— ¡Veamos...!, hundió la mirada en los papeles que le había entregado, lo observé atenta, intentando descifrar algún movimiento, alguna reacción, nada, ni una ligera mueca, sus ojos grandes y rasgados, bonitos, -no conozco muchos hombres con esa característica, creo que, en alguna parte de su sangre se esconde una gota asiática- me resultaban ilegibles, no es muy alto, 1,70 quizás, cabello aventurero, como de los noventas, ni tan corto, ni tan largo, parecía ir a su aire pero no, lo llevaba controlado, barbilla marcada y barba de días, definida y rebelde. Vestía joggers rectos, mocasines sin calcetines o acaso unos tan pequeñitos que dejaban sus tobillos al descubierto, sabe su valor, lo avala ser uno de los mejores en su área, aún tiene su corazón humanizado, se percibe que busca el cambio, restar dolor y sumar calidad y vida, se giró, miró a, Saraí y le dijo algo incomprensible para mí.
— ¿Lo podemos aterrizar en palabras que entienda?, lo interrumpí
— Estás detrás del volante de tu auto, de frente hay un semáforo en rojo, tienes tu coche detenido en parking o neutral; y esperando el verde, y tú cómoda y pacientemente esperas para avanzar; y cuando llega el momento lo haces suavecito, sin acelerar; y fluyes sin contratiempos, pero veamos, Maía, eso sucede en una situación normal, -hizo una pausa que sirvió para prepararme a lo que venía.
— ¿Dónde estoy yo?
— Maia, estás detrás del volante de tu auto; y delante está el mismo semáforo en rojo, tienes tu auto detenido y esperando el verde, solo que lo tienes en directo; y en apariencia esperas cómoda y pacientemente para avanzar, pero tu cuerpo está haciendo lo contrario, tienes ambos pies pisando a fondo, uno en el freno y otro en el acelerador; Maia, estás entrando en la etapa tres de cuatro, intentaremos detenerlo, pero no podemos revertirlo, hay que hacer cambios. Salí de ahí apesadumbrada, sus palabras retumbaban en mi mente...
— Ay, Maia, en casa, cuando teníamos un mal día o reprobábamos alguna materia; -yo lo hacía, mi hermano no-, papá nos preparaba su tortilla especial, disfrutaba verlo cascar los huevos, cortar las papas con sus grandes manos, tenía la costumbre de probar el aceite de oliva antes de usarlo, -cada vez-, se concentraba tanto, que si llegabas a atravesarte en su camino, terminabas en el suelo. No dejaba que mamá la preparara, decía que le faltaba esencia, pero cuando íbamos con abuelita, hasta le recolectaba los ingredientes, le gustaba más porque el producto era fresco, recién salido de la tierra o el granero. Extraño reunirnos, la abuelita ya no está, mi hermano vive lejos; y mis padres jubilados solo viajan y se desbalagan.
— ¿Conoces la receta original de la tortilla española, Saraí, su ingrediente secreto?
— ¡Obvio!, papá es español; y la cebolla no es ingrediente secreto, solo está en debate de si incluirla o no
— ¡No!, hay un ingrediente más. La receta original de la tortilla española también lleva canela
— ¡Claro que no!
— ¿Quieres ver que si?...
— Veamos...
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Té, café y galletitas en la mesita de arrime, mantas en el sofá y la serie, La casa Guinness para esta noche insomne.