensación me resultó inquietante. Luego me indicó que me recostara para una exploración completa, al colocarse entre mis piernas su comentario fluyó sin percatarse — Hoy vienes luminosa, Maia
Una sensación de inseguridad se apoderó de mí e instintivamente uní las rodillas; y el resto de la consulta lo pasé callada. 

— Maia, te llamaré para los resultados -me sonrió y me abrazó cálido-

Llegar a casa y ducharme es lo que seguía; y al sacarme la ropa los brillitos se habían esparcido...